lunes, febrero 16, 2015

"El camino hacia la transición"

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POR:ARMANDO DURÁN.

¿Cambio o transición? ¿De qué? ¿Del régimen que surgió de la intentona golpista del 4 de febrero, de cambios en algunas políticas públicas concretas de este segundo gobierno del régimen chavista, de la sustitución incluso del propio gobierno porque es peor que malo y resulta imposible corregir por partes sus errores?

   Estas preguntas me las ha suscitado la lectura de un reciente artículo de Fernando Mires, a quien debo confesar que sólo leo cuando estoy de excesivo buen humor, cuyo título, Venezuela, de La Salida al Cambio, anticipa que su intención final es señalar el fracaso rotundo de La Salida y el éxito presente, futuro y también rotundo, de la propuesta del Cambio, tal como la formuló Henrique Capriles el pasado mes de enero. No obstante, entre tanta hojarasca maniquea sobresale un fragmento que vale la pena recordar. “Hay que reconocerlo”, escribe Mires, “la actitud pública de López, Ledezma y Machado no fue abiertamente en contra de la MUD. Tampoco ninguno llamó a ejercer la violencia ni mucho menos a un golpe de Estado.”

   Si leemos esta afirmación a prisa, podríamos pasar por alto el malévolo sentido que Mires le imprime al adverbio “abiertamente” y a esa suerte de gratuita sentencia absolutoria de los presuntos implicados. Por fortuna, la siguiente frase, “La Salida surgió al margen de la MUD”, deja al descubierto la intención oculta del artículo: No compartir al pie de la letra hasta el punto más insubstancial del pensamiento oficial de la MUD basta para poner en evidencia a los enemigos de la alianza y hasta de la Unidad, en la versión unidimensional que ofrecen algunos de sus dirigentes. Una visión del mundo tan simplista e intolerante como la del régimen que todos repudiamos, o como sostener que la confrontación entre La Salida y la MUD se reduce a un conflicto de personalidades y protagonismos enfrentados.

   Para nadie es un secreto que la unidad interna de cualquier movimiento político es un factor ineludible si sus líderes de veras pretenden salir airosos de sus mayores desafíos. En cambio, limitar la función de esa “unidad” de criterios a  una  herramienta útil en la tarea de colocar a los “otros” ante una disyuntiva insostenible, lo tomas o lo dejas y ya está, es algo muy distinto y, por supuesto, canalla y contraproducente.

   Desde esta perspectiva  me parece revelador el comunicado del pasado 11 de febrero, firmado por Antonio Ledezma, Leopoldo López y María Corina Machado, en el que se le propone al país un Acuerdo Nacional para la Transición.  Sobre todo, cuando sus autores plantean que el objetivo de este llamado es “hacer que la transición, es decir, el paso de un sistema superado a uno nuevo, se produzca de la mano de la mayoría de los venezolanos y nos lleve, sin retrocesos, a recuperar el espíritu y el orden democrático.” En otras palabras, que el reto a superar no consiste en corregir los errores de gestión de un mal gobierno, argumento que le concede a las elecciones parlamentarias el valor de un bálsamo cúralo-todo sin necesidad de meterse en terrenos de alto riesgo político, y a excluir a quienes defiendan un sendero distinto, sino incluir a todos en la tarea de impulsar la transición de un régimen en marcha acelerada hacia la implantación de un totalitarismo a la cubana, hacia otro que se ocupe de propiciar la restauración de la democracia, con la vista no puesta en un pasado que ya no volverá, sino clavada en un porvenir de esperanza, justicia y libertad.

   Creo que este, y no otro, es el punto central de un debate que deben emprender con urgencia agónica Capriles, López, Machado y Ledezma, los cuatro dirigentes reales de la oposición venezolana. A puertas cerradas, sin interferencia de ambiciones personales o intereses sectarios, hasta acordar una estrategia común de lucha y un color que los comprometa a todos por igual. De ello depende presentarle a los ciudadanos un objetivo claro y un camino sin rodeos ni desvíos, la única posibilidad de poner en marcha una unidad muy superior a la actual, sin la cual jamás será posible cambiar de régimen pacífica y constitucionalmente. Sobre este difícil tema volveremos el próximo lunes. Si el tiempo lo permite.

