domingo, diciembre 23, 2007

¿Es el Presidente sostenible? La derrota venía de atrás.


POR:CARLOS BLANCO/ TIEMPO DE PALABRA.


"La derrota electoral descubrió que el oro era bronce y la plata hojalata"

¿Es el Presidente sostenible?

Hay quien defiende que la mejor política de la disidencia democrática sería insistir en que Chávez se dedique a gobernar. Cabe imaginar a quien se ha concebido como líder intergaláctico, dedicado a atender -¡durante cinco interminables años!- los problemas derivados de la decadencia de las carreteras nacionales, la miseria de los ambulatorios públicos, el drama de la destartalada infraestructura educativa y de sus desamparados docentes, las consecuencias de inundaciones y sequías, la arbitración de formas para que la leche llegue a los hogares, las decenas de asesinatos diarios, el desempleo, los precios desbocados. A él le resulta casi imposible descender desde la gloria inmarcesible de la historia a los problemas de la contaminación del lago de Maracaibo o de la inaguantable basura que se traga a Caracas. Su peor condena podría ser el mandato que le trueque su ruinosa y ruidosa revolución en una administración pública cotidiana, excesivamente normal, que combine virtudes y defectos de los gobiernos de Pérez y Caldera o de Herrera Campíns y Lusinchi. El socialismo devenido en burocracia; la épica bolivariana convertida en desafío municipal. Como escribió Álvaro Benavides hace pocos días: "Quienes reclaman a Chávez que gobierne le están exigiendo que se calle, que deje de atropellar, de malbaratar, de falsear, y que se dedique a trabajar para solucionar el gravísimo estado de descomposición en el que ha sumido a Venezuela."

LA DERROTA VENÍA DE ATRÁS. Después de los acontecimientos que culminaron el 2 de diciembre, el régimen ha sufrido una mutación genética. La derrota electoral descubrió que el oro era bronce, y la plata, hojalata.

El partido de la revolución no era revolucionario; es más, ni siquiera era partido. El intento de construirlo desde el gobierno, a fuerza de coacción, demostró su inviabilidad. Las Cívicas Bolivarianas y el PDV habían demostrado hace casi 70 años que era una mecánica inviable. El derrumbe soviético y de su periferia mostró cómo eran de endebles estructuras que se pensaban con vocación de eternidad. Hitler conoció cómo mil años se reducían a doce. Pues no; la innovación barinesa prometía otro resultado. Fue así como se asumió la tarea que nunca se cumplió. El partido murió de intoxicación prenatal. En el reto electoral se pensaba que la combinación del PSUV junto al temor, haría de las suyas. Vana ilusión.

El otro descubrimiento es que los militares no quieren el bochinche bolivariano. Es cierto que se ha destruido la institución militar, pero no a los militares. Los oficiales le habían sacado el taburete desde hace algún tiempo; posiblemente no para tumbarlo, sino para establecerle límites. Chávez no entendió que no bastaba sacar a los miembros de la FAN que, desde el inicio, no simpatizaban con su proyecto. Más allá, el descontento comenzó a emanar desde sus propios partidarios iniciales; de aquéllos que veían con cierto agrado que uno de los suyos estuviese al mando. Unos más pronto, otros más tarde, han caído en cuenta que el desastre al cual son conducidos junto a los demás ciudadanos, no puede ser aceptado. Lentamente, un tejido de rechazo dentro de los suyos y de los anteriormente llamados institucionalistas, se conformó. Tal vez su expresión haya sido Baduel, quien mostró públicamente el umbral que los oficiales no estaban dispuestos a traspasar.

No contaba el Bonaparte con la huelga de brazos caídos de los chavistas, ahora víctimas de la neurastenia por lo que pudo haber sido y no fue. Lo que en el campo militar era la desobediencia, en el campo civil era la rebelión silenciosa del chavismo. Gobernadores, alcaldes, funcionarios de nivel medio y medio-alto, no ocultaban su desazón; el caudillo lo sabía, pero creía que podía arrastrarlos porque le debían todo lo que tenían, hasta la corbata Louis Vuitton y los zapatos Gucci, incluida la estolidez sus portadores. No podían rebelarse, pero se rebelaron como lo hacen los sometidos: en la primera esquina que encuentran se salen del pelotón.

Un factor que arropa lo anterior es el envenenado efecto de la corrupción masiva. No se trata de este o aquel funcionario ladrón, sino que muchos chavistas saben que el país asiste a un saqueo irrefrenable como mecanismo para lograr apoyos e impedir que alguien intente salirse del redil, so pena de ser chantajeado. El caso Antonini, Kauffman, Durán, y de otros aventajados jóvenes bolivarianos, muestra que se pueden lograr solidaridades a fuerza de complicidad, pero cuando, por alguna razón, se descose un pequeño hilillo lateral, la vestimenta del emperador se convierte en un desarreglado ovillo que lo deja a la intemperie, desnudo, en medio del círculo polar ártico. Ni Dios ni Diosdado salen en su auxilio. Ni Adán ni Evo tampoco.

EL NUEVO CAUDILLO. Hay un nuevo Chávez que, sin quererlo, ha mostrado sus vergüenzas políticas en plena plaza pública. Los militares le hicieron saber, moviendo los sables en la noche, que no se iban a lanzar contra los ciudadanos que protestaran un eventual fraude. Los chavistas le hicieron saber, con la elocuente y muda señal del desamor, que no se calan más sus desvaríos.

Perdió la magia ante los militares -por lo menos ante un grueso sector- porque ya no los puede exhibir como sus domesticados servidores; y perdió el encanto entre partidarios que estiman que de autor, guía, maestro, inspirador y líder, se ha convertido en desastrado enterrador de la comarca, al hundir el proyecto en el cual han creído sus partidarios.

Como se ha dicho en este rincón de la palabra en otros instantes, al personaje que se le reían las gracias, cuyas obscenidades eran celebradas como singulares expresiones de un fuerte carácter, y al que se atribuían fantásticas dotes de comunicador, ahora se le mira como el maníaco caudillo que no entiende la realidad en la cual está inserto, incapaz de concebir cómo sus amigos comentan por lo bajo que el país se hunde en el crimen y el único interés que muestra el impresentable personaje es averiguar quién mató al Libertador. Hay que conservar la esperanza de que no llegue a imaginar que la gravedad de Fidel es producto de un envenenamiento por parte de Raúl. ¿Se imaginan el descalabro en la azotea?

Chávez está a punto de un viraje. Tiene que buscar aliados y tiene que romper con alguien; tal vez la mano helada y temblorosa de Fidel se haya posado sobre el hombro de su devoto seguidor, para estimularlo en alguna dirección y sólo se sabrá en unos días, cuando el desleído comandante vuelva a hablar.

Lo cierto es que, como señaló Arnoldo J. Gabaldón, la Asamblea, el TSJ, el CNE, el Poder Ciudadano, gobernadores y alcaldes, se han hecho políticamente inviables. A chavistas descontentos y a opositores les conviene su renovación para expresar al país que ha emergido. ¿Podrá Chávez sobrevivir como Presidente al cambio que parece avecinarse?



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