domingo, marzo 06, 2011

"La mejor forma de libertad social es derrotar la pobreza y crear una sociedad con igualdad de oportunidades" Asegura el Presidente Sebastián Piñera.



POR:JAVIER MORENO.

"Nos hemos propuesto terminar con la pobreza extrema en cuatro años"

1-EL PERSONAJE POLÉMICO. Estuvo claro desde el principio, sin necesidad de esperar a concluir una conversación que finalmente se alargó más de una hora en uno de los salones que el presidente de Chile ocupaba en el Hotel Excelsior en la lujosa Via Veneto de Roma el miércoles pasado, cuajado de muebles estilo Biedermeier e Imperio, sea el imperio que sea, y adornado con cuatro severos retratos de damas de la nobleza de la Italia del XVII, que la impresión de los observadores más atentos a la realidad en América Latina resulta acertada: Sebastián Piñera se ha convertido en una de las figuras más interesantes, pero también más controvertidas, en el tablero político del continente.
Cuando le conocí hace dos años, en Santiago de Chile, en un ambiente informal de compartir charla y copas, Piñera tenía, para ser francos, casi todo en contra en su intento de conseguir la imagen en la historia a la que sin duda aspira. Todo excepto, claro está, los sondeos electorales, que le colocaban ya en posición de desalojar del poder a la Concertación, una conjunción inimaginable en cualquier otro país latinoamericano de socialistas y democratacristianos, explicable sólo por el trauma que supuso la dictadura de Pinochet y que no sólo había dirigido con gran éxito la transición desde el detestado régimen de los espadones a una de las democracias más estables de América Latina, sino que había asegurado 20 años de prosperidad y avances sociales.
Casi todo en contra significa, para empezar, que optaba a la presidencia con una coalición cuyos personajes más conspicuos no sólo defendieron la dictadura de Pinochet sino que propugnaron abiertamente su permanencia en La Moneda, cuando él, Sebastián Piñera, doctorado en Harvard, profesor de economía, emprendedor de éxito, se había mostrado abiertamente antipinochetista e incluso había ayudado en la campaña por el no en el referéndum que finalmente supuso la expulsión del poder del tirano.
Pero además era empresario. Y no uno cualquiera, sino uno rico e influyente, con una larga carrera salpicada de no pocos escándalos. Controlaba o disponía de participaciones importantes en LAN Chile, una de las líneas aéreas más importantes de la región, en la cadena de televisión Chilevisión, en un popular equipo de fútbol, hospitales privados y así una larga lista que elevaba su fortuna personal, a falta de un dato oficial, a cualquier cifra por encima de los 2.000 millones de dólares según las fuentes, la imaginación o la malquerencia de cada uno. El cliché resultaba tan inevitable como verosímil: Sebastián Piñera era el nuevo Silvio Berlusconi de Chile, dispuesto a cimentar sus negocios desde el poder político, a ignorar los conflictos de intereses que inevitablemente se iban a derivar de su doble condición de hombre de negocios y presidente del país y sí, de creer a sus enemigos, a utilizar las palancas del poder para aumentar su patrimonio.
La comparación le irritó siempre, y poco dado a la contención verbal, al menos mientras no fue presidente, zanjó la polémica sin contemplaciones ni finuras diplomáticas en una entrevista de 2004: "La comparación con Berlusconi no me gusta nada. Además de las razones obvias, que insinúan una utilización de los medios para una carrera política, hay otras más: Berlusconi es pelao y yo todavía tengo mi cabellera. Y él ha pasado varias veces por el quirófano para cirugía plástica y yo todavía ninguna". Berlusconi es el primer ministro con el que precisamente se vio este miércoles horas antes de esta entrevista. Antes de comenzar la conversación, Piñera quiere repasar con una ayudante las imágenes del encuentro con el primer ministro italiano.
-A ver, muéstreme más fotos. ¿sólo hay estas?
-Hay más de 80, señor presidente. Pero estas tres son las mejores.
-Muéstremelas de nuevo. La anterior. Está bien.
