jueves, mayo 26, 2016

"Fin del régimen"

Luis Ugalde SJ:


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El régimen no es nadie y es todo. No es el Presidente, ni el Ejecutivo. Tampoco “El Proceso”, pues éste era vivido como un caminar abierto hacia horizontes de elevación. El régimen hoy es el punto de cristalización y de llegada, cerrado como estación terminal, que mantiene secuestrada a toda la sociedad. Aferrado al poder, y dedicado de lleno a defenderse y perpetuarse contra la inmensa frustración y desesperación de la población. Al comienzo para muchos “El Proceso” era emoción y esperanza de una Venezuela bella y deseable que concretaron en estos dos artículos centrales de la Constitución:
Art. 2 “Venezuela se constituye en un estado democrático y social de Derecho y de Justicia, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico y de su actuación la vida, la libertad, la justicia, la igualdad, la solidaridad, la democracia, la responsabilidad social y, en general, la preeminencia de los derechos humanos, la ética y el pluralismo político”.
Art.3 “El Estado tiene como fines esenciales la defensa y el desarrollo de la persona y el respeto a su dignidad, el ejercicio democrático de la voluntad popular, la construcción de una sociedad justa y amante de la paz, la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo y la garantía del cumplimiento de los principios, derechos y deberes reconocidos y consagrados en esta constitución. La educación y el trabajo son los procesos fundamentales para alcanzar dichos fines”.
Parece imposible que un demócrata no esté de acuerdo con este ideal constitucional que marca un exigente camino de dignidad y liberación. Pero ante la catastrófica realidad actual -después de una dominación hegemónica de 17 años y un millón de millones de $ malgastados- surge un clamor de indignación contra la miseria, la inseguridad y la burla a la Constitución. Nadie en su sano juicio puede pensar que este Régimen va avanzando hacia ese ideal; por el contrario, su obsesión es defender el poder, corrupto e ineficiente, aferrándose a las armas y a la represión porque ya le faltan razones y apoyo popular. Por eso se ha militarizado y se ha convertido en una dictadura, en clara contradicción con la Constitución.
Más difícil es ponerse de acuerdo sobre el modo de salir de esta catástrofe y mucho más el acuerdo y la combinación de fuerzas sociales diversas para retomar el camino hacia el horizonte de democracia y de dignidad compartida y reconstruir.
Cuando un presidente se pone en contradicción con los fines esenciales del bien común nacional, la Constitución prevé modos de evitar mayores desastres y salir de él antes de que concluya el período presidencial. Para eso está, por ejemplo, el referéndum revocatorio, con el que la sociedad puede cambiar a quien se ha convertido en gestor del mal común. Pero la dictadura lo quiere bloquear.
Desde luego más sensato que esta vía un tanto larga, engorrosa y sembrada de trampas, sería un momento de lucidez presidencial que, acordándose de su condición de servidor y delegado de la voluntad de la mayoría nacional, lo llevara a la renuncia. El artículo 350 establece estas emergencias y nos obliga a todos a una responsabilidad ciudadana mayor: “El pueblo de Venezuela, fiel a su tradición republicana, a su lucha por la independencia, la paz y la libertad, desconocerá cualquier régimen, legislación o autoridad que contraríe los valores, principios y garantías democráticos o menoscabe los derechos humanos” (art. 350).
Ante la formidable emergencia nacional y el brutal deterioro de las condiciones básicas de vida y de democracia, no basta con la salida del Presidente ni con un cambio de gobierno, es imprescindible un cambio de régimen y un nuevo gobierno de salvación nacional que incluya a sectores diferentes, unidos en la suprema tarea de encauzar y de reconstruir el país. Por eso la realidad pide a gritos el cambio de Régimen para volver a la Constitución y recuperar la esperanza de vida y dignidad para todos. Muy oportuna la reciente advertencia de la Conferencia Episcopal: “¡Queremos alertar al pueblo! Que no se deje manipular por quienes le ofrezcan un cambio de situación por medio de la violencia social. Pero tampoco por quiénes le exhortan a la resignación ni por quienes le obligan con amenazas al silencio. ¡No nos dejemos vencer por las tentaciones! No caigamos en el miedo paralizante y la desesperanza, como si nuestro presente no tuviera futuro. La violencia, la resignación y la desesperanza son graves peligros de la democracia. Nunca debemos ser ciudadanos pasivos y conformistas”.

lunes, mayo 23, 2016

"Conmoción"("...después de hundidos, también tendrán su Núremberg…")

POR:RAMÓN PEÑA.

