POR:NANCY ARELLANO.
"No puedes hacer una revolución para tener la democracia.
Debes tener la democracia para hacer una revolución".
Gilbert Keith Chesterton
G.K. Chesterton era un distributista inglés que creía en una tercera
vía entre el capitalismo y el socialismo, decía que era injusto que los
pocos tuvieran la propiedad de los medios de producción, como en el
capitalismo; pero también que era igualmente injusto que la propiedad
estuviese centralizada en unos pocos burócratas del Estado, como en el
socialismo. Por tanto la opción era un camino medio donde “los muchos”
pudiesen tener derechos de propiedad sobre la riqueza, una mayor
distribución de los medios de generación. Se garantiza un sistema de
redes entretejidas de producción donde se evita el monopolio.
Realmente en Venezuela la discusión versa no tanto sobre el tema
ideológico, del derecho de los muchos a acceder a los recursos, en tanto
que fines deseados de la política económica, como de praxis
político-económica. Lo que a muchos nos desencanta del llamado
Socialismo del Siglo XXI, ya en sí mismo de dudosa definición, no es
tanto sus consignas de igualitarismo como su falta de coherencia entre
postulados y práctica; y lo remanido de muchas de sus consignas que
tienen un tufo de fracaso en el siglo XX.
Catorce años no han sido suficientes para dejarnos entender bajo qué
esquema lógico se establecen las directrices de la política en materia
económica, o cuál es el entramado jurídico que sustenta la viabilidad
del proyecto “revolucionario” o cómo ellos quieren que realmente esos
cambios, afianzados en programas sociales, perduren en el tiempo.
¿Por qué digo esto? Porque si bien las misiones tienen un fuerte
contenido social plausible, necesario, esencial para garantizar la
equidad en la sociedad venezolana; éstas distan mucho de lograr ser
soluciones eficientes a los problemas nacionales. Por supuesto que
educación, salud, alimentación y vivienda son cuatro ejes cardinales de
cualquier gobierno social; pero las transferencias directas que suponen
las misiones, sin garantías de autosustentabilidad, les hacen el
instrumento perfecto de manipulación política. “¡Si no votas por mí, te
eliminarán el Mercal! ¡Ellos acabarían con Barrio Adentro! ¡Olvídate de
la vivienda si gana la oposición” etc etc etc”
¿Pero es que cuánto quieren a su pueblo como para no terminar de
hacer de Mercal un aparato productivo con raíces propias, o de Barrio
Adentro un plan asociado a la seguridad social por ejemplo? ¿Quién
tocaría a Mercal si ello implicara directamente un sector productivo de
cooperativas, pequeñas empresas y miles de empleos directos que son
receptáculo de los egresados de las misiones o de las universidades
bolivarianas? ¿Quién tocaría Barrio Adentro si los mismos trabajadores y
las empresas, con sus aportes mensuales, son los que financian el
sistema? ¿Para qué eliminar Misión Vivienda si éstas están financiadas
por la banca y luego los beneficiarios acceden a ellas con créditos
preferenciales que pagan con el sudor de su frente; o si se generara
empleo directo con las construcciones porque es mano de obra 100%
venezolana?… ¡Eso sí sería revolucionario! ¡Eso sí sería soberano!
Pero no… es mejor dejarlo como obra de un hombre, de un grupito, y no
como un sistema autónomo y no sometido a presiones partidistas, o
listicas burocráticas y caldo de cultivo para la corrupción.
Hoy el pueblo venezolano está dividido, prácticamente en dos toletes.
El pueblo apunta al pueblo para destruirlo, destruirse. Es un suicidio
popular donde todos perdemos por igual. Hace falta mucha falta de
sensatez para desviar la mirada hacia las implicaciones que tiene el
desconocer a la mitad del país, sea chavista-madurista u opositora. ¿Qué
cuesta hacer el reconteo y dejarle en claro a la otra mitad del país?
–¡Dios mío son más de siete millones!, no cuatro pelagatos- que tienen
derechos y que ¡nadie los ignorará! Que la democracia contempla a las
minorías; que su base cualitativa porque son personas, no números; que
la llamada izquierda –tradicionalmente “marginada”- ahora en el poder-
sí es incluyente… (Pero que también hay izquierda en la oposición
aclaro).

Sólo veo más de los vicios que tanto criticaban, y cada vez se han
ido afianzando las burdas formas de democracia cuantitativa que pisa la
dignidad de nuestro gentilicio. ¿O de verdad creen que quien tiene el
poder tiene el derecho de aplastar al resto? ¿Creen que tener un 1, 3 o
5 por ciento más da carta blanca a imponerse? ¡Tiranía de la mayoría!
–advertía Tocqueville o J.S. Mill.
Pero aún parece que los detentores del poder obvian qué es la
democracia. “¿Qué es la democracia sino un conjunto de reglas para la
solución del conflicto sin derramamiento de sangre” dice Shapiro y
Cordon; o, y es la que más me agrada, Democracia como “poliarquía” como
dice Dahl, donde se “requiere de la presencia de funcionarios electos,
elecciones libres y competitivas, sufragio inclusivo, derecho a
competir por los cargos públicos, libertad de expresión, existencia y
disponibilidad de información alternativa y autonomía asociativa en
tanto que elementos esenciales a la democracia”.
¿Fueron elecciones libres y competitivas, sin ventajismos y sin
incidencias? ¿todos los venezolanos tenemos derecho a competir por
cargos públicos así seamos de oposición? (es decir, así estemos en la
lista) ¿La información y rendición de cuentas es clara en nuestro
sistema?
Ninguno de estos problemas son fabricados en laboratorios
imperialistas; autores como Schedler hablan de los retos de la
democracia, y mencionan por ejemplo: la personalización de la política,
la descentralización del poder estatal, la introducción de mecanismos
de democracia directa, la reforma judicial, el alivio de la pobreza y
la estabilización económica. ¿Les suenan familiares estos problemas?
El punto es que la calidad democrática en Venezuela está en juego por
todos lados; desde las papeletas hasta los papelones que hacen unos
cuantos desde el gobierno. Nosotros parecemos destinados a un harakiri
colectivo, si seguimos enfrentándonos entre nosotros en vez de
comprender a quién hay que exigir qué. Venezuela es una señores, no lo
olviden. ¡Hagamos democracia! O ni tendremos quién nos llore en el
velorio.
twitter: @nancyarellano
Fuente:http://www.noticierodigital.com/2013/04/suicidio-popular/