Es ejecutivo, imperioso y aparentemente no le importa mostrarlo en público. "Más que ansioso", me explicará luego, "soy un hombre que vive con un cierto sentido de urgencia, me doy cuenta de que la vida es corta, que las metas son muchas, y por tanto, detesto perder el tiempo, y me gusta avanzar a la mayor velocidad posible. Y eso es un estilo que he tratado de imprimir a nuestro Gobierno, a los ministros, a todas las autoridades públicas". Consulta de pie algún documento en un ordenador portátil que alguien le acerca. Contesta de pie un mensaje en el teléfono móvil. Se sienta. Encargamos té y coca-cola. Se disculpa por quitarse la chaqueta, se queda en mangas de camisa y se dispone a contestar mis preguntas.
Gobernar es elegir, le espeto. Elegir con quien se quiere estar en el poder. Elegir los socios. Elegir para quién se va a gobernar. ¿Por qué entonces ir de la mano con la derecha pinochetista, él, muy de derechas, pero que no fue partidario del dictador? ¿Por qué no otros socios?
-Le cuento: durante el Gobierno militar estuvimos en trincheras opuestas, porque yo era partidario de recuperar la democracia lo antes posible y muchos en la Alianza eran partidarios de prorrogar el mandato del general Pinochet. Pero una vez que recuperamos la democracia, la recuperamos ¿para qué? Para que cada uno pudiera seguir libremente su camino. Y todos nos comprometimos con esa democracia. Yo pensé que el sector más afín a esa trilogía de la libertad - política, económica y social - era la Coalición a la cual me incorporé.
-Se lo tuvo que pensar usted mucho.
- Por supuesto que lo tuve que pensar, porque habíamos tenido muchas diferencias en relación al Gobierno militar, pero hoy día, dentro de la Coalición por el Cambio, el compromiso con la democracia, con los derechos humanos, es algo que no se discute, es tan natural como el aire que respiramos.
Siendo su fortuna personal y los posibles conflictos de interés que esta pudiese suscitar el otro foco de atención si alcanzaba la presidencia de la República, Piñera anunció su disposición a desactivarlos. "He vendido todo", explicó, una decisión que no debe resultar fácil para quien ha construido ese todo, lo que es en los negocios, lo que era en la vida, a lo largo de las décadas que cubren su juventud y madurez. Piñera tiene ahora 61 años.
-Antes de ser elegido presidente yo puse una parte muy importante de mis inversiones en un fideicomiso ciego, en instituciones financieras chilenas, y eso está siendo administrado por ellos sin ningún conocimiento mío. Y sin embargo, yo decidí vender algunas empresas, como una línea aérea, un canal de televisión, un equipo de fútbol. Y esa fue una decisión que yo tomé voluntariamente, porque pese a todo lo que prometió la Concertación nunca logró aprobar una ley que regule la legítima actividad privada de aquellos que tenemos una legítima vocación de servicio público.
2 UNA APUESTA ANTE LA HISTORIA. A lo largo de la entrevista Piñera detallará las líneas maestras por las que discurre su proyecto político para Chile, "la mejor forma de libertad política es la democracia, la mejor forma de libertad económica es la economía social de mercado abierta, libre, competitiva; y la mejor forma de libertad social es derrotar la pobreza y crear una sociedad con igualdad de oportunidades", un discurso que en sí mismo podría no diferir en demasía de tantos otros que los latinoamericanos han escuchado durante décadas sólo para descubrir, finalmente, como la retórica se disolvía ante la impotencia, aunque ella sea de buena voluntad, o peor, ante la demagogia y aun la corrupción o el engaño. Pero a mí me sorprende la fijación con la lucha contra la miseria. Me sorprende su insistencia, su fijación. ¿Y si esta vez es diferente? Brasil, desde la izquierda, ha dado pasos de gigante con Lula. ¿Está cambiando el patrón histórico en la región, o al menos en algunas partes de ella, con la llegada de una nueva generación de líderes políticos? ¿Se puede hacer lo mismo desde la derecha? ¿Cuál es la razón de que un presidente tan conservador elija la pobreza como el objetivo por el que será juzgado?
