POR:VLADIMIRO MUJICA.
Leo con atención el escrito adulante y sibilino de Ignacio Ramonet
que circula en las redes sociales sobre las victorias de NIcolas Maduro
en el año 2016 y acerca de su transformación en líder indiscutible de la
revolución chavista. A pesar de que todo lo que allí se señala
constituye una manipulación descarada de realidades a medias y mentiras
obvias, como atribuirle a Maduro una competencia de la AN como el
nombramiento de los magistrados del TSJ, es inequívoco el mensaje: en la
guerra declarada contra el pueblo de Venezuela y la oposición
democrática, el gobierno de Maduro ha salido fortalecido.
El parte de guerra favorable al
gobierno en el 2016 incluye tres retrocesos importantes de las fuerzas
opositoras: la suspensión del RR; la anulación y el secuestro de la AN y
el uso del diálogo oposición-gobierno mediado por el Vaticano y el trio
de ex-presidentes, para dividir a la oposición y debilitar su imagen
internacionalmente. La oposición inició 2016 con una victoria electoral
monumental, la conquista de la mayoría en la AN, lo cual auguraba un año
de avances sostenidos. Termina en una situación disminuida y, lo que es
más grave, con su propia base de sustentación confundida y frustrada y
con el liderazgo político, tanto el reunido alrededor de la MUD, como el
que se desempeña en otros espacios, profundamente cuestionado.
No cabe ninguna duda de que el primer señalamiento que hay que hacer
es que el “avance” del gobierno está construido sobre violaciones
sostenidas de la Constitución, represión, corrupción masiva y de la
pobreza y la miseria de su propio pueblo. Estamos enfrentados a una
anocracia cuyo único objetivo es la preservación del poder a todo evento
y esto determina que la lucha de las fuerzas democráticas sea
singularmente compleja. A ello hay que sumarle el hecho nada trivial y
relativamente poco examinado que “el ciudadano opositor de a pie” sigue
teniendo las mismas carencias de inmediatismo y visceralidad que en su
momento llevaron a la clase media venezolana a apoyar a Chávez por el
rechazo a los partidos políticos. Y toda esta situación, agravada por
otro elemento tóxico en el panorama político: el secuestro de la opinión
ciudadana y la virtual fabricación de realidades a través de las redes
sociales. Todo un entramado de artilugios electrónicos simultáneamente
en manos de cualquiera con un computador y en manos de organizaciones
fabricantes de realidades, que elevan a la cima de la adoración pública o
hunden en la sima del desprecio a los actores políticos, en cuestión de
horas y que son capaces de generar alarmas y distorsiones que a su vez
influyen desmedidamente en la conducta del liderazgo político. Como
suele ser el caso, los avances tecnológicos que permiten la comunicación
masiva en las redes sociales facilitan tanto la activación y la
concientización ciudadana, como el ejercicio de conductas viles y la
manufactura de realidades a conveniencia.
Pero todos los señalamientos del párrafo anterior son tan solo una
explicación parcial del debilitamiento y los retrocesos de las fuerzas
democráticas opositoras. Hay otras razones de fondo, que deben ser
procesadas e internalizadas cuidadosamente tanto por los partidos
políticos como por la sociedad civil, y también, en última instancia por
todo ciudadano que sienta como su responsabilidad la democracia y la
libertad de su país. La primera causa de fondo es que el movimiento
opositor venezolano ha sido incapaz de generar una verdadera dirección
política que se apoye en una visión y proyecto de país y que lidere el
esfuerzo unificado de los ciudadanos para salir de la anocracia. La MUD
fue una exitosa alianza electoral pero la existencia innegable de
agendas, ya ni siquiera secretas, sino públicas y destructivas de los
partidos políticos y sus dirigentes fundamentales, han tornado en una
tarea imposible la conversión de esa convergencia electoral en una
dirección política nacional. Si se me permite la imagen, estas distintas
agendas coinciden en un vórtice divergente: la pretensión de dirimir el
liderazgo que surgirá luego de la derrota de la anocracia chavista sin
haber resuelto el problema fundamental de cómo se derrota al régimen.
Por increíble que parezca, esta simple explicación basta para entender
porque nos metimos en el camino sin retorno del RR sin contar con las
fuerzas políticas para lograrlo. O porqué se abandonó la exigencia
constitucional de realizar las elecciones de gobernadores. O porqué la
primera acción de la AN no fue actuar contra la designación arbitraria e
inconstitucional de los magistrados del TSJ, a sabiendas de la
estrategia del gobierno de usar al TSJ para neutralizar a la AN. O
porqué se acudió con divisiones a la crucial cita de la mesa de diálogo.
