lunes, febrero 02, 2009

"10 años de Chávez"


POR:ARMANDO DURÁN.

Hace exactamente 10 años, Hugo Chávez asumió la Presidencia de la República.

Pero como desde su perspectiva de delirio y ambición 10 años no son nada, el viernes pasado, desde el cerro Bolívar, tuvo la audacia de anunciar que seguirá gobernando de 10 en 10 años, hasta 2039.Aquel 2 de febrero, que fue sin duda un día de expectativas y esperanzas, Chávez formuló una advertencia a la que no se le prestó entonces (ni ahora) la menor atención.
Si bien Von Clausewitz había señalado en su famoso libro de estrategia que “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, ahora Chávez nos ofrecía su versión sobre ese clásico aforismo: “La política es la continuación de la guerra por otros medios”.
Y, en efecto, desde entonces, Chávez ha venido aplicando el teorema de manera sistemática e implacable. Primero fue la redacción inmediata de una nueva constitución, fundamento todavía incompleto pero suficiente para sostener el primer tramo de su ambicioso proyecto político, cambios que a lo largo del proceso tendrían que ir acercando la sociedad venezolana cada vez más a la revolución cubana. Los 47 decretos leyes de la primera Ley Habilitante (2001) fue su primer paso en esa dirección de llevar a Venezuela hacia el socialismo a la cubana, no por la vía de la insurrección, sino, según su doctrina de la política, como continuación de la guerra por otros medios. En este caso particular, echando mano del disfraz electoral y democrático para superar las derrotas militares del 4 de febrero y del 27 de noviembre de 1992, pero con el mismo objetivo.

Aquel súbito atajo que quiso imponerle al país para conducirlo al mar de la felicidad casi le cuesta el poder la madrugada del 11 al 12 de abril.
Una precipitación, sin embargo, que le permitió adelantar la muy decisiva primera purga de la Fuerza Armada Nacional, y después, cuando aquella misma Navidad se intentó salir de Chávez mediante un paro empresarial y una huelga petrolera que tenían un claro propósito insurreccional, pero que, como en la práctica no lo fue ni remotamente, le permitió a Chávez obtener una victoria cuya consecuencia inmediata fue apoderarse de Pdvsa y convertir la inmensa riqueza petrolera del país en la palanca del desarrollo de la revolución “bolivariana” tanto en Venezuela como fuera de ella. Eso sí, al precio de morder el freno hasta que la posposición continua del referéndum revocatorio de su mandato, gracias a la complicidad de la comunidad internacional y de la Coordinadora Democrática, le brindó a Chávez una gran oportunidad: torcerle el brazo a media Venezuela el 15 de agosto del año 2004.
Nunca más volvería la oposición a ocupar las calles del país. Superado así el peligroso escollo de la presencia activa de la sociedad civil en las calles, podía pensar que había ganado finalmente la batalla.
De manera muy especial, porque las elecciones regionales tiñeron de rojo el mapa político del país y la abstención opositora en las parlamentarias, al no tener esa táctica seguimiento alguno en la acción política, dejó en manos del régimen la totalidad de la Asamblea Nacional. Los cambios institucionales y la progresiva militarización del Estado tuvieron su punto de mayor efervescencia en las elecciones presidenciales de diciembre del 2006.
Volvió entonces Chávez a leer equivocadamente el valor de su victoria. Creyó que el mandado de su revolución estaba atado y bien atado, como solía repetir jactancioso Francisco Franco, y de inmediato decidió aprovechar la fuerza inercial de su triunfo para poner en marcha lo que él llamó los cinco motores de la revolución. Comenzando por una profunda y extensa reforma de la mejor Constitución del mundo, que en la práctica representaba la redacción de una nueva constitución, revolucionaria y socialista ya sin disimulos, previa eternización de Chávez en Miraflores. Un sueño que terminó bruscamente en catástrofe el 2 de diciembre de 2007.
Desde entonces, pero sobre todo después del 15 de febrero, todo ha sido y será guerra.
Guerra pregonada a tambor batiente si sus adversarios lo derrotan de nuevo, guerra si dentro de dos semanas se sale finalmente con la suya. Mientras tanto, la dirigencia de la oposición, acosada en todo momento, que antes se amparaba en la cómoda trampa de los trapos rojos, ahora se escuda tras el falso y oportunista argumento de “no caer en provocaciones.” Como si enfrentar con firmeza y rectitud los atropellos del régimen equivaliera a recurrir a la violencia.
De acuerdo con esto, uno se pregunta: ¿cómo serán los próximos 10 años del proceso político venezolano?

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