“Estamos abocados a una catástrofe moral de proporciones
gigantescas, en la que solo quedan en pie las virtudes cínicas”. (Antonio Machado, Juan de Mairena)
La amenaza de decretar en el país un “estado de conmoción”, deambula entre chiste malo, ignorancia y cinismo del Golem gobernante. Desde cualquier ángulo, el hipotético decreto haría oficial lo que de facto ha logrado el régimen: un país que está, no solo conmocionado, sino desesperado y en estado de disolución. Maduro está a punto de materializar aquella terrible profecía de Uslar Pietri en sus últimos días, cuando vaticinó que si caía el precio del petróleo, a Venezuela vendría la Cruz Roja a repartir sopa en las esquinas. Nos estamos acercando. Ya en Guarenas, en Barcelona, en prácticamente todas las ciudades de nuestra geografía se escucha el grito estentóreo de “!Queremos comida!”. Al país lo galopan los jinetes del apocalipsis de la revolución socialista: estancamiento, inflación, escasez y crimen. En mercados y hospitales el drama es compasivo. Ya son comunes los asaltos por bolsas de alimentos. La degradación de la economía es patética: el billete venezolano de mayor denominación apenas alcanza para pagar un huevo.

La indolente respuesta de la camarilla milico-madurista ante la crisis de talla humanitaria es acallar y reprimir las protestas. Sus oídos son sordos a la solicitud de diálogo de entes nacionales y extranjeros y de internacionales. Las vías legislativas propuestas por la Asamblea Nacional son saboteadas por los malandros togados. Torpe y carente de racionalidad política, la pandilla gobernante se aferra enfermizamente al poder, hace eco de la siniestra frase de Adolfo Hitler “Podemos hundirnos, pero nos llevaremos un mundo con nosotros”. Para no perder el hilo del símil histórico, recordémosle que, después de hundidos, también tendrán su Núremberg…

Fuente:http://www.noticierodigital.com/2016/05/conmocion/

viernes, mayo 20, 2016

" VENEZUELA, ¿EL COMIENZO DE LA LUCHA FINAL?"


POR:FERNANDO MIRES.
 
