POR:RAMÓN PEÑA.
“Estamos abocados a una catástrofe moral de proporciones
gigantescas, en la que solo quedan en pie las virtudes cínicas”. (Antonio Machado, Juan de Mairena)
La amenaza de decretar en el país un “estado de conmoción”, deambula
entre chiste malo, ignorancia y cinismo del Golem gobernante. Desde
cualquier ángulo, el hipotético decreto haría oficial lo que de facto ha
logrado el régimen: un país que está, no solo conmocionado, sino
desesperado y en estado de disolución. Maduro está a punto de
materializar aquella terrible profecía de Uslar Pietri en sus últimos
días, cuando vaticinó que si caía el precio del petróleo, a Venezuela
vendría la Cruz Roja a repartir sopa en las esquinas. Nos estamos
acercando. Ya en Guarenas, en Barcelona, en prácticamente todas las
ciudades de nuestra geografía se escucha el grito estentóreo de
“!Queremos comida!”. Al país lo galopan los jinetes del apocalipsis de
la revolución socialista: estancamiento, inflación, escasez y crimen. En
mercados y hospitales el drama es compasivo. Ya son comunes los asaltos
por bolsas de alimentos. La degradación de la economía es patética: el
billete venezolano de mayor denominación apenas alcanza para pagar un
huevo.
La indolente respuesta de la camarilla milico-madurista ante la
crisis de talla humanitaria es acallar y reprimir las protestas. Sus
oídos son sordos a la solicitud de diálogo de entes nacionales y
extranjeros y de internacionales. Las vías legislativas propuestas por la
Asamblea Nacional son saboteadas por los malandros togados. Torpe y
carente de racionalidad política, la pandilla gobernante se aferra
enfermizamente al poder, hace eco de la siniestra frase de Adolfo Hitler
“Podemos hundirnos, pero nos llevaremos un mundo con nosotros”. Para no
perder el hilo del símil histórico, recordémosle que, después de
hundidos, también tendrán su Núremberg…
Fuente:http://www.noticierodigital.com/2016/05/conmocion/
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