Los resultados electorales del
14-A revelan que el proceso de transición, iniciado con fuerza desde
abajo y no por voluntad de elites dominantes, se hace indetenible.
Venezuela ha entrado a tal grado de declinación corporativa y urbana que
el ciudadano común percibe inservibles a las instituciones básicas
universales. Mientras el vecino padece los efectos del vertiginoso
deterioro de los servicios conurbanos básicos, los burócratas "vivaces"
hacen ostentación de un poder bruto carente de valor cívico y abundante
de contradicciones.
La propagandeada revolución está llegando a su fin. El pueblo, luego de 14 años de frustración, la percibe precisamente como el mayor escollo para el progreso. El retraso institucional es el factor más obstaculizante para atender los requerimientos básicos de la población. El fenecido había logrado falsear nuestra realidad y conducir a la mayoría a un autoilusión de riqueza e independencia territorial que hoy hace aguas por todos lados. El llamado "shock del futuro" propuesto por el finado resultó ser un "shock" pero del pasado que, por cierto, nada tiene que ver con el progreso.
La gente no está dispuesta a capitular sin lucha ante tantos desatinos. El conflicto universitario, descontento de trabajadores de Guayana, diarias protestas de los más pobres exigiendo viviendas, entre muchos, evidencian que no basta la represión para contener la transición hacia la institucionalidad. Llegará el momento, más temprano que tarde, de materializar la propuesta de Capriles de convocar un proceso constituyente para adecentar las instituciones y hacer viable la marcha del país.
Las protestas no pueden ser enceguecidas por la reprimenda policial pues sus causas están a la vista de todos y con petitorios sociales palmarios y justos. Ya el régimen no podrá sonreír ni considerar utópico el planteamiento de los jóvenes que exigen un país más seguro, con mayor calidad de vida. De nada le servirá a Nicolás insistir con la utopía de querer implantar un régimen colectivo determinado por la adaptación a un medio deformado similar al implementado por los déspotas en Cuba. Podría afirmarse que la conjeturada educación para la adaptación que mira hacia atrás colapsó. Nuestros niños y jóvenes incursos en el mundo de la informática no claudicarán ante la implantación de ideas del siglo XIX a la manera cubana.
Parte del país que alguna vez se sintió seducida por la ilusa promesa chavista de construir un futuro mejor, percibe ahora ese futuro personificado por Nicolás como una amenaza. La fuerza y la opresión ya no surten el efecto buscado. El miedo, que en algún momento de nuestra historia fue un buen caldo de cultivo para aumentar el poder, tampoco servirá. Látigo y terrón de azúcar, castigo y redención, formas del pasado ya no predicadas desde los púlpitos sino a través de la inmensa red de comunicación oficial, dejaron de ser amenaza. La mayoría perdió el miedo y exige respuestas.
La interposición social simbolizada por el frágil presidente, Fiscalía, TSJ, Fuerzas Armadas, se aprecian debilitadas y envejecidas ante el indetenible ímpetu colectivo que exige alternativas diferentes. La transición se percibe en el aire y como tal no puede ser confiscada por ninguna artimaña cultivada por nuestras precarias instituciones. En otras palabras, llegó la hora de abandonar las vías muertas de la adecuación sin objetivos y plantear la discusión relacionada con los procesos de producción. Se trata de investigar los conflictos sociales no para ocultarlos sino para elucidarlos y buscarles salida. Así pues la transición está en marcha aunque el régimen ostente poderío represivo y crea estar viviendo la cúspide de su ejecutoria.
La propagandeada revolución está llegando a su fin. El pueblo, luego de 14 años de frustración, la percibe precisamente como el mayor escollo para el progreso. El retraso institucional es el factor más obstaculizante para atender los requerimientos básicos de la población. El fenecido había logrado falsear nuestra realidad y conducir a la mayoría a un autoilusión de riqueza e independencia territorial que hoy hace aguas por todos lados. El llamado "shock del futuro" propuesto por el finado resultó ser un "shock" pero del pasado que, por cierto, nada tiene que ver con el progreso.
La gente no está dispuesta a capitular sin lucha ante tantos desatinos. El conflicto universitario, descontento de trabajadores de Guayana, diarias protestas de los más pobres exigiendo viviendas, entre muchos, evidencian que no basta la represión para contener la transición hacia la institucionalidad. Llegará el momento, más temprano que tarde, de materializar la propuesta de Capriles de convocar un proceso constituyente para adecentar las instituciones y hacer viable la marcha del país.
Las protestas no pueden ser enceguecidas por la reprimenda policial pues sus causas están a la vista de todos y con petitorios sociales palmarios y justos. Ya el régimen no podrá sonreír ni considerar utópico el planteamiento de los jóvenes que exigen un país más seguro, con mayor calidad de vida. De nada le servirá a Nicolás insistir con la utopía de querer implantar un régimen colectivo determinado por la adaptación a un medio deformado similar al implementado por los déspotas en Cuba. Podría afirmarse que la conjeturada educación para la adaptación que mira hacia atrás colapsó. Nuestros niños y jóvenes incursos en el mundo de la informática no claudicarán ante la implantación de ideas del siglo XIX a la manera cubana.
Parte del país que alguna vez se sintió seducida por la ilusa promesa chavista de construir un futuro mejor, percibe ahora ese futuro personificado por Nicolás como una amenaza. La fuerza y la opresión ya no surten el efecto buscado. El miedo, que en algún momento de nuestra historia fue un buen caldo de cultivo para aumentar el poder, tampoco servirá. Látigo y terrón de azúcar, castigo y redención, formas del pasado ya no predicadas desde los púlpitos sino a través de la inmensa red de comunicación oficial, dejaron de ser amenaza. La mayoría perdió el miedo y exige respuestas.
La interposición social simbolizada por el frágil presidente, Fiscalía, TSJ, Fuerzas Armadas, se aprecian debilitadas y envejecidas ante el indetenible ímpetu colectivo que exige alternativas diferentes. La transición se percibe en el aire y como tal no puede ser confiscada por ninguna artimaña cultivada por nuestras precarias instituciones. En otras palabras, llegó la hora de abandonar las vías muertas de la adecuación sin objetivos y plantear la discusión relacionada con los procesos de producción. Se trata de investigar los conflictos sociales no para ocultarlos sino para elucidarlos y buscarles salida. Así pues la transición está en marcha aunque el régimen ostente poderío represivo y crea estar viviendo la cúspide de su ejecutoria.
miguelmer@gmail.com
@MiguelBM29
Fuente: http://www.eluniversal.com/opinion/130701/indetenible-marcha-hacia-la-transicion
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