Para quienes tienden a pensar de modo mecánico, las definiciones duras son la clave del hacer político. Para ellos la práctica política está semánticamente condicionada, incluso determinada por una definición inapelable. En un mundo de definiciones provisorias –como son las de la política (y las de la vida)- se sienten muy incómodos. Me atrevería a afirmar incluso que mientras menos flexibles son las definiciones, mayor es la vocación autoritaria de quienes las sustentan.
Sabemos por ejemplo que si un dictador o gobernante autoritario define a sus enemigos como a ratas (Hitler), gusanos (Castro), maleza (Pinochet), sus palabras son órdenes de exterminio. En la lucha democrática, en cambio, las palabras compiten entre sí. Las construcciones hegemónicas son gramaticales, sintácticas y por lo mismo, discursivas. Se acaba la discusión y el discurso es transformado en simple ideología. En consecuencias, para que el discurso conserve su carácter democrático las cosas no deben ser nunca definidas para siempre. De la indefinición y no de la definición depende la continuidad del debate político. Y del debate político depende la vida democrática.
Valgan estas palabras para intentar entender una discusión que ha marcado a casi toda la historia de la oposición venezolana, la de la definición del gobierno, dicen unos, del régimen dicen otros. Términos que tampoco son sinónimos. Régimen alude a una forma de estado, gobierno al ejercicio del poder estatal.
En el caso del fenómeno chavista lo uno ha tendido a confundirse con lo otro. Pero también es cierto que lo uno depende de lo otro. Esa es la razón por la cual los cinco o seis que rodean a Maduro intentan oponerse con todos sus medios a que el revocatorio convocado por el conjunto de la oposición tenga lugar el año 2016. Pues si tiene lugar en el 2016, con el fin del gobierno de Maduro se acabaría el régimen. Si tiene lugar después del 2016, se iría Maduro pero el régimen continúa.
Como es obvio, para la estructura de poder chavista se trata de salvar al régimen aunque sea al precio de deshacerse de Maduro. El problema es que para postergar al revocatorio el régimen debe violar la esencia misma de la constitución (originariamente chavista) y con ello aparecer como lo que ha intentado no parecer: una abierta dictadura. En el hecho, es lo que está ocurriendo.
El gobierno de Maduro, al defender anti- constitucionalmente al régimen sobre el cual se sustenta, se ha transformado, sobre todo después del anuncio del estado de excepción (14-M), en una abierta dictadura militar. Si se escuchan las palabras de Cabello, Rodríguez o Maduro, es posible observar, además, que han perdido hasta el respeto por las formas. Hecho importante. Pues es muy distinto definir a un gobierno como a una dictadura a que este se defina a sí mismo como tal. No otra cosa es el decreto del estado de excepción. O así: el gobierno ya no solo “es” una dictadura, además, “aparece” como dictadura.
La discusión entre el ser y su apariencia no es en este caso ontológica. Pues en política operamos sobre el terreno de las apariencias y no sobre el de las esencias. Para esto último están los filósofos. Eso quiere decir que el gobierno cada vez se parece más a una dictadura de hecho. ¿Qué significa esto? Algo muy simple. Hasta antes de la declaración del estado de excepción, el de Maduro, de acuerdo al legado del difunto, era un gobierno civil-militar. Durante Maduro se convirtió en un gobierno militar-civil. Hoy, después del decreto de estado de excepción es un simple gobierno militar. Y todo gobierno militar es, guste o no, una dictadura. Así como no hay golpes civiles, no hay dictaduras no militares.
¿Significa entonces que el gobierno de Maduro es un gobierno más fuerte que antes? Depende de lo que entendamos por fuerza. Si la entendemos como simple fuerza bruta, es evidentemente más fuerte. Si la entendemos como fuerza política, es un gobierno muy débil. Y lo es, pues el estado de excepción significa la suspensión del derecho público y su entrega al estamento militar.
En otros términos, y dicho en contra de la idea que popularizó Carl Schmitt, al renunciar a la potestad política en aras de la militar, el gobierno pierde y no gana soberanía política.
