En mala hora, la dirigencia de la oposición sucumbió en 2005 al
embrujo abstencionista de la antipolítica. La dirigencia dejó de
dirigir. El liderazgo dejó de liderar. Los partidos dejaron de postular.
El electorado opositor dejó de votar. Y mire usted los resultados: el
oficialismo se cogió para sí toda la Asamblea Nacional y el resto de los
poderes públicos. La mega tragedia que hoy padecemos los venezolanos es
hija legítima de aquel antihistórico resbalón abstencionista.
Ciertamente, la oposición siempre ha
competido en total desventaja. Es obsceno el ventajismo del régimen, más
que descarada la parcialización del Consejo Nacional Electoral, masivo y
delictivo el uso de los dineros y demás recursos públicos, escandaloso y
aterrador el chantaje y la extorsión al electorado más vulnerable,
asqueroso y apabullante el manejo sesgado de los medios de comunicación
públicos y las forzadas cadenas de radio y TV en favor de las propuestas
electorales oficialistas.
Eso es verdad. Pero pregunto: ¿Es que acaso desde que Hugo Chávez
llegó al poder hemos tenido en Venezuela alguna elección limpia y justa,
verdaderamente competitiva, igualdad de condiciones para todos los
partidos y candidatos, un árbitro electoral imparcial, equidad en los
medios de comunicación, frenos al chantaje oficialista y a los
paramilitares y motorizados rojo-rojitos que aterrorizan a los electores
y a los testigos, una observación internacional profesional, seria y
absolutamente confiable?
¡Nunca jamás! Y aun así la oposición ha ganado dos elecciones
nacionales (el referendo popular en 2007 de la abortada reforma
constitucional de Chávez y la votación en 2015 para integrar la actual
Asamblea Nacional) y varias regionales en estados y municipios claves de
la república. Cuando ha habido voluntad unitaria de participar por
parte de las fuerzas políticas y una votación masiva que se exprese en
las urnas electorales, pese a las más difíciles desventajas la
alternativa democrática ha competido, cuidado los votos y ganado. Esa es
la absoluta verdad.
¿Qué pasó en las más recientes elecciones de gobernadores? Las
encuestas de opinión presagiaban una abrumadora victoria de las fuerzas
democráticas. Tanto, que se vaticinaban cerca de veinte de las
veintitrés gobernaciones en manos de la oposición. Pero cuando se
contaron los votos no fueron sino seis, una de las cuales, la del estado
Bolívar, fue arrebatada a la oposición por un fraude que se pudo dejar
en evidencia justamente porque la oposición participó en el proceso. La
victoria del Zulia finalmente se desvaneció por razones de discutible
validez.
¿Y por qué no se alcanzaron las veinte gobernaciones? Porque millones
de venezolanos que se identifican como opositores y que hubiesen votado
por las candidaturas no oficialistas como lo hicieron efectivamente en
las parlamentarias de 2015, prefirieron quedarse en sus casas antes que
aportar su concurso a la gran victoria democrática que vislumbraban las
encuestas.
A propósito de las desventajosas condiciones en que han sido
convocadas las elecciones presidenciales, de nuevo se escuchan llamados
abstencionistas que pretenden dizque “deslegitimar” a un régimen al que
nada ni nadie puede legitimar aun proponiéndoselo. Nada ni nadie puede
“lavarle el rostro” a un régimen de rostro, cuerpo y mente sucios a más
no poder.
Tenemos todo el derecho y el deber de exigir condiciones electorales
equitativas, tal como lo estipula la constitución. Pero pregunto: ¿Si
decimos que este es un gobierno dictatorial, violador contumaz de la
constitución, podemos esperar que se comporte como una democracia?
Entendamos que mientras esta gente esté en el poder tendremos que seguir
lidiando con condiciones sistemáticamente desfavorables.
El primer interesado en que se imponga la abstención es el propio
gobierno. Si los ciudadanos que aspiran el cambio democrático se
ausentan de las mesas electorales, Maduro tendrá garantizados sin
obstáculos seis años más en Miraflores.
Si la Concertación Democrática de Chile hubiese estado dirigida por
el abstencionismo que el G-4 de la MUD postula hoy para Venezuela, y en
vez de convocar al pueblo chileno a votar lo hubiese invitado a
abstenerse en el plebiscito organizado por la dictadura, con seguridad
otra sería la historia y el tirano Augusto Pinochet se hubiera muerto de
viejo en el Palacio de La Moneda.
¿Qué motivaciones habrá detrás del interés en que los venezolanos nos
abstengamos de votar y, cruzaditos de brazos, le regalemos a Maduro
seis años más en Miraflores?
mario_villegas
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