O porqué se desactivó todo el mecanismo de presión de calle durante el
proceso de diálogo. O porqué se aprobó un acuerdo conjunto MUD-Gobierno
que claramente debilitaba el esfuerzo opositor. O porqué se debilitó el
esfuerzo internacional, tan difícilmente conseguido, de la OEA, Mercosur
y la Unión Europea. Por supuesto que aún con una dirección política
real se pueden cometer errores, pero en cada una de las instancias
mencionadas la inexistencia de esa dirección, cuya responsabilidad
última sería conducir el esfuerzo unitario contra el régimen, impidió la
evaluación sólida de riesgos y amenazas y expuso al movimiento opositor
a derrotas previsibles y, quizás, evitables.
Cabe aquí una reflexión importante. Soy un convencido de que los
partidos políticos son indispensables para la democracia y durante mucho
tiempo he actuado con desinterés para favorecer su crecimiento, casi
con independencia de su signo ideológico, porque pienso que los tiempos
de deslinde serán otros, cuando volvamos a vivir en democracia. Debo a
mi amigo Wilfredo Urbina el recordarme un escrito de Leon Trotsky donde
el gran estratega bolchevique apuntaba que los partidos eran a las masas
como la máquina de vapor era al vapor. Sin la máquina, el gas es
incapaz de generar trabajo, del mismo modo que sin la dirección de los
partidos el descontento y la acción de las masas carece de efectividad.
Como menciono arriba, en el combate contra regímenes autoritarios la
dirección política es insustituible, pero la misma puede ser ejercida, o
no, por los partidos políticos, precisamente porque estas
organizaciones pueden estar naturalmente disminuidas. En el caso
venezolano hemos probado casi todas las alternativas: previo al desastre
del Carmonazo, fungía de dirección una alianza de los medios, y
organizaciones patronales y sindicales; la Coordinadora Democrática era
una alianza de partidos y la sociedad civil, al tiempo que el predominio
de los partidos en la MUD es total.
Cualquier alternativa de conformación de la dirección política es
válida. Lo que es inaceptable es la imposición de agendas partidistas o
individuales sobre el esfuerzo unitario. Eso lo estamos viviendo y es
urgente corregirlo. Pero no se pueden esperar soluciones mágicas: la
sociedad civil no está exenta de los mismos vicios de los partidos, así
que tendremos que hacerlo juntos, pero la destrucción del país no admite
más dilaciones.
La segunda responsabilidad de fondo del liderazgo opositor es no
contar con un canal fluido de participación y discusión con la gente. No
tanto para celebrar las victorias, que no requieren mucha explicación,
sino para que se entiendan los retrocesos y los cambios de rumbo, sobre
todo cuando se han anunciado grandes victorias que luego se desvanecen.
No tengo claro que surgirá en esta nueva etapa. Espero si, que no
sigamos apostando al reventón social y a las contradicciones del
chavismo como remedio a nuestras propias carencias.
2 comentarios:
Williams Caballero López
¿Qué esperas de la AN?
7 Enero, 2017
Segundo acto. Ahora el diputado Julio Borges asumió la presidencia de la Asamblea Nacional.
¿Qué podemos esperar los venezolanos ante este hecho? Julio Borges, quien ha sido señalado como el ala más “comeflor” de la Unidad venezolana llegó con un discurso aceptable, hablando del enjuiciamiento político de Nicolás Maduro y del respeto hacia el Poder Legislativo.
Pero, ¿podemos esperar más que palabras? Quien está picado de culebra cuando ve bejuco se asusta, así dicen en mi pueblo, y como ya hemos pasado por la dicotomía entre vehemencia e inacción entonces es válida la interrogante.
La realidad venezolana no es juego y no podemos actuar como si lo fuera; la situación actual es cada vez más alarmante y nos hace un llamado a la acción responsable y decidida.
A pesar de la trayectoria dialogante y genuflexa que ha presentado el mencionado diputado, no pierdo la esperanza que rectifique y que asuma como propio la senda que con mucha antelación han venido marcando María Corina Machado, Leopoldo López y Antonio Ledezma.
La Asamblea Nacional no puede quedar como una especie de parapeto que es vilipendiado, acosado y hasta ignorando por el régimen; los diputados, encabezados por su directiva, tienen que hacer valer sus facultades constitucionales y defender los derechos de los venezolanos.
Esperamos, y como yo millones de ciudadanos en todos los rincones del país, que la Asamblea Nacional emprendan el enjuiciamiento a Nicolás Maduro y determine lo que está claro para todo el mundo, el abandono del cargo presidencial.
Y es un hecho, la crisis venezolana se ha agravado porque no existe una conducción en el Estado. Los venezolanos están atravesando el desierto solos, sin socorro de nadie.
