POR:ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA.
La ambición rompe el saco. La avaricia también. Es lo que se deduce de
los estremecedores resultados dados a conocer por el diagnóstico 800 de
la encuestadora Pronóstico realizada en forma relámpago durante este
mes de junio a nivel nacional. Describe, con una minuciosidad que no
deja lugar a dudas, que Venezuela vive un deslave de rechazo como jamás
nunca lo viviera en sus doscientos años de historia republicana. Y
frente al cual el que llevara a Chávez al poder es un juego de niños. La
serpiente ha terminado mordiéndose la cola.
Los hechos reflejan el sismo que
Venezuela viene experimentado desde hace más de tres meses: una
insurrección profunda, irrefrenable, masiva y popular de impredecibles
consecuencias que se traduce en el rechazo categórico y absoluto de
parte de todas las clases sociales, razas, sexos y edades, al principal
responsable por la tragedia que sufrimos los venezolanos – Nicolás
Maduro – y por el régimen que pretende imponer y que tras dieciocho años
naufraga irremediablemente a la deriva. Basta un solo dato, cuya
contundencia es de tal magnitud, que en cualquier país medianamente
racional ya hubiera obligado al desalojo del gobierno. Pues por
muchísimo menos, los argentinos salieron de tres gobiernos en una
semana. En Caracas, ciudad capital de la República, asiento de las
instituciones del Estado, corazón y cerebro articulador de sus procesos
sociopolíticos, el 98,4% de los millones que la pueblan aseguran que la
salida a esta crisis tendrá que ser cualquier otra que no tenga nada que
ver con el gobierno. Flotan en el sargazo de las ruinas algunos
despistados que le dan un suspiro de credibilidad: el 1,6%. Vale decir:
99 de cada 100 caraqueños le ha retirado toda fe y toda esperanza a que
el lacayo de Raúl Castro pueda evitar el hundimiento y sacar el país a
flote.
El efecto político no podía hacerse esperar. De haberse constituido
en vida de Hugo Chávez en el partido más poderoso de la llamada Quinta
República, el PSUV ha descendido al 11,7% del electorado. Del cual, a
juzgar por el masivo rechazo a Nicolás Maduro, buena parte busca nuevos
horizontes. Como lo expresan dos hechos: la erupción volcánica de la
disidencia, liderada por la Fiscal General de la República, el grupo de
12 diputados que acompañaran a su esposo, el diputado Germán Ferrer, a
retirarle su respaldo a la bancada oficialista y los grupos de la
llamada Marea Socialista. Así como el 3.6% de reconocimiento que
encuentra Diosdado Cabello, su presidente. Nunca un presidente de la
República estuvo más hundido en las preferencias populares. Nicolás
Maduro está en el piso. Y con él todos los suyos.
También el tradicional panorama político partidista de la oposición
ha sufrido cambios de gran significación. Muestra, a grandes rasgos, una
aplastante mayoría que la llevaría literalmente a arrasar en cualquier
contienda electoral. Su respaldo nacional bordea el 90% de la
ciudadanía. Dispuesta a jugar en todos los terrenos por desalojar al
régimen, incluso en el de un gobierno de fuerza, que cuenta con un 14,7%
de aprobación, junto al 46,2 % que comparte la política de la MUD de
convocar a elecciones generales y un 20,7% que apuesta por un Gobierno
de Unidad Nacional. De la acera de enfrente, en pleno hundimiento, sólo
un 6,6% respalda el proyecto constituyente. ¿Imponerlo a raja tabla
contra el 93.4% que lo rechaza? Estamos ante un feto que nació muerto.
Pero las preferencias han desplazado, posiblemente para siempre, el
tradicional eje AD/COPEI que articulaba la vieja hegemonía democrático
partidista impuesta tras el Pacto de Punto Fijo a partir del 23 de enero
de 1958. Hay dos nuevas fuerzas emergentes: Primero Justicia y Voluntad
Popular. Cubren un cuarto de la población con claras preferencias
partidistas, prácticamente a partes iguales: PJ, con un 13,9 y VP con
13,3 %. Suman en conjunto el 27,2% de respaldo, mientras que todo el
resto partidista opositor alcanza el 8,8%. El PSUV ha descendido al 11,
7%, del que sin duda ninguna seguirá descendiendo hasta volver a
ubicarse tras de ese 5% histórico que constituyera el techo de las
aspiraciones de las fuerzas castro comunistas venezolanas hasta la
irrupción del fenómeno Chávez.
A ese realineamiento de fuerzas partidistas obedece claramente el
perfil de los líderes más destacados en la Venezuela de la hora actual: a
nivel nacional y considerando a todos los sectores encuestados,
Leopoldo López cuenta con el 27,2% de respaldo nacional, mientras que
Henrique Capriles le sigue con un 15,1%, María Corina Machado con un
5,2% y finalmente Henry Ramos Allup con un 4,6%. El liderazgo de
Leopoldo López se duplica al considerar sólo las preferencias en el
campo opositor: alcanza el 49,3%, lo sigue Capriles, con un 27,4,
Machado con un 9,3, Ramos con un 8,3 y Falcón, con un 4,2%.
Me interesa destacar un dato resaltante: más de la mitad de los
encuestados, si bien se alinean claramente en las filas de la oposición y
se enfrentan decididamente al régimen, que vive su inexorable
hundimiento, respaldando incluso las salidas más extremas y militantes,
no reconoce preferencias por partido alguno. 5 de cada 10 venezolanos no
han decidido aún su ubicación partidista. Son, en su inmensa mayoría,
opositores sin partido. De ellos dependerá, en gran medida, el curso
futuro de los acontecimientos. Convertida en masa crítica, terminará por
hundir definitivamente al chavomadurismo y le dará su perfil a los
futuros gobernantes. Que a juzgar por esta encuesta, estarán en las
cercanías de Voluntad Popular, de Primero Justicia, incluso de Vente
Venezuela.
Es el perfil de la Venezuela que se asoma de la mano de Voluntad
Popular y Primero Justicia: joven, pujante, sin cortapisas ideológicas y
con voluntad renovadora. No es un mal proyecto de país. ¿Los militares?
Esa ya es otra pregunta que merece otra encuesta. La estamos esperando.
@sangarccs