miércoles, marzo 19, 2008

"Miércoles Santo: El Nazareno"


POR:ALBERTO ARTEAGA SÁNCHEZ.

El proceso de Jesús no fue tal. Se trató de un linchamiento, remedo de juicio, un ajusticiamiento...

Hoy, Miércoles Santo, es el día del Nazareno. Es la fecha en que recordamos a Jesús, "perseguido por la justicia", aceptada la injusta sentencia, sin juicio y sin defensa. Una acusación sin fundamento "porque se pretendió Hijo de Dios". El juez inicuo, rechazó la acusación, consideró inocente al imputado y, aún estimando que debía liberarlo, ante un acusado, dueño de la situación y acogiéndose al silencio, acordó entregarlo a la muerte, en razón de su poder. Su decisión está signada por la arbitrariedad y por el más obsceno abuso del poder: porque tengo poder, decido tu destino: la muerte o la vida.

El poder decidió la suerte de Jesús. No fue el derecho, ni la justicia. El juez, temeroso y arbitrario reconoce que la acusación es falsa y que el imputado debía quedar en libertad, pero "los notables de la época" lo presionaron y la consulta popular dio como resultado que se debía indultar al delincuente Barrabás y condenar al inocente de Nazareth.

La traición estuvo a la orden del día, por parte de los jefes del pueblo y de las autoridades: "Yo estaba día a día con ustedes y no me detuvieron y hoy vienen con palos y espadas aprehenderme". Sus discípulos y amigos huyeron, acobardados y, simplemente, se ocultaron o lo negaron.

El proceso de Jesús no fue tal. Se trató de un linchamiento, un remedo de juicio, más bien, un ajusticiamiento llevado a cabo bajo apariencias de legalidad, sin el debido proceso, sin presumir su inocencia y sin prueba alguna valedera. Amenazado el orden establecido, un hombre debía morir por todos: "es necesario que uno muera por el pueblo".

El simulacro de proceso se llevó a cabo sin público, ante el Prefecto Pilatos, manipulado por la muchedumbre: "si liberas a éste, no eres amigo del Emperador". Pilatos, como juez inquisitivo se convirtió en accidental investigador, acusador, parte y juzgador, con absoluto desconocimiento del asunto y con evidente desinterés: ¿Eres el Rey de los Judíos? Jesús, con contundencia, respondió: "Tú lo dices" y, en definitiva, su silencio fue la respuesta a las imputaciones, como señal de rebeldía ante la injusticia y para no convalidar con su participación activa el atropello judicial.

El juez no tenía razones para condenar, pero la negativa a responder las preguntas del inquisidor, lo cual "hacía presumir su culpa", fue la "razón jurídica para la condena". Impuesta la pena máxima, sin proceso, sin defensa y sin sentencia formal, el enjuiciamiento de Jesús se convierte en símbolo de la injusticia humana, de la cobardía de los jueces y de la manipulación popular, hoy llamada "matriz de opinión".

El Nazareno, con su cruz a cuestas, vejado públicamente, sólo acompañado por su madre, unas valientes mujeres y su discípulo más cercano, es hoy el testimonio de quien se ofrece por la humanidad, padeciendo la más cruel de las penas por la redención del hombre.

El pueblo nuestro rinde culto hoy al Nazareno con sencilla y expresiva devoción. En la tradición hermosa de este día, las imágenes de María y de Juan se entrecruzan con el Nazareno, con su cruz a cuestas, en inolvidables y emotivas procesiones que nos hacen sentir el Miércoles Santo.



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