Esperamos que los diputados se pongan los pantalones y activen las acciones democráticas y constitucionales que permitan la liberación de la sociedad.
¿Qué esperar? Si somos generosos deberíamos esperar la destitución de Maduro, nuevos rectores del Consejo Nacional Electoral, remoción de los magistrados piratas y la designación de nuevos representantes del Poder Judicial.
Si somos pesimistas, entonces Borges llevará las riendas de un parlamento que se sentará a dialogar y se arrodillará ante las presiones constantes de un Ejecutivo que no tiene miramientos ante nadie, ni nada.
No obstante, espero que así como los obispos venezolanos, y por ende la Santa Sede, se percataron que con un régimen como el venezolano no existe un diálogo posible e invitaron a la acción decidida a su feligresía, espero que los partidos y sobre todo los diputados del Parlamento hagan los propio y efectúen un llamado semejante.
La rectificación es necesaria. El camino trazado por el diálogo fracasó desde el inicio, sólo nos queda la acción ciudadana y en la calle.
Y espero que la Asamblea Nacional acompañe a la sociedad venezolana en este movimiento de liberación nacional.
@wcaballerolopez
Richard Casanova
La luz del callejón
6 Enero, 2017
Un nuevo presidente de la Asamblea Nacional al día siguiente que Nicolás Maduro cambia su gabinete: dos eventos conexos que hay que analizar por separado. El nuevo gabinete es un intento de minimizar un acontecimiento que no pudieron impedir: la instalación de la nueva directiva del parlamento. También es la expresión de una voraz crisis interna en el PSUV: la designación de Tareck El Aissame como Vicepresidente, no es una decisión autónoma de Maduro sino el resultado de una negociación en debilidad para buscar el equilibrio mínimo y sobrevivir. ¿O alguien cree que Maduro quería designar a un vicepresidente tan desprestigiado y cuestionado? El conflicto pica y se extiende: así lo indica la cara larga de Aristóbulo Isturiz, al pasar de ser “el segundo a bordo” a un folclórico Ministro de las Comunas. Elías Jaua y Adán Chávez también aspiraban el cargo y para desgracia del país, ese par de trogloditas terminaron como Ministros de Educación y de Cultura, algo digno de “aunque usted no lo crea”. Diosdado, Padrino López y demás dinosaurios del militarismo tienen las garras sobre Maduro, quien está contra las cuerdas mientras el país sigue cuesta abajo en su rodada.
En efecto, la crisis ya hoy es pavorosa y todo indica que se agudizará: no existe una sola razón para suponer una reactivación económica con este hamponato en el poder. Y no basta con sacar al presidente, como ahora apuestan –según dicen- el llamado Cartel de los Soles y otros grupos internos. Para completar el cuadro, sume usted el ascenso de Trump a la presidencia de EEUU, el descrédito internacional de la narco-revolución chavista y la burla al Vaticano, cuya primera consecuencia es el endurecimiento de la postura de la iglesia, un factor de poder que tiene más de 2000 años de experiencia en estas lides. En otras palabras, el gobierno está aislado y en una debilidad extrema, aunque algunos no puedan verlo, quizás porque solo ven la superficialidad de una realidad muy compleja.
En este contexto, asume Julio Borges la presidencia de la AN. Su discurso tuvo dos vectores principales: un mensaje a nuestra FAN y una jugada de avance en el tablero: anunciar la declaratoria del “abandono del cargo”. El gobierno apelará al TSJ para desactivar esa bomba pero es un conflicto en desarrollo, cuya deriva está por verse y donde unas elecciones generales son una opción, incluso para Nicolás Maduro, si quiere preservar el liderazgo interno. En principio, este paso puede lucir como “un callejón sin salida” y aquí cobra sentido el mensaje de Julio Borges a la institucionalidad castrense. Lógicamente, hay algo que debemos asumir: el “diálogo” fue el último y muy necesario intento de alcanzar una salida democrática convencional. Su fracaso colocó -no a la oposición, ni al gobierno- sino al país en un callejón sin salida. ¿Que nos queda? ¿Insistir en el diálogo? ¿Esperar al 2018 mientras el país se desangra? ¿Apostar a unas elecciones regionales que no sabemos si se realicen? ¿O que la AN se limite a legislar como si fuera un país normal? Digo, si es que antes la satrapía no disuelve el parlamento. Es decir, “llegamos al llegadero”, la única opción es luchar y hay una luz en el callejón. ¡Somos mayoría! Razones hay muchas para salir a la calle a exigir la convocatoria a elecciones generales: el abandono del cargo y la presumible respuesta del régimen, será una más y la motivación para organizar la movilización del pueblo.
@richcasanova
(*) Dirigente progresista / Vicepresidente ANR del Colegio de Ingenieros de Vzla.
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