-La pobreza es un verdadero cáncer en las sociedades, no solamente porque significa condenar, en nuestro país, a casi tres millones de chilenos a vivir por debajo de la línea de la dignidad, que es lo que nosotros llamamos la línea de la pobreza. Además, genera problemas de fondo en el desarrollo de las sociedades, en la calidad de la democracia y la paz social, incluso en el potencial de desarrollo. Por eso nos hemos propuesto terminar con la pobreza extrema durante nuestro Gobierno, cuatro años, insertar las bases para que Chile logre, antes que termine esta década, dejar atrás el subdesarrollo y derrotar la pobreza. No es una meta imposible; es ambiciosa, pero absolutamente factible. Le voy a dar un sólo dato: la brecha de la pobreza en Chile, es decir, el porcentaje del ingreso nacional que deberíamos transferir, si pudiéramos transferirlo, directamente a cada una de las familias que viven en pobreza, es aproximadamente un 1,5% de nuestro producto nacional bruto. Este año Chile va a crecer un 6% y por tanto, cómo no va a ser razonable, posible, y ética y moralmente un imperativo hacer lo que sea necesario para que un pequeño porcentaje del crecimiento económico vaya a esos tres millones de chilenos que viven en condiciones de pobreza. Chile es un país que puede hacerlo. Tal vez a otro país de América Latina le va a tomar más tiempo, y por eso la gran misión de nuestra generación, que es la generación del bicentenario, es derrotar la pobreza y superar el subdesarrollo.
- ¿Y cómo piensa hacerlo? Porque los gobiernos conservadores, por lo general, desconfían de los instrumentos del Estado y tienden a pensar que basta con crecimiento económico para que algo de esa riqueza acabe llegando de una forma u otra a los más desfavorecidos. Lo que casi nunca sucede.
-La economía de mercado y el crecimiento son grandes generadores de riquezas y de oportunidades, pero no son mecanismos que permitan distribuir esa riqueza y esas oportunidades en forma justa. Por eso, se requiere la acción del Estado, porque en ese error el Estado no solamente es insustituible, sino que es el único que puede cumplir esa tarea. ¿Cómo queremos atacarlo nosotros? Primero es erradicar las causas, las verdaderas causas de la pobreza y de las desigualdades excesivas, que yo pienso que son básicamente tres: la mala calidad de la educación. En esta sociedad del conocimiento y de la información; que la educación sea un elemento tan discriminatorio, lo que hace es perpetuar las diferencias, y por eso muchas veces en América Latina basta ver la calidad de la cuna para poder predecir cómo va a ser la calidad de la tumba. Segundo: crear trabajos, buenos trabajos. Y por tanto nuestro propósito es crear un millón de nuevos empleos, equivale a que España creara seis millones de nuevos empleos. Y la tercera medida a la causa es fortalecer la familia, porque está muy demostrado que una familia débil significa menos oportunidades, menos educación, más delincuencia, más droga de sus niños. Y como esto toma tiempo, estamos implementando otro tipo de medidas, mucho más rápidas: crear un ingreso ético-familiar, y va a consistir en que el Estado, usando los recursos de todos los chilenos, les va a transferir a esas familias que viven en la pobreza, ingresos a través de subsidios, pero no de forma incondicional, sino que condicionado a que la familia se comprometa con su propio futuro. Y en cosas muy concretas: para que la familia sea beneficiaria de este ingreso ético-familiar va a tener que asumir un compromiso y esto parte del mes de abril de este año, que sus niños van a la escuela, y no desertan, que sus niños tengan sus controles de salud al día, que los que están en edad de trabajar trabajen o busquen trabajo, o se capaciten. Y hay un mecanismo de medición en Chile, muy conocido por todos, que mide qué es lo que es la pobreza extrema y qué es lo que es la pobreza, y por tanto la gente nos va a poder medir.
-¿Es consciente de que se juega su papel en la historia con promesas tan concretas sobre la pobreza?
-Feliz de jugarme mi papel en la historia con una promesa tan noble y tan digna y tan factible como es que nuestro país logre ser o tal vez el primer país de América Latina, porque es el que está más cerca de lograr derrotar la pobreza y superar el subdesarrollo.
3 EL PROYECTO POLÍTICO. A estas alturas de la conversación resulta necesario reconocer, con todo, que el discurso de Piñera, a expensas de que la realidad lo valide o no en los próximos meses y años, supone una aparente ruptura con las prácticas tradicionales de descalificación del contrario, de alineamiento incondicional con los propios y de ninguneo más o menos diplomático de los vecinos.
En un país sobre el que todavía gravita y mucho, a izquierda y derecha, la moral católica, Piñera ha prometido una legislación para reconocer los derechos de las parejas no casadas, incluidas las del mismo sexo. Ha aceptado la píldora del día después tras un razonamiento interior un tanto extraño -"después de estudiar muy a fondo el tema llegué a la conclusión de que la píldora no es abortiva porque lo que hace es evitar la concepción, y en consecuencia, creo que no hay ninguna razón para prohibir la distribución de la píldora del día después en Chile", que no ha sentado muy bien a sus socios de gobierno, aún más a la derecha que él y, por encima de todo, mantiene un discurso crítico pero no apocalíptico sobre la oposición.
De Brasil acepta el liderazgo regional -"nosotros reconocemos eso como un hecho, y esperamos que Brasil pueda representar cada vez con más fuerza no sólo su propia voz sino que también juntos representemos la voz de América Latina en este mundo nuevo que está emergiendo". Y hasta de Hugo Chávez, en las antípodas ideológicas, matiza que suponga peligro alguno, excepto para sus propios ciudadanos: "Mire, mucha gente pensó eso hace diez, cinco años atrás. Yo pienso que la difícil situación que está viviendo Venezuela dentro de ella misma ha disminuido notablemente la intención que en algún momento apareció de exportar ese modelo e intervenir en otros países. Y por tanto, no quisiera calificar a mis colegas presidentes, solamente decir que el modelo que estamos siguiendo en Chile es el mejor para Chile, y que el modelo que está siguiendo Venezuela no va por el camino correcto".
Once días antes de tomar posesión, en marzo del año pasado, el peor terremoto de la historia de Chile no sólo supuso una tragedia en términos de vidas humanas, de destrucción de infraestructuras, de escuelas, hospitales, viviendas, sino que pareció por un momento hipotecar de un golpe brutal toda la acción de gobierno del entonces presidente electo.
Daños por 30.000 millones de dólares, un 17% del PIB nacional borrado de un mazazo. Todas las promesas de la campaña en el aire. Todos los proyectos, en suspenso. Y con todo, justo un año después, y pese a las críticas por la lentitud en la reconstrucción, Piñera recita a toda velocidad sin titubear un instante, como una hoja de Excel, los logros de su gobierno: "Nuestra economía duplicó la tasa de crecimiento del Gobierno anterior; creó más del doble de los empleos que se habían creado año a año en el Gobierno anterior; aumentó la inversión a un ritmo de más del 20%, aumentó la exportación; le voy a hacer una breve comparación entre el año 2009 y el año 2010: crecimiento económico: de -1,5% a +5,2%; creación de empleo: de menos 45.000 a más 420.000; inversión: de menos 15% a más 20%; exportaciones: de estancadas a más del 27%".
Escuchándole, le digo, da la impresión que Chile haya pasado los últimos 20 años de su historia dormido o abotargado, cuando existe un cierto consenso entre observadores internacionales de que, durante las dos décadas de gobierno de la Concertación el país registró avances enormes hasta el punto de que se ha convertido, por supuesto antes de la llegada de Piñera a la presidencia, en ejemplo y modelo admirado en toda América Latina.
-Mire, cuando uno evalúa un país, la pregunta es con qué vara lo mide, con quién se compara. Si uno lo compara con América Latina, tal vez los resultados son favorables, pero si uno lo compara a Chile con los líderes del mundo, la verdad es que nos empezamos a quedar atrás. Yo acepto y reconozco que durante la Concertación se hicieron muchos avances, veinte años de Gobierno, pero también quiero que tomemos conciencia de la verdad y de los hechos. La tasa de crecimiento de nuestra economía empezó a caer: de ser un país líder en materia de crecimiento, 7% al año, en el último Gobierno de la presidenta Bachelet la tasa de crecimiento fue menos del 3%, que para un país como Chile no es suficiente. A eso apunta nuestro Gobierno, a recoger lo bueno de Gobiernos anteriores, pero no seguir cayendo en esa tentación de dormirse en los laureles, y vivir de las glorias pasadas.
-Aceptar los logros de gobiernos anteriores no es un discurso que se oiga con frecuencia en otras partes, desde luego no en España, por ejemplo. Ni en casi ninguna otra parte en América Latina.
-La Concertación fue una coalición política muy exitosa y fecunda en Chile. En primer lugar, porque fue decisiva en lograr un retorno a la democracia anticipado con el triunfo del no en el plebiscito del año 1988. Y yo participé de esa cruzada y de esa causa; y activamente, comprometidamente. Y después logró hacer que la transición fuera muy exitosa. Por lo tanto, yo aprecio mucho lo que la Concertación significó para Chile en la recuperación de la democracia y en la transición hacia la democracia en sus primeros Gobiernos, pero poco a poco fue llevando a Chile por un camino que significaba menos crecimiento, menos empleo, menos inversión, no logró corregir las desigualdades, no hizo grandes reformas para poder entrar a este mundo nuevo de la sociedad del conocimiento y la información con pilares sólidos. Y por tanto, yo creo que el cambio era absolutamente necesario.
-Perdone que insista, pero en esto Chile vuelve a ser una excepción a la polarización absoluta de la política en casi todas partes, de blanco o negro, de todo o nada, de negar al adversario sin matices.
-Eso es verdad, es verdad porque en Chile, después de haber vivido periodos de confrontaciones ideológicas brutales, como fue el periodo del Gobierno del presidente Allende, que quiso seguir un camino de socialismo marxista para Chile, que llevó a una confrontación total, o el periodo del Gobierno militar, que también llevó a una confrontación total. Afortunadamente, los chilenos logramos un acuerdo en las grandes líneas: el compromiso con la democracia occidental, que ya no es descalificada como lo era en los sesenta, los setenta, como una democracia burguesa sin ningún valor, como lo hacía la izquierda; el compromiso con la economía social de mercado, libre, abierta, competitiva, y no esta pretensión de establecer un sistema socialista o estatista, y el compromiso con lograr mayores igualdades, y luchar con mayor eficacia contra la pobreza, son compromisos que cruzaron toda la sociedad chilena, y eso le dio una gran estabilidad al modelo y a Chile. Por tanto, yo no estoy hablando de una confrontación ideológica total, de dos sectores del país quieran llevar al país en direcciones totalmente opuestas.
-Cuatro años parecen pocos para su proyecto político, tal como lo ha esbozado hasta ahora. En Chile, como en tantos otros países latinoamericanos no existe la reelección en el cargo, fruto de la perpetuación en el poder de tantas tiranías. Mantener esa política se ha convertido de alguna manera en un indicador de la calidad de la democracia.
-En Chile existe la posibilidad de reelección, pero no de forma inmediata, y no tengo ninguna intención de cambiar la Constitución en esa materia.
- No de forma inmediata...
-Está permitido. Cualquier expresidente de Chile, como lo intentó el expresidente Frei, puede aspirar a ser presidente nuevamente.
- ¿Aspirará usted?
-Mire, cada día tiene su afán. Yo estoy hoy día comprometido con hacer un gran Gobierno durante estos cuatro años y, por supuesto, quisiera, me gustaría, y voy a trabajar para traspasarle el mando a un Gobierno que continúe nuestra obra.
La entrevista termina y antes de que el presidente se levante rumbo al siguiente acto oficial, ya noche cerrada en Roma, mientras diluvia sobre Via Veneto, le leo lo que declaró en 2004 de Berlusconi, sobre cuyo encuentro de esa tarde La Repubblica dirá al día siguiente que fue inusitadamente breve, pese a las declaraciones oficiales de cordialidad, y sin la acostumbrada conferencia de prensa conjunta posterior. El jueves Piñera, de fuertes convicciones católicas, tiene previsto ver al Papa. Le pregunto si alguna vez se arrepiente de sus declaraciones. Al oír en voz alta sus propias palabras parece sorprenderse, se queda en silencio unos segundos por primera vez en una hora de conversación, duda, no recuerda, alarga la mano para darle la vuelta al papel en el que las he anotado, las lee, reflexiona otro instante y responde lentamente, como no lo ha hecho hasta ese momento.
-Mire, hay una canción maravillosa de Edith Piaff, que dice "No me arrepiento de nada". Yo no soy de los que no se arrepienten de nada, me arrepiento de muchas cosas, y con los años uno pierde fuerza en los músculos, flexibilidad en las articulaciones, se pone más blanco el pelo, pero gana en sabiduría, comprensión y prudencia. Y yo creo que he ido ganando en esos factores y por supuesto que me arrepiento de muchas cosas. Desgraciadamente, existe eso de que la palabra dicha, la flecha lanzada, no vuelven. Y por eso cada día pienso más en la prudencia. Y me gusta más la calma.

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