domingo, enero 31, 2010

"El Este de Caracas. Retórica de la Muerte.La ignorancia como desastre".("...la guerra civil que ya comienza a mostrar sus colmillos"...)


POR:CARLOS BLANCO/TIEMPO DE PLABRA.


“El metalenguaje es: si su gobierno corre riesgo, se debe desatar el apocalipsis allí”

“El Este de Caracas…”
Chávez ha indicado que si lo matan el apocalipsis se precipitará sobre el Este de Caracas. Esta frase es abono para la guerra civil que ya comienza a mostrar sus colmillos en la acción impune de los grupos paramilitares que el Gobierno ampara.

El tema de la muerte es una constante en el discurso de Chávez. Sacrificios hasta la muerte. Aunque se me (nos) vaya la vida… Patria o muerte. Me quieren matar. La muerte asedia a esta revolución. No lo ha dicho, pero está a punto de decir que si su muerte contribuye a que cesen los partidos, bajará tranquilo al sepulcro. Aunque, pensándolo mejor, no; al contrario, promoverá el apocalipsis bíblico. Ya lo dijo en 2007, que si lo mataban ayayayyy…. “Cuando Jesús salió del templo y se iba, se acercaron sus discípulos para mostrarle los edificios del templo. Respondiendo él, les dijo: ¿Veis todo esto? De cierto os digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra, que no sea derribada”. (Mateo 24:1-2). La muerte es una locución que monopoliza hasta el hartazgo el Presidente; le teme y se santigua pero la invoca un día sí y otro también.
Esa ligera confusión que sufre el caudillo entre Bolívar en San Pedro Alejandrino, Jesús en el Gólgota, Che Guevara en La Higuera, y su propia figura, le permite exhibir la retórica de la muerte como su marco y destino. Él siempre está en peligro y su sola existencia, su neurótica presencia cotidiana en la pantalla, es una prueba de valor: ha sobrevivido a la amenaza; si hoy está diciendo sus discursos, es porque ayer esquivó con la valentía que le es característica los intentos homicidas. No sobrevive al acecho de la parca para disfrutar la vida de jeque saudita que la riqueza petrolera que cree suya, le depara; no. Jamás. Él alcanza a llegar al día siguiente, después de eludir tantos escollos y riesgos terminales, como una ofrenda al pueblo. Él no vive por él sino por ustedes, venezolanos inverecundos, incapaces de valorar el inmenso sacrificio que significa vivir en peligro, para servir a los demás. Igual le ocurrió a Bolívar, a Jesús y al Quijote. Los tres grandes majaderos de la historia: grupo al cual se ha sumado -modestamente- Hugo Chávez. Otro descomunal majadero.
Retórica de la Muerte. Que alguien quiera matar a un presidente no debería extrañar. Esos hechos han ocurrido en la historia del planeta y podría decirse que son parte de los riesgos laborales inherentes al cargo. Así como un paracaidista tiene el riesgo de que no se le abra el paracaídas y un piloto el de que se caiga el avión y un camionero el de que le fallen los frenos a su vehículo, un presidente tiene riesgos frente a locos, suicidas, redentores y predestinados. No hay que ir muy lejos para comprobarlo. Los golpistas de 1992, liderados por Chávez, intentaron asesinar al presidente Pérez y a su familia, con la diferencia de que a éste no le entró la llorantina laxante porque querían matarlo. Precisamente, porque ese riesgo existe es por lo que los ciudadanos financian carros blindados, armas poderosísimas y el grupo de vividores cubanos que forma el anillo de seguridad presidencial.

Sin embargo, Chávez ha convertido el tema en una metáfora de cualquier cosa que no sea su continuación perpetua en la Presidencia. No es sólo la muerte física sino que su salida del cargo es un equivalente a su desaparición y, por tanto, debe ser evitada como si fuera un atentado mortal. La idea de que unos diputados de una hipotética mayoría opositora pudieran iniciar el proceso de su destitución es magnicidio, palabra con la cual disfruta tanto en sus reláficas diarias. La posibilidad de un movimiento nacional que exija su renuncia es crimen pasional. La mera alusión a su derrota en 2012 después de superar los fraudes, es parricidio intolerable, muerte institucional. Chávez para siempre, o muerte. Tú o el diluvio. Tú o la hecatombe.

El Este. El uso del “Este de Caracas” es otra metáfora simétrica a la anterior. El caudillo la emplea como el lugar geográfico de los ricos y de la clase media alta, como si en ese odiado “Este” no vivieran ciudadanos de todas las clases sociales, aun aquéllos que en este novedoso Decreto de Guerra a Muerte pudieran “contar con la vida aun siendo indiferentes”. Como si la mayoría de los jefes del Gobierno y de los mandos militares no tuvieran sus aposentos en esas zonas. Como si la residencia oficial de Chávez, en la cual retozan sus allegados, La Casona, no quedara allí.

Desde luego que la alusión a esa zona de Caracas es una alegoría que pretende describir el espacio de los opositores, a los cuales el discurso oficial considera como ricos o representantes de éstos, así como oligarcas y agentes del imperialismo. El Este caraqueño es el lugar de todos los pecados. Con esa visión, el presidente de Venezuela ha renunciado a ser presidente de esos espacios, de esos ciudadanos. Son los enemigos a los cuales hay que reprimir y, si es posible, exterminar. Nótese que ha ordenado intervenir las policías que no repriman como él quiere que se haga y cuyo símbolo es la cadena de hierro llena de ganchos portada por guardias nacionales en combates callejeros.

Lo más grave, sin embargo, es que Chávez ha declarado objetivo militar de sus pandillas al “Este de Caracas”, es decir, a los opositores que supuestamente se concentran allí. El metalenguaje presidencial es que si corre el riesgo la estabilidad de su gobierno -y no sólo su integridad física-, sus partidarios deben desatar el apocalipsis sobre ese espacio, más que geográfico, social, que ha descrito como el ámbito de quienes deben ser exterminados porque procuran su muerte o su derrocamiento o su reemplazo o su renuncia. No quieren, en fin, que siga en Miraflores.

Se hace necesario tomar en cuenta que esa declaración es la que recubre discursivamente a los comandos que se agruparon en Conatel para encararse con los estudiantes que allí se dirigían, a los grupos paramilitares que en Mérida protagonizan agresiones contra la ULA y sus miembros, y a las demás unidades militares ilegales que se pasean en las ciudades venezolanas como el instrumento del terror oficial, bajo la mirada proxeneta de los mandos militares.

La Ignorancia Como Desastre. El Capitán Garfio se ha declarado marxista de oído, al confesar que lo es sin haber leído a Marx. Este episodio puede pasar como un capítulo más en la Enciclopedia del Ridículo. No obstante, sería indispensable que Chávez sí tratara de leer alguna buena crónica de la Guerra Civil Española para que sepa la dimensión de lo que un jefe ignorante puede provocar. Exactamente como Chávez hace, con su intolerancia, sus grupos armados, su lenguaje sicalíptico, su violencia y su exclusión, se devastó España en medio de estrategias de exterminio, lo que dio pie a una dictadura de 40 años. Recuérdese que cuando los demonios se sueltan sólo regresan cuando completan su oficio.



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