“Soberano es quien decide sobre el estado de excepción” fue el veredicto del inteligente jurista alemán. Probablemente pensó Schmitt en una soberanía ejercida frente a una situación de calamidad pública, frente a un peligro de guerra o frente a una revolución. Ninguno de los tres es, sin embargo, el que llevó a Maduro a suspender (explícitamente) las garantías constitucionales. Las suspendió en cambio contra una oposición civilmente organizada que defiende un derecho constitucional. Como escribió en un twitter Nicmer Evans, apologista de la pureza virginal del chavismo originario, “Chávez (a diferencias de Maduro) con un golpe de estado concreto, guarimbas, paro petrolero, etc., nunca decretó un Estado de excepción”.
Lo que no agregó Evans es que Chávez no tenía ninguna necesidad de hacerlo. La razón es que Chávez ejercía una dominación hegemónica y desde el punto de vista de su constitución, legítima. En cambio –y este es un punto fundamental- la dictadura de Maduro ya no es hegemónica. Con ello se está afirmando que no basta definir a un gobierno como una dictadura sin precisar a que tipo de dictadura nos estamos refiriendo.
Hay en efecto dictaduras hegemónicas y otras que no lo son.¿Qué es una dictadura hegemónica? La respuesta deberá rozar inevitablemente algunos supuestos teóricos gramscianos y otros arendtianos.
Bajo el concepto dictadura hegemónica entendemos una cuya dominación no se ejerce solo mediante el uso de la fuerza bruta sino mediante una centralidad constituida por un discurso o un conjunto de ideas o un programa social o una ideología o simplemente por una figura totémica (carisma) como fue el caso de Chávez. Ahora, en ninguno de esos puntos el gobierno de Maduro ejerce hegemonía. Todo lo contrario. Los ha ido perdiendo uno por uno. Más todavía, ha perdido el basamento sobre el cual era ejercida la hegemonía chavista: la mayoría electoral. La pérdida de esa mayoría ha inhabilitado, a la vez, el carácter populista del chavismo. Si el gobierno de Maduro es todavía populista, se trataría de un populismo sin pueblo.
La representación mayoritaria del pueblo reside después del 6-D en la Asamblea Nacional, no en el Ejecutivo.
La mayoría electoral –en ese tema sigo a Arendt– es condición ineludible para el ejercicio de la hegemonía democrática. Si bien no toda mayoría es hegemónica, no puede haber hegemonía sin mayoría. Una hegemonía minoritaria sería de por sí un contrasentido.
Y bien, si a la perdida de hegemonía política agregamos el aislamiento continental que comienza a sufrir la dictadura de Maduro, la situación no puede ser más catastrófica. Sin el apoyo de los gobiernos de Argentina y Brasil, a Maduro solo le queda el del cada vez más distanciado Correa, el de un perdedor plebiscitario como Evo Morales, el de la familia Ortega (que menos que apoyo es desprestigio) y el del comunismo-Chanel de los Castro.
En términos directos: las condiciones objetivas para un cambio de gobierno (y de régimen) ya están dadas. Las subjetivas –dada la repulsa creciente que provoca el gobierno- también. Ese mensaje ha sido entendido perfectamente por la oposición democrática. Todas las señales indican que ha llegado el comienzo de la lucha final. La alternativa del revocatorio –electoral, constitucional, democrática y pacífica- ha aparecido en el momento más preciso.
El revocatorio, por su propia naturaleza, opera como un catalizador del descontento popular. Eso significa que el revocatorio no solo es un objetivo sino también un medio de lucha. Un eje. En torno a ese eje son y serán articuladas múltiples demandas sociales y políticas.
El centro de la lucha ya ha sido ocupado por el símbolo revocatorio. El revocatorio está en el centro y es el centro de la política y la salida, como sucede siempre, será por el centro. Nunca por los extremos. El revocatorio es el líder.
El centro, ese centro que ocupa el centro de las ciudades venezolanas, ha llevado a la oposición a arrebatar las calles al chavismo. Las futuras manifestaciones serán multitudinarias; otras veces no tanto. No importa. Más decisivo que las cantidades será la persistencia, la constancia, y como la experiencia enseña, la unidad.
La suerte está echada. A un lado, la política de las armas. Al otro, las armas de la política.
 
