POR:ALEXANDER CAMBERO.
No existe mayor prueba del ejercicio democrático que el voto. Todo el
armazón del estado- bajo cánones de libertad- se alza contando con la
anuencia ciudadana. Con el sufragio es que podemos lograr los avances
que toda sociedad requiere para poder desarrollarse eficientemente. Las
grandes conquistas públicas se iniciaron cuando los ciudadanos
escogieron bien, al no hacerlo, y padecer administraciones corrompidas,
también se contó con el sufragio para que recuperara espacios necesarios
para encauzar la República.
En la historia: el voto ha sufrido las
persecuciones propias de la satrapía que enajena pueblos y ensalza al
crimen como panegírico de sus misterios. Las dictaduras tratan de
imponer la pólvora por encima de la voluntad popular. Estás se preservan
en su fuerza disuasiva para arrancarle a las sociedades su poder
protagónico.
En Venezuela en los últimos tiempos han surgido pequeños sectores
opositores que llaman a abstenerse. Alegan una serie de argumentos que
algunas veces suenan válidos, pero que reflejan un juego maniqueo que
termina favoreciendo al régimen. La acción de quedarse en casa jamás a
derrocado las tiranías.
Quien no participa termina siendo el culpable de mantener la
pesadilla que tanto critica. Es cierto que el caso venezolano las
condiciones para votar están sometidas por instituciones secuestradas,
pero acaso: ¿la historia electoral es un colchón confortable en todas
partes? En un sinnúmero de países tuvo que lucharse hasta lograr los
espacios requeridos.
En situaciones tan complejas como la nuestra la salida la construyó
la participación, creer en revueltas populares gigantescas que penetren
el palacio presidencial y lo sometan todo, es propio de otras sociedades
o de la ciencia ficción de algunos grupos extremistas que importan
ideas caducas para adornar la escasez neuronal. En la política se actúa
con el cerebro y no con las vísceras.
Creer que el fuego consumidor es más trascendente que elegir, es
propio del arrebato que conduce al extravío. Aquí solo lograremos
derrotar la dictadura es con votos, no matándonos. La frustración que
deja el ejercicio violento, postra a los grupos que creyeron en la
heroicidad victoriosa de su acción. Ese despecho existencial va
reduciéndose aceleradamente en la medida que comprenden que las
elecciones regionales son ideales para restarle poder al gobierno
tiránico.
Llegó la hora de votar masivamente. No existe otro camino que aquel
que conduce al elector a colocar su huella en la historia, lograr un
avasallante triunfo es la gran apuesta democrática, quien se quede en
casa sufraga indirectamente por el gobierno…
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