POR: JAVIER ANTONIO VIVAS SANTANA.
La dieta de Maduro no sólo es una construcción originada de la sabiduría
popular. Su semántica encierra el disfraz de un gobierno que
autodenominado "socialista" ha aplicado contra los venezolanos el más
perverso ajuste neoliberal; es decir, nos empobrece, pulverizando
nuestros salarios, y generando una espantosa inflación, y una liberación
solapada de la tasa de cambio, o lo que es lo mismo, destruyendo la
moneda nacional.
La dieta de Maduro es aquella que liquidó todo el aparato productivo de
un país para justificar grandes negocios con empresas de maletín y
mafias corruptas del gobierno, en simbiosis con sectores financieros a
través de importaciones fraudulentas. La dieta de Maduro, en contrario
sobre lo anterior, disminuyó drásticamente las importaciones de
alimentos y medicinas para un pueblo con el propósito de pagarle
nuestras divisas a los más ricos del mundo ubicados en Wall Street, la
cuna del capitalismo.
La dieta de Maduro, no es una simple oración con ironía. La dieta de
Maduro es una lamentable realidad, cuya génesis está en la incompetencia
de unos insensibles quienes se han adueñado del país como si fuera una
hacienda de éstos de aquellas entre los siglos XV y XIX, con la
diferencia que los esclavos tenían que ser alimentados para poder
cumplir sus faenas, mientras el pueblo, en esta mácula de la historia,
lo tienen sometido por el hambre.
La dieta de Maduro es la más humillante de las situaciones sociales que
haya vivido el país, porque estamos con una disminución forzada en la
ingesta de alimentos, bebidas y medicinas, razón por la cual, los
venezolanos (adultos y niños) ante un déficit en nuestros distintos
componentes nutricionales y proteínicos, nos hemos convertido en una
generación de permanente caquexia.
La dieta de Maduro es aquella que ahoga económicamente a las familias de
Venezuela, cuando vemos que nuestras neveras están vacías. La dieta de
Maduro es la misma que nos ha obligado a convertirnos en limosneros de
un salario, el cual para nada cubre las necesidades básicas para sí
mismos y menos de nuestros seres queridos. La dieta de Maduro nos limita
la posibilidad de alimentarnos de manera balanceada, porque millones de
familias no podemos comer tres veces al día.
La dieta de Maduro nos ha hecho retornar a etapas que pensábamos
superadas. La dieta de Maduro nos ha permitido ver madres con sus hijos
disputarse un mendrugo o residuos de comida en el medio de la basura, al
lado de indefensos animales como perritos y gatitos. La dieta de Maduro
es la ruina de un país, porque decreta la pobreza y la miseria de un
pueblo que no tiene el qué comer, el cómo afrontar el día a día ante la
realidad social.
La dieta de Maduro ha dejado en evidencia que además de no poder
satisfacer nuestras necesidades alimenticias, el venezolano común
tampoco tiene suficiente dinero para la educación, salud, transporte,
servicios públicos, alquiler, ropa y calzado. La dieta de Maduro, no es
una simple visualización del cómo hemos perdido peso, sino que pagar
servicios fundamentales y comprar bienes esenciales se convirtieron en
lujos para una población.
La dieta de Maduro lo que realmente nos coloca duro es el sentimiento de
lucha contra un gobierno, cuando vemos morir a un niño o un anciano de
hambre. La dieta de Maduro es un mal chiste sobre disfunción eréctil,
que tal vez aplique en relación con las cúpulas del partido oficialista,
por razones que ellos sólo conocen en sus rojos y negros espacios.
El presidente de la República, por fin se dignó en hablarnos de una
dieta que lleva su nombre, la cual se ha hecho común en el habla
popular. Tal vez, sin saberlo el máximo gobernante del país, cuando nos
dijo aquella infeliz frase: "La dieta de Maduro te pone duro", hizo gala
de una hemiasomatognosia, combinada con una especie de misoplejia;
verbigracia, conforme no hablo en sentido figurado lo que he mencionado
sobre la dieta de Maduro, tampoco es figurado, la preocupante praxis
verbal que conjuga el presidente. He sido estudioso del pensar y sus
componentes cerebrales en los últimos años. Por ello, en una
oportunidad, escribí en este portal sobre la prosopagnosia de Maduro¹.
La dieta de Maduro es la visión autolítica de una forma de pensar que se
pretende aplicar sobre un país. A propósito de ser ciego. Quien tenga
ojos que vea.