 Fuente:http://polisfmires.blogspot.com/2016/05/fernando-mires-venezuela-el-comienzo-de.html

miércoles, mayo 18, 2016

Almagro a Maduro: "Negar la consulta al pueblo te transforma en un dictadorzuelo más"



Washington, 18 may (EFE).- El secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), Luis Almagro, acusó hoy al presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, de traicionar a su pueblo y a su ideología en un duro mensaje público, y afirmó que si impide el referendo revocatorio será "un dictadorzuelo más".

"Que nadie cometa el desatino de dar un golpe de Estado en tu contra, pero que tú tampoco lo des. Es tu deber. Tú tienes un imperativo de decencia pública de hacer el referéndum revocatorio en este 2016, porque cuando la política esta polarizada la decisión debe volver al pueblo, eso es lo que tu Constitución dice", sostiene Almagro en su declaración, publicada hoy en la página web de la OEA.

"Negar la consulta al pueblo, negarle la posibilidad de decidir, te transforma en un dictadorzuelo más, como los tantos que ha tenido el continente", agrega Almagro, después de que este martes Maduro lO acusara de ser un "agente de la CIA" estadounidense y ante la campaña de la oposición venezolana para convocar este año un referendo revocatorio en su contra. EFE

Mensaje del Secretario General de la OEA al Presidente de Venezuela

18 de mayo de 2016
No soy agente de la CIA. Y tu mentira, aunque repetida mil veces, nunca será verdad. De todas formas conviene aclararlo, aunque esto sea denegar el absurdo. Mi conciencia está limpia, Presidente, y mi conducta mucho más. No hay ninguna amenaza que me puedas hacer que ni remotamente roce a ninguna de las dos.
No soy traidor. No soy traidor ni de ideas, ni de principios, y esto implica que no lo soy de mi gente, los que se sienten representados por los principios de libertad, honestidad, decencia, probidad publica (sí, de los que suben y bajan pobres del poder), democracia y derechos humanos. Pero tú sí lo eres, Presidente, traicionas a tu pueblo y a tu supuesta ideología con tus diatribas sin contenido, eres traidor de la ética de la política con tus mentiras y traicionas el principio más sagrado de la política, que es someterte al escrutinio de tu pueblo.
Debes devolver la riqueza de quienes han gobernado contigo a tu país, porque la misma pertenece al pueblo, debes devolver justicia a tu pueblo en toda la dimensión de la palabra (incluso encontrar a los verdaderos asesinos de los 43 y no los que tienes presos por sus ideas, aunque no sean ni las tuyas ni las mías). Debes devolver los presos políticos a sus familias.
Debes devolverle a la Asamblea Nacional su legítimo poder, porque el mismo emana del pueblo, debes devolver al pueblo la decisión sobre su futuro. Nunca podrás devolver la vida a los niños muertos en los hospitales por no tener medicinas, nunca podrás desanudar de tu pueblo tanto sufrimiento, tanta intimidación, tanta miseria, tanto desasosiego y angustia.
Que nadie cometa el desatino de dar un golpe de Estado en tu contra, pero que tú tampoco lo des. Es tu deber. Tú tienes un imperativo de decencia pública de hacer el referéndum revocatorio en este 2016, porque cuando la política esta polarizada la decisión debe volver al pueblo, eso es lo que tu Constitución dice. Negar la consulta al pueblo, negarle la posibilidad de decidir, te transforma en un dictadorzuelo más, como los tantos que ha tenido el continente.
Sé que te molesta la OEA y mi trabajo porque entre los Ceibos estorba un Quebracho. Lamento informarte que ni me inclino ni me intimido.


Fuente:http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?f=1&t=29565

lunes, mayo 16, 2016

"Venezuela se desmorona”

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Las largas colas para adquirir alimentos se han expandido por todo el país, como por ejemplo ésta en el Estado Táchira