 Fuente:http://contraestoyaquello.com/el-camino-hacia-la-transicion-armando-duran/

1 comentario:

Anónimo dijo...

Carlos Blanco
La etapa del terror


28 de febrero 2015 - 00:01

A Antonio Ledezma

El régimen se desgaja. La crisis es tan brava que cada actor contribuye al desenlace aun sin proponérselo. Una vez que se desatan las fuerzas, la crisis manda. Cuando los policías, los militares y los colectivos disparan para estabilizar la situación; contra sus fines, contribuyen a desestabilizar. Añaden más caos al caos. El último episodio es la acentuación del terror; no es nuevo, ahora es sistemático y actúa como confesión: como si los jerarcas se observaran y se miraran fuera del poder. Es el espanto; es lo inconcebible; es lo que está más allá de su imaginación. Ellos infunden miedo, pero la gente que lucha por la libertad aprende a administrarlo; pero el miedo de los que están en el poder es más terminal que su propio poder porque se piensan todos desnudos ante sus pillajes, sordideces, a lo que no podrán explicar cuando se los pregunten. Y se los preguntarán.

Maduro pretende estabilizarse mediante los fusiles que le son fieles. La muerte, las cárceles, la justicia podrida podrán prolongarse por un tiempo indefinible, pero a la menor equivocación, con la menor de las rendijas abierta, se colará el país que exige un cambio.

El recurso a la represión como eje de la sustentación es lo que queda. El discurso en contra del imperialismo se ha evaporado, los golpes nadie los cree, la idea de que unos oficiales de aviación iban a bombardear Caracas –como criminales– en el fondo es un insulto a todos los oficiales de la Fuerza Aérea; todo le sale mal.

Convertir a Antonio Ledezma en un prisionero es de los peores errores cometidos. Ledezma no se ha arrepentido de su historia: no renegó de Carlos Andrés ni adaptó su discurso a los tiempos del chavismo. Es un hombre de la unidad. Tuvo el arrojo, junto con Leopoldo, María Corina y muchos otros dirigentes, de plantear La Salida, exigir la renuncia de Maduro, y formular la propuesta de Acuerdo para la Transición. Es un líder de carreras largas; no busca atajos ni en su vida política personal ni en la colectiva. Es un funcionario electo; por cierto, con una legitimidad de la cual carece Maduro: nadie cuestionó la elección de Ledezma. Ahora, Antonio, como Leopoldo, Daniel y los presos políticos, queman las manos al régimen. Es por estas razones que el poder se ha lanzado a la orgía de sangre que conocemos.

Frente al terror se levanta la lucha de los jóvenes que debe ser desarrollada con la sabiduría requerida frente a los que no vacilan en matar. La no violencia puede ser estrategia invencible. Ante el terror también se alza la propuesta de Programa para la Transición, para discutirlo y convertirlo en la base del cambio que vendrá. Por eso el régimen que produce el terror le tiene terror al Acuerdo para la Transición. Esta propuesta, en la que Antonio jugó un papel esencial, muestra que sí hay futuro, que sí hay pensamiento sobre lo que hay que hacer. Es increíble cómo en menos de 48 horas se obtuvieron más de 40.000 firmas en respaldo al acuerdo que el régimen calificó de subversivo sin leerlo.

Es importante cómo el entendimiento hacia la transición ha logrado ser el centro de confluencia de partidos políticos, personalidades relevantes del país, grupos de la sociedad civil, sencillos activistas juveniles, que lo asumen como lo que es: la base de un entendimiento sin mezquindades, para su discusión y perfeccionamiento.

No; no era verdad que por La Salida o las guarimbas es que el poder mata; lo hace porque es su naturaleza, es su lógica, es su reacción automática. No hay palabras para describir el horror de los asesinatos recientes que el país ha conocido. Ni hay formas de consuelo para el país que los llora, para padres, hermanos, amigos, parejas, vecinos… Solo hay que procurar justicia, que no venganza, en el país que se vislumbra en las luchas de este tiempo, con jóvenes que ya viven, como si fuera la tierra prometida y en medio de gigantescos sacrificios, la libertad que habrán de alcanzar, con un liderazgo plural, renovado y decidido a que la transición sea futuro.