Fuente:http://www.aporrea.org/ideologia/a209756.html
Maduro y su chiste sobre la dieta
El presidente Nicolás Maduro, se lanza al ruedo de los chistes, las
chanzas y el chalequeo, como cualquier estadista serio hablaría de la
crisis y los problemas cotidianos de su país y que le son propios de las
responsabilidades que acarrea el ejercicio de la primera magistratura.
Lo tragicómico es cuando se hace de la situación real un chiste de mal
calado y termina parodiando el peso de su propia responsabilidad.
Eso exactamente ocurrió durante el lanzamiento de la revista de los
Comités Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP). Allí preguntó a
uno de sus colaboradores, Gustavo Villapol, editor del semanario Cuatro
F, por qué estaba tan delgado. Villapol, alzando los brazos hacía señas
que estaba trotando, hasta que los gritos del público le hicieron saber
que se debía a "la dieta de Maduro".
Montando la ola del chiste, el primer mandatario ripostó entre risas
"¿la dieta de Maduro?... La dieta de Maduro te pone duro… sin necesidad
de Viagra" y el público acompañó la carcajada del mandatario, como si
del cierre de una actuación de Bip, el mítico payaso de suéter a rayas y
maltratado sombrero de copa decorado con una flor se tratara. Solo que a
este chistoso le faltó la grandeza y sobre todo el silencio que
acompañó siempre al gran Marcel Marceau.
¿Dónde está el chiste? ¿en la inventiva presidencial? ¿en la risa
nerviosa de esos pobres diablos pagados con el dinero de nuestros
impuestos para servir de comparsas en feria de pueblo arruinado? El
chiste que estimula la risa en detrimento de otro, del semejante, no es
chiste; es burla, pero cuando la chanza se hace prevalido de su
condición o desde el ejercicio del poder, denota crueldad, maldad y una
profunda ignorancia que está lejos, a miles de kilómetros de distancia
de eso que rimbombantemente llaman algunos, majestad presidencial.
Insisto en la pregunta ¿dónde está el chiste? Alguien que pudo ser
Perogrullo –por lo obvio- afirmó que un chiste que hay que explicarlo,
no es chiste, ya que una de las características principales de este, es
la complicidad implícita que se establece entre el chistoso y los
receptores de la guasa. El chiste sobre el hambre que padece gran parte
de la población venezolana –a despecho de los informes de la FAO- puede
ser explicado por los miles y miles de venezolanos a los que la vida se
les va haciendo una infame cola para adquirir un solo producto. El
chiste de Maduro, también puede explicarse en los millones de personas
que a diario se acuestan sin comer. El chiste de la dieta, se explica de
múltiples formas y todas nos pueden hacer llorar, pero no precisamente
de la risa.
"La dieta de Maduro, te pone duro" es la triste confesión de una
incapacidad manifiesta, de una desvergüenza propia y ajena, de un mago
al que al fallarle los trucos de la chistera, se convierte en el
hazmerreir de la comunidad nacional e internacional.
"La dieta de Maduro te pone duro" ¿duro para qué o contra qué? o peor
aún, ¿en contra de quién? ¿duro para soportar el hambre? ¿duro para
resistir con estoicismo el espectáculo de ver como se consume la grasa
del propio cuerpo en un ejercicio que se acerca más al horror del
holomodor, que al acto voluntario de rebajar de peso? Ruego dispensen mi
falta de sentido del humor, pero no veo motivos de risas aquí.
La relación del poder con el humor es legendaria, queda registrada para
la historia como ejemplo de ingenio y tolerancia la anécdota en la que
George Bernard Shaw, envió dos entradas al entonces primer ministro del
Reino Unido para que asistiera al estreno de una obra suya titulada
"Santa Juana" acompañándolas de una nota que decía "Una para usted y
otra para un amigo "si acaso tiene uno". Churchill le contestó con una
nota de agradecimiento y ofreciendo disculpas por no poder asistir al
estreno le solicitó nuevas entradas para la segunda función con la
coletilla "si es que la hay"
Cuando usted señor presidente quiera "echar un chiste", cuando quiera
sentirse gracioso, recuerde aquella sentencia que le atribuyen a Carlos
Soublette, "La república no se perderá porque el pueblo se ría de su
gobernante. La república podrá perderse cuando el gobernante se ría de
su pueblo".
Quizás entonces allí entienda que "La dieta de Maduro" no es un mal
chiste. Es una cruel realidad. Quizás también entienda que la dieta es
un acto voluntario, pero el hambre es inducida, auspiciada y provocada
por su gobierno, lo cual como verá no es nada gracioso.
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