Por Moisés Naím y Francisco Toro

Cuando un empresario venezolano que conocemos abrió un negocio en el oeste de Venezuela, hace 20 años, nunca imaginó que un día se enfrentaría a una pena de cárcel por culpa del papel higiénico en los baños de su fábrica. Sin embargo, Venezuela sabe convertir lo inimaginable del pasado en lo cotidiano del presente.
El calvario de Carlos comenzó hace un año, cuando el sindicato de la empresa empezó a insistir en el cumplimiento de una extraña cláusula de su convenio colectivo, según la cual los aseos de la fábrica tenían que disponer de papel higiénico en todo momento. El problema era que, dada la escasez creciente de todo tipo de productos básicos (desde arroz y leche hasta desodorante y condones), encontrar un solo rollo de papel higiénico era prácticamente imposible en Venezuela. Cuando Carlos por fin logró hacerse con una cantidad suficiente, sus trabajadores, como es comprensible, se lo llevaron a casa: encontrarlo en el mercado les resultaba igual de difícil que a él.
El robo de papel higiénico puede sonar a tomadura de pelo, pero para Carlos es un asunto grave: si no repone el producto infringe el convenio colectivo, lo que expone a la fábrica al riesgo de una huelga prolongada, que a su vez podría conllevar su nacionalización por parte del Gobierno de Nicolás Maduro. Así las cosas, recurrió al mercado negro, donde encontró una solución aparente: un proveedor capaz de entregar, de golpe, papel higiénico para varios meses. El precio era alto, pero no tenía elección: su empresa corría peligro. Por desgracia, conseguir suficiente papel higiénico no acabó con el calvario de Carlos.
En cuanto la entrega llegó a la fábrica, la policía secreta entró en escena. Se incautaron del papel higiénico y afirmaron que habían desbaratado una importante operación de acaparamiento, parte de la “guerra económica” respaldada por Estados Unidos que, según el Gobierno de Maduro, es la principal causante de la escasez. Carlos y tres de sus principales directivos se enfrentaban a un proceso penal y a una posible condena de cárcel. Y todo por el papel higiénico.
Carlos es una de las personas reales detrás de esas historias chistosas del tipo “no hay papel higiénico en Venezuela”, que utilizan la crisis del país para conseguir risas y clics. Pero a los venezolanos el giro siniestro que ha dado nuestro país no nos hace ni pizca de gracia. El experimento del “socialismo del siglo XXI” propuesto por Hugo Chávez, el autodenominado paladín de los pobres que juró repartir la riqueza del país entre las masas, ha sido un cruel fracaso.
Farmacias como ésta, situada en Caracas, sufren la falta de medicamentos esenciales. Miguel Gutiérrez / Efe
Los países en vías de desarrollo, como los adolescentes, son propensos a tener accidentes. Se diría que casi esperamos que tengan una crisis económica, una crisis política, o ambas, con cierta regularidad. Las noticias que llegan de Venezuela —como la escasez de productos básicos y, más recientemente, los disturbios provocados por apagones, la imposición de una semana laboral de dos días para los funcionarios, supuestamente para ahorrar energía, y una campaña para expulsar al presidente que cobra cada vez más impulso— son tan funestas que resulta fácil tacharlas como uno más de esos episodios recurrentes.
Pero eso sería un error. Lo que nuestro país está viviendo es algo monstruosamente único en los tiempos que corren: ni más ni menos que el hundimiento de un país grande, rico, aparentemente moderno y democrático, a solo tres horas en avión de Estados Unidos.
En los últimos dos años, Venezuela ha vivido ese tipo de implosión que casi nunca ocurre en un país de renta media a menos que haya una guerra: las tasas de mortalidad se disparan; los servicios públicos se desmoronan uno tras otro; la inflación de tres cifras ha sumido a más del 70% de la población en la pobreza; una oleada de crimen incontrolable obliga a la gente a permanecer encerrada en sus casas; los consumidores tienen que hacer cuatro o cinco horas de cola para comprar; los recién nacidos, y también los ancianos y enfermos crónicos, mueren por la falta de medicamentos y aparatos sencillos en los hospitales. Ahora hay una auténtica hambruna en el país.
¿Pero por qué? No es que al país le falte dinero. Sentado sobre las reservas de petróleo más grandes del mundo, el Gobierno dirigido primero por Chávez y desde 2013 por Maduro ha recibido más de un billón de dólares en ingresos derivados del crudo a lo largo de los últimos 17 años, y no ha tenido que enfrentarse a ninguna restricción institucional sobre cómo gastar esa bonanza sin precedentes. Es cierto que el precio del petróleo lleva un tiempo cayendo —un riesgo que todos preveían, y frente al que el Gobierno no se preparó—, pero eso difícilmente puede explicar lo que ha ocurrido: la implosión de Venezuela empezó mucho antes. En 2014, cuando el petróleo seguía vendiéndose a más de 100 dólares el barril, los venezolanos ya se enfrentaban a una importante escasez.
