En anteriores oportunidades he
afirmado que nunca se toca fondo, que siempre se puede estar peor,
recordatorio que hago pues participé en una conversación que me dejó
altamente preocupado por la pesada carga de ingenuidad. Los contertulios
concluían acertadamente que la situación del país había llegado a un
deterioro inédito, lo que ameritaba acudir al diálogo como una manera de
buscar salidas a la profunda crisis.
Lamentablemente esta percepción no pasa de ser una idílica ilusión que proyecta lo que un grupo de venezolanos de buena voluntad harían en tan precaria situación, pero el problema es lo que efectivamente hará el régimen. De entrada, el diálogo está descartado pues no está previsto en la revolución bolivariana y mucho menos cuando el mismo sería un reconocimiento expreso del fