jueves, febrero 05, 2015

"Atrapados sin salida"("...Que la crisis venezolana se resuelva en un escenario constituciona dependerá...")



POR: VLADIMIRO MUJICA.

Cada vez es más visible la sensación agobiante de que la oligarquía chavista que gobierna los destinos de Venezuela se encuentra atrapada en el laberinto de sus propias contradicciones e intereses. Ante los ojos cada vez menos ciegos de un mundo que miró por largo tiempo con simpatía el experimento venezolano, se despeja la conclusión inescapable de que todo resquicio de pudor pseudo-revolucionario de aparentar gobernar para el pueblo se ha perdido. El chavismo se ejerce ahora sin escrúpulos como lo que siempre fue: un proyecto de control político y social de la nación. Condición esta que logró esconder de muchos de sus seguidores y del escrutinio internacional, en parte por la existencia de infinitos recursos para pagar por el populismo, y en parte por la conexión carismática del extinto comandante Chávez con una parte importante de los venezolanos.

Dos fuerzas inmensas impiden que el gobierno de Maduro tome las decisiones que tendría que tomar para evitar que el caos social y económico termine de devastar a Venezuela. Por un lado, la avidez insaciable de poder del ala más extremista y proclive al totalitarismo del chavismo que exige el avance del estado comunal y la profundización del proceso revolucionario. Por el otro, las mafias militares y civiles cuya existencia misma depende del control del Estado para proteger y ampliar su reinado de corrupción. La existencia de estas dos fuerzas, y la manera en que desde su propio campo de intereses cada una presiona al gobierno, terminan por ser elementos esenciales de la explicación de fondo acerca de la parálisis del régimen para afrontar, ni siquiera en sus términos más elementales, la profunda crisis de inseguridad y debacle económica que enfrenta la nación. A ello hay que añadirle el “empoderamiento” corrupto e irresponsable de grandes sectores de la población que se dedican al bachaqueo y el rebusque y que conforman un laberinto de pequeños circuitos de poder que en conjunto también presionan al gobierno con sus propias agendas.

Pero cometeríamos un grave error de ingenuidad si pensáramos que la situación venezolana puede analizarse simplemente como producto de la acción de un mal gobierno. La situación es mucho más compleja porque el gobierno venezolano no es malo por accidente sino por diseño. La conversión de existencia creativa y libre para la población en el engendro de subsistencia en que se ha transformado Venezuela, es un modelo de control de la población que persigue condenar a la gente a una pelea continua por sobrevivir y así menguar sus energías para pelear por sus derechos. Un esquema perverso y artero contra el pueblo que el gobierno ha adelantado a través de su tres creaciones más activas: el caos, la inseguridad y la corrupción.

Ya poco subsiste de la ilusión revolucionaria chavista. La conversión del movimiento popular liderado por el comandante, otrora portador de las esperanzas populares de transformación social, en el enemigo del pueblo que es hoy, represivo, arrogante y autoritario, es el resultado de un engaño de dimensiones épicas en que desafortunadamente creyó una parte importante del mundo político e intelectual venezolano. Pocas veces en la historia de un experimento político será más verdadera una cita terrible atribuida a Nietzsche y que en traducción libre se leería: “Cuando combatas con monstruos presta atención a que tu mismo no te conviertas en un monstruo … porque cuando escrutas al abismo el abismo también te escruta a ti” Enfrentados al reto histórico de transformar una democracia con carencias en un ejemplo para el mundo, el chavismo no solamente ha fracasado estruendosamente, sino que después de 16 años se ha convertido en su propio pasado, una versión degenerada de lo que en algún momento parecía destinado a combatir.

La necesidad inescapable de intentar mantenerse en el poder a todo evento lleva al gobierno a responder con represión al creciente descontento popular. En un cierto sentido el régimen se encuentra en su punto más débil, uno que debiera ser aprovechado por las fuerzas de la resistencia ciudadana para propiciar su debilitamiento y eventual salida constitucional. Pero ello no debe ser interpretado como que la deriva inevitable de los acontecimientos favorecerá esta salida. El régimen tiene todavía una capacidad muy importante para defenderse y ha demostrado la decisión de ejercerla independientemente de su costo político. Un ejemplo de ello fue la negativa a permitir a tres ex-presidentes latinoamericanos que visitaran a Leopoldo López, encarcelado ilegalmente en Ramo Verde. El gobierno sacó su cuenta y concluyó que era preferible afrontar el daño a su imagen internacional que proporcionarle un micrófono a López.

Tarea excepcionalmente riesgosa y compleja la que tiene ante sí la resistencia ciudadana, enfrentada a un régimen que aparenta estar atrapado y sin salida, pero con una clara decisión de defenderse, aún recurriendo a medidas extremas de represión. Que la crisis venezolana se resuelva en un escenario constitucional dependerá crucialmente de la efectividad de la resistencia en atraer a los descontentos del chavismo hacia un reencuentro del país en sus bases. Mucho más fácil decirlo que hacerlo, pero ese es el tamaño del reto.

 Fuente:http://www.noticierodigital.com/2015/02/atrapados-sin-salida-2/

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Vladimiro Mujica

El fin del comienzo

Dedico mi última contribución a la edición impresa de TalCual a su Director y fundador, Teodoro Petkoff, uno de los venezolanos más lúcidos e íntegros de nuestra vida republicana y cuya amistad me honra profundamente.

opinan los foristas

TalCual es la última víctima de la conducta transgresora y anticonstitucional del régimen que tristemente dirige los destinos de Venezuela, pero la batalla que ha dado este medio por preservar los valores de la democracia y la libertad quedará inscrita en las mejores páginas de nuestra historia.

El 10 de noviembre de 1942, en Mansion House, Londres, el primer ministro británico Winston Churchill, en un discurso fundamental de su carrera política, analizó el cambio que se comenzaba a ver en la guerra contra el nazismo. Refiriéndose en tono casi poético a esta transformación en los vientos de la fortuna del esfuerzo bélico contra la Alemania de Hitler, Churchill apuntó: “Ahora bien, esto no es el final. No es ni siquiera el comienzo del final. Pero sí es, quizás, el fin del comienzo”.

Parafraseando a Churchill, después de quince años de avance de la hegemonía chavista sobre los destinos de Venezuela se comienza a ver el final del comienzo.

Contrariamente a lo que pretenden hacernos creer los defenestrados próceres del gobierno del comandante, como su sempiterno ministro Jorge Giordani, no se trata de que Maduro es malo e inepto mientras que Chávez era bueno, brillante y cargado de buenas intenciones.

En verdad, cada mala decisión del gobierno de Maduro tiene su antecedente en el gobierno de Chávez. Comenzando por el hecho obvio de que quien escogió a Maduro como su sucesor no fue otro que Chávez mismo.

Por supuesto que los dos hombres son distintos, pero si algo ha habido en estos últimos años es continuidad en la política del desastre y el intento de castrar y dominar a la sociedad venezolana. Esto por supuesto no quiere decir que el gobierno de Maduro no represente una nueva realidad, sino que existe una línea de continuidad en el diseño y ejecución de la catástrofe histórica de transformar a Venezuela de uno de los países con más posibilidades en el mundo para generar felicidad para sus habitantes en un país sin ley donde todos los días hay algo que lamentar bajo el asedio permanente de la inseguridad, la carestía y las colas que han convertido en un calvario la existencia de nuestra gente.

Las diferencias entre Chávez y Maduro tienen mucho más que ver, por un lado con las carencias personales del segundo y, por el otro, con el avance del militarismo y la represión como respuesta a un país donde ya no es posible mantener la fantasía populista creada por el comandante, según la cual el Estado todopoderoso e inmensamente corrupto fabricado bajo la égida de Chávez y Giordani podía substituir el trabajo y el esfuerzo creativo por dádivas.

Anónimo dijo...

Vladimiro Mujica

El fin del comienzo
Junto con la pérdida aparatosa de popularidad en el terreno interno, se percibe un hastío, una creciente incredulidad de incluso sus más fervientes defensores en el terreno internacional frente a los dislates del régimen venezolano y su ascendente vocación represiva y de violación de los derechos humanos. Ya no son solamente los casos emblemáticos de López, o el general Baduel. Son los muertos en las manifestaciones estudiantiles del año pasado, son las torturas a los detenidos, es la manipulación grosera y descarada de los tribunales para justificar actos inconstitucionales del gobierno. En fin, una conducta que va dejando muy poco que envidiarle a la de los gobiernos gorilas del sur del continente que se hicieron tristemente famosos en países como Argentina, Uruguay y Chile. Para añadir el insulto al agravio, los proxenetas de la dispendiosa Venezuela, dispuesta a comprar apoyo político a cambio de petróleo barato, mantienen un discreto silencio y en casos especialmente oprobiosos como el de Cuba se acercan a la potencia imperialista del norte cuando ven cercano el fin del botín petrolero.

Pero como en el caso del combate contra el nazismo descrito en el discurso de Churchill de 1942, el mandato no está hecho. La caída del chavismo no ocurrirá mecánicamente sino que requiere de un esfuerzo supremo y concertado de la resistencia ciudadana, que ya no puede seguirse llamando simplemente oposición, para producir una salida constitucional. Son los tiempos de replantearse la nueva alianza que puede producir el cambio, como lo señaló en un profundo artículo reciente ese gran estudioso de Venezuela, y a quien tanto le debemos, el profesor Fernando Mires.

Anónimo dijo...


Maduro no es Allende (ni el psuv es la up)
Fernando Mires's picture
Autor: Fernando Mires, publicado

Con insistencia el gobernante Nicolás Maduro ha venido comparando su declive político con la situación vivida por el presidente Salvador Allende durante los últimos días de la Unidad Popular. Analogía que, como toda analogía, es falsa. Maduro, evidentemente, intenta acaparar para sí por lo menos una parte de la mitología que aún rodea a la tragedia que culminó en Chile en 1973. Sin embargo, los procesos experimentados en ambos países no pueden ser más diferentes.

¿Cómo comparar un gobierno legítimo que duró solo tres años con la existencia de un sistema de dominación política que ya lleva más de 15 años en el poder?

¿Cómo comparar a la UP, una amplísima coalición de partidos políticos -donde tenían cabida marxistas, socialdemócratas, cristianos e independientes- con el PSUV, partido-Estado, vertical y autocrático, donde solo caben quienes juran lealtades indeclinables a un mito histórico?

La UP pudo haber cometido errores, pero nunca dejó de ser un frente político amplio y democrático. El presidente Allende nunca tuvo la totalitaria idea de fundar a un Partido Único. Basta solo ver las fotografías del periodo. Las banderas de la UP eran multicolores y plurales. El PSUV es uniforme, aburrido, rojo. Rojo hasta el hastío.

¿Cómo comparar la situación internacional que acosaba al Presidente Allende con los largos años de bonanza petrolera vividos por la economía venezolana bajo Chávez y Maduro?

Allende, no se puede olvidar, fue una víctima de la Guerra Fría y de la política de bloques. Hoy no hay Guerra Fría ni hay política de bloques. Todo lo contrario. Incluso el gobierno de EE UU ha extendido la mano a Cuba. Ya hubiera querido tener Allende un espectro político internacional tan favorable como el que hoy goza Maduro.

¿Cómo comparar el descrédito que según todas las encuestas ha llevado a la popularidad de Maduro a los suelos con un gobierno como el de Allende que siempre mantuvo una alta cuota de popularidad? ¿Con un gobierno que siempre estuvo dispuesto a dialogar con sus contradictores bajo la presencia de la Iglesia Católica, la misma que hoy es agredida por el gobierno de Maduro?

¿Cómo comparar un periodo como el de Allende en el cual los tres poderes del Estado no solo mantuvieron su autonomía sino además se prestaron, como el Poder Judicial, al juego de la oposición? ¿No sabe acaso Maduro que la justicia en Venezuela es chavista y nada más?

El gobierno de Allende era formal y objetivamente hablando, democrático. Podemos discutir en ese sentido si el de Maduro es una dictadura o no. Pero democrático no es. Incluso el estilo político de ambos gobernantes es opuesto. Por ejemplo, no recuerdo haber escuchado de Allende un solo insulto en contra de la oposición ¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?

Además, Allende no mentía, jamás inventó magnicidios o cosas parecidas. Seguro, se equivocaba, y algunas de sus equivocaciones fueron fatales, pero no mentía ¿Podríamos decir lo mismo de Maduro?

Y lo más importante de todo: El gobierno de Allende fue derrocado por un golpe militar que instauró un gobierno militar. El gobierno de Maduro, en cambio, es un gobierno militar.


Anónimo dijo...

Maduro no es Allende (ni el psuv es la up)

Autor: Fernando Mires, publicado

Si hubiera militares golpistas en Venezuela estos serían auto-golpistas, pues los golpistas y los militares ya están en el gobierno. Más todavía, de los gobiernos latinoamericanos el de Maduro no solo es el más militar sino, además, el más militarizado. Con esto no se quiere decir que el de Maduro sea igual al gobierno de Pinochet. Nada es igual a nada. Pero, si hablamos en términos aproximados, por su composición orgánica, por el alto grado de represión que ejerce y, no por último, por el estilo incivilizado que practican los militares (¡Con el mazo dando!) el gobierno de Maduro se aproxima más al de Pinochet que al de Allende.

En breve, el gobierno de Maduro tiene que ver con el gobierno de Allende tanto como un pez con una bicicleta. Es decir, nada. Absolutamente nada.

Probablemente Maduro intenta referirse a las protestas de la población, la que cansada de las largas colas sale a la calle a demostrar con cacerolas vacías. Semejanzas que solo son visuales. El desabastecimiento en Chile fue, al igual que en Venezuela, provocado por una mala política económica. Pero también fue inducido por un sector empresarial abiertamente contrario al gobierno. En Venezuela, en cambio, todos los productos que escasean provienen del área económica controlada por el Estado. Y en cuanto a las cacerolas, todo el mundo sabe que no solo fueron usadas en contra de Allende sino también en contra de Pinochet. Llegaron a ser, igual que hoy en Venezuela, un símbolo de la resistencia popular.

Maduro se refiere a la oposición de su país como a la “derecha fascista”. Pero cualquiera persona medianamente informada sabe que la línea de los principales partidos de la MUD puede definirse como de centro y de centro-izquierda. Cinco partidos de la oposición son miembros activos de la Internacional Socialista. Los principales líderes de la oposición, Capriles y López, así como el secretario ejecutivo de la MUD, Chúo Torrealba, mantienen un discurso abiertamente socialdemócrata. Y bien, esa oposición predominantemente de izquierda no tiene nada que ver con lo que fue la oposición de la derecha chilena, organizada alrededor de poderosos gremios comerciales, industriales, profesionales e incluso sindicales (todo eso brilla en Venezuela por su ausencia). Si Maduro anda buscando una “derecha fascista”, haría bien en mirar a su alrededor. Pero hoy no vamos a hablar de Diosdado Cabello.

En fin, si la MUD se parece a algún producto político “made in Chile”, es a la ex Concertación, surgida poco antes del fin de la dictadura. Pues en la MUD, como ayer en la Concertación, no está representada ninguna tendencia golpista ni militarista. Ojalá se pudiera decir lo mismo del gobierno venezolano.

No, ni Maduro es Allende (le falta todo para serlo), ni el PSUV es la UP, ni Venezuela es Chile. Maduro, como ha llegado a ser su costumbre, falsifica a la verdad.

http://polisfmires.blogspot.com