El auténtico culpable es el chavismo, la filosofía imperante nombrada en honor a Chávez y perpetuada por Maduro, y su asombrosa propensión a la mala gestión (el Gobierno despilfarró los fondos estatales en inversiones descabelladas), la destrucción institucional (primero Chávez y luego Maduro se volvieron más autoritarios y paralizaron las instituciones democráticas del país); las decisiones políticas sin sentido (como los controles de precios y divisas) y el hurto puro y duro (la corrupción ha proliferado entre un sinfín de mandatarios y sus familiares y amigos).
Un buen ejemplo son los controles de precios, que se aplican a más y más productos: alimentos y medicamentos vitales, sí, pero también baterías de coches, servicios médicos, desodorantes, pañales y, cómo no, papel higiénico. El objetivo aparente era controlar la inflación y hacer los productos asequibles para los pobres, pero cualquiera con unas nociones básicas de economía podría haber previsto las consecuencias: cuando los precios se fijan por debajo del coste de producción, los vendedores no pueden permitirse reponer los estantes. Los precios oficiales son bajos, pero es un espejismo: los productos han desaparecido.
Cuando un país está en pleno proceso de hundimiento, las dimensiones de la decadencia se retroalimentan, creando un ciclo para el que no hay solución. Los regalos populistas, por ejemplo, han fomentado el ruinoso flirteo de Venezuela con la hiperinflación, y el Fondo Monetario Internacional prevé que los precios suban un 720% este año y un 2.200% en 2017. El Gobierno prácticamente regala la gasolina: según los tipos de cambio del mercado negro, con un billete de 100 dólares se puede comprar suficiente combustible para dar la vuelta al mundo 11 veces a bordo de un Hummer H1. Es el mismo tipo de política descabellada que ha sumido al Estado en una escasez de fondos crónica, obligándolo a imprimir cada vez más dinero para financiar sus gastos, lo que espolea aún más la inflación. Más útil que el debate teórico sobre las fuerzas profundas que han destruido la economía de Venezuela, desgarrado su sociedad y arrasado sus instituciones es ofrecer algunos relatos que ilustran una crisis humanitaria por la que nadie rinde cuentas.
¿QUIÉN MATÓ A MAIKEL MANCILLA?
A sus 14 años, Maikel Mancilla llevaba seis luchando contra la epilepsia. Su enfermedad estaba más o menos controlada gracias a la lamotrigina, un anticonvulsivo corriente para el que se necesita receta. Conseguirlo era desde hace tiempo una lucha para su familia, pero a medida que aumentaba el desfase entre el coste real del fármaco y el precio máximo que las farmacias podían cobrar, encontrarlo se volvió imposible.
El 11 de febrero, la madre de Maikel, Yamaris, le dio la última pastilla de lamotrigina que había en su botiquín; a ninguna de las farmacias a las que acudió le quedaban anticonvulsivos. Yamaris recurrió a las redes sociales —que actualmente en Venezuela están repletas de gente desesperada en busca de unos medicamentos que escasean—, pero no hubo suerte. Durante los días posteriores, Maikel sufrió una serie de ataques epilépticos cada vez más graves, ante la mirada impotente de su familia. El 19 de febrero, a la 1.15 de la madrugada, murió a causa de una insuficiencia respiratoria.
El caso de Maikel no es único. El hundimiento del sistema sanitario y la escasez de medicamentos se cobran vidas todos los días. Los pacientes psiquiátricos que sufren esquizofrenia tienen que apañarse sin antipsicóticos. Decenas de miles de pacientes seropositivos se las ven y se las desean para encontrar los antirretrovirales. Los enfermos de cáncer no disponen de quimioterapia. Incluso la malaria —que prácticamente había desaparecido de Venezuela hace una generación y se puede tratar con medicamentos baratos— ha regresado con resultados mortíferos.
EL PILOTO DE CARRERAS
Mientras los venezolanos morían por la falta de medicamentos básicos, su Gobierno socialista radical gastaba decenas de millones al año para que su compatriota Pastor Maldonado compitiese en el circuito mundial de Fórmula 1. Maldonado, amigo de las hijas del presidente Chávez, solo logró ganar una sola carrera en cinco años de competición. Así y todo, la petrolera estatal de Venezuela, PDVSA, gastaba más de 45 millones de dólares al año para que Maldonado siguiese corriendo con su logo. Este año, Maldonado, cuya costumbre de estrellarse una carrera sí y otra también acabó valiéndole el apodo de Crashtor, se vio obligado a abandonar el circuito de Fórmula 1, cuando PDVSA no pudo aportar el dinero del patrocinio.
La generosidad de Chávez y Maduro con el petróleo venezolano es legendaria. Han repartido el dinero del crudo por todo el planeta, desde los 18 millones de dólares pagados a Danny Glover en 2007 para producir una película ideológicamente apropiada (que sigue sin verse) hasta los millones gastados para mantener a flote la economía cubana o financiar a movimientos de izquierdas desde El Salvador hasta Argentina, pasando por España y más allá.
EL ROBO DEL ALMUERZO
