lunes, agosto 04, 2008

"País en despeñadero"


POR:MIGUEL BAHACHILLE.

Cuando el gobierno habla de bienestar creciente en el país, seguramente se refiere a los grupos chavistas que ven engordar su patrimonio por factores ajenos al trabajo. Ciertamente esta ventura no crece en la misma proporción para todos. Sin embargo las esferas dominantes, encarnadas por unos resentidos, afianzadas por unos poderes subyugados, se perciben cada vez más fragmentadas por el reparto del botín. La lucha a muerte entre ellos mismos (revolucionarios) ya no puede ser encubierta por el aparato propagandista del Estado. Las denuncias de Tascón y Azuaje, entre muchas, contra antiguos camaradas son ejemplos inocultables de cómo la corrupción los corroe. ¡Hora menguada de la Patria!

¿Qué le queda a los oficialistas? Seguir avasallando al pueblo aunque declaren lo contrario. La segregación estimulada por Chávez y sus acólitos entre pobres y ricos; blancos y negros; norte y sur; industria y agricultura; lejos de superar los conflictos, los agravan. Mientras más escindida esté nuestra sociedad, en esa misma medida se incrementa el prejuicio social estimulado por el jefe con catastróficas consecuencias sobre los grupos que el régimen ha logrado dispersar. ¿Cómo crecen los prejuicios creados por Chávez? Veamos: "Los pobres no tienen casas porque los ricos se apropiaron de los mejores espacios urbanos; la agricultura mecanizada y moderna no tiene sentido social por lo cual debe ser entregada a las cooperativas; las empresas de servicios públicos como la electricidad, telefonía, siderúrgicas, deben ser operadas por el Estado en resguardo de la soberanía nacional; los espacios libres de esparcimiento constituyen un invento del capitalismo por lo cual deben desaparecer para un mejor rendimiento".


Pudieran llenarse páginas completas con prejuicios similares fabricados por el presidente en atención a sus miserias políticas. Ahora le ha dado por iniciar una anunciación bélica sin sentido con alto costo para la República. Como si fuera poco, también pretende cambiar los antiguos libros de historia para transformarlos en una épica acorde con sus deseos. En la nueva historia no habrá guerras perdidas y sus actores serán, como él mismo se autocalifica, todos héroes. Pretende sacar dividendos políticos con prejuicios creados a través de malcriadas deformaciones de la historia. Hitler hizo posible que el pueblo alemán, considerado entonces como el más culto, se creyera "elite de la humanidad" porque exacerbó los conflictos latentes y abiertos. El final de su historia es bien conocido.


Lo recóndito del asunto es que existan grupos que todavía profesan de buena fe una ingenua adoración por el héroe salvador. Ciertamente el fervor inicial hacia el vendedor de espejismos ha mermado considerablemente y vemos ahora cómo el "rudo héroe" se asusta con su propia sombra al caminar. De allí los costosos e inútiles viajes hacia el exterior donde la lobreguez no lo envuelve tanto. Todas estas circunstancias le están dando una extraordinaria ocasión al país y, sobre todo, a la oposición, para que en noviembre próximo desmonte esta terrible farsa. No asumirse hoy esta empresa con seriedad es confirmar que Chávez es lo que el país se merece.


1 comentario:

Anónimo dijo...

Roberto Giusti // Las elecciones serán un referéndum

Los electores deben votar para derrotar definitivamente una enfermiza obsesión de poder
La emboscada de las 26 leyes habilitantes y la estatización del Banco de Venezuela implican un giro drástico de la campaña electoral y convierten las elecciones del 23 de noviembre en un nuevo referéndum.

Está claro, aun cuando se desconozca el contenido de las leyes (seguramente aún no está elaborada la mayoría de los textos) que el propósito es imponer, por la vía de los decretos leyes, la reforma constitucional ya rechazada el pasado 2 de diciembre. Es decir, temas como el de la propiedad, la nueva geometría del poder y la politización de las Fuerzas Armadas, resucitan bajo un formato distinto y entran al debate en un momento en el cual se está definiendo, para mal o para bien, los procesos unitarios en ambos bandos.

Lo mismo ocurre con la compra del Banco de Venezuela y las circunstancia que rodean su pase a la administración pública. Un esquema parecido al del año pasado, cuando sobre la base de su triunfo en las presidenciales del 6 de diciembre, Chávez anunció la estatización de la Cantv y de la Electricidad de Caracas, así como el cierre de RCTV.

En ese marco inició su cruzada por la Reforma Constitucional bajo un estrategia de polarización: o Chávez o el caos, reelección indefinida o guerra. Y era cierto. La suerte del país dependía de los resultados del referéndum y una mayoría, abonada con parte no deleznable del chavismo, comprendió como un acto de masoquismo político la propuesta de votar por un proyecto que cercenaría las libertades y liquidaría el sistema democrático.

Ya sabemos que el tiro le salió por la culata y que la estrategia resultó equivocada. También intuíamos que el hecho de haberse quedado con las manos vacías, con un preaviso de despedido y fecha establecida (febrero del 2013) no iba a refrenar su apetito de poder. Hoy queda oficialmente confirmada la sospecha y pese a la violación constitucional y a la arbitrariedad que conlleva, ahí está, repitiendo el esquema del año pasado a la espera de no sabemos por qué mecanismo de prestidigitación pueda modificar una tendencia que luego del 2 de diciembre no ha hecho sino crecer y fortalecerse.

No obstante la oposición debe comprender que si antes ya resultaba una necesidad entender la campaña electoral y los comicios del 23N como un proceso donde está en juego mucho más que 23 gobernaciones y 328 alcaldías, ahora ya resulta inevitable asumirla en esa perspectiva.

Obviamente los electores esperan un cambio radical en la administración de los estados y la solución tan postergada de sus problemas cotidianos y eso no puede olvidarse. Pero Chávez ha convertido las elecciones en otro referéndum y el electorado está en el deber de votar, una vez más, para derrotar, ahora sí definitivamente, una terca y ya enfermiza obsesión de poder.

rgiusti@eluniversal.com