Entretanto, el Gobierno venezolano ni siquiera puede garantizar el sistema de derecho más elemental, lo que convierte a Caracas, la capital, en una de las ciudades con más asesinatos del mundo. Los traficantes de droga dominan amplias zonas rurales. En las cárceles, los líderes de las bandas disponen de armas militares y los ataques con granadas ya no son una novedad. Hasta los niños sufren robos. En el colegio de Nuestra Señora del Carmen, en El Cortijo, un barrio desfavorecido de Caracas, los suministros del comedor escolar ya han sido robados dos veces este año. El segundo robo supuso que el colegio no pudiese dar de comer a los niños durante una semana.
En otros sitios, el comedor escolar ha dejado de funcionar. En las comunidades más pobres, los padres optan por sacar a sus hijos del colegio: son más útiles haciendo cola a las puertas de un supermercado que sentados a sus pupitres, ya que para optar a las raciones adicionales para sus hijos los padres tienen que llevar a los niños en persona a la tienda. El régimen colocó hace tiempo la educación en el centro de su propaganda, pero la realidad actual es que a una generación de niños desfavorecidos se les está negando la educación a causa del hambre.
Al mismo tiempo, la Asamblea Nacional, controlada por la oposición, denuncia el robo de unos 200.000 millones de dólares mediante estafas en la importación de alimentos desde 2003.
EL BROTE DE CRIMEN ALIMENTA EL BROTE DE ZIKA
Venezuela se enfrenta a uno de los peores brotes de zika de Sudamérica. El Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela —eje de las respuestas del país a las epidemias tropicales— fue desvalijado hasta 11 veces, que se dice pronto, en los dos primeros meses de 2016. Los últimos dos robos dejaron al laboratorio sin un solo microscopio. Así resulta imposible que los investigadores puedan hacer su trabajo. Además, los intentos por reparar el daño se ven afectados por las mismas disfunciones que afligen al resto de la economía: simplemente no hay dinero para sustituir el costoso equipo importado que los criminales robaron.
Otros aspectos del hundimiento del Estado también agravan la crisis del zika. La infraestructura hidráulica de las ciudades venezolanas se está viniendo abajo tras casi dos décadas de negligencia. Este año, además, el fenómeno El Niño ha provocado una grave sequía. Las empresas de agua públicas han respondido a la rebaja del nivel de las reservas con duras medidas de racionamiento. Algunos barrios pobres pasan días e incluso semanas sin agua corriente. La mayoría de las personas llenan varios cubos cuando se restablece el servicio, preparándose para los periodos secos. Y almacenar agua en cubos es precisamente lo último que hay que hacer cuando uno se enfrenta a una epidemia: los recipientes se convierten en zona de cría para los mosquitos que transmiten el virus del zika, la chikunguña, el dengue e incluso la malaria.
FALTA ELECTRICIDAD Y SOBRA IMPUNIDAD
Vivir sin agua y sin electricidad se ha vuelto una realidad cotidiana. Las empresas públicas tienen problemas para mantener suficiente agua en las reservas para evitar un colapso total de la red eléctrica. No tendría por qué ser así. Desde 2009 se han destinado centenares de millones de dólares a construir nuevas plantas de energía a base de diésel y gas natural, cuyo objetivo era aliviar la presión de una red hidroeléctrica antigua. Sin embargo, buena parte de la capacidad nunca llegó al sistema, y nunca se rindieron cuentas sobre el dinero, que fue desviado.
Es un reflejo de la impunidad que reina en todos los ámbitos del Estado. El 4 de marzo, 28 mineros desaparecieron cerca de la frontera brasileña, y los testigos hablan de una masacre. Hasta ahora solo se ha detenido a cuatro personas: son familiares de las víctimas, que habían osado pedir justicia. A finales del año pasado, dos sobrinos de la poderosa primera dama fueron arrestados en Haití por agentes de la DEA por tráfico de cocaína. La reacción de la primera dama fue acusar a la DEA de secuestrar a sus sobrinos.
¿Y qué pasó con Carlos, nuestro empresario en busca de papel higiénico? Tras ser arrestado con absurdos cargos de “acaparamiento”, cayó en la cuenta de que aquello solo era una extorsión por parte de la policía. “Su oferta inicial fue alta, del orden de los cientos de miles de dólares”, asegura. Al final, los agentes retiraron los cargos a cambio de unas decenas de miles de dólares.
No es posible entender la Revolución Bolivariana y su fracaso sin incorporar en el análisis el enorme impacto que ha tenido el masivo saqueo del erario público por parte de funcionarios, oficiales militares y sus cómplices del “nuevo sector privado”, la burguesía bolivariana enchufada al Gobierno. En Venezuela la cleptocracia disfrazada de ideología socialista y amor a los pobres destruyó al Estado. Es urgente comenzar la reconstrucción de un país devastado.
Moisés Naím es distinguished fellow de la Fundación Carnegie para la Paz Internacional. Francisco Toro es editor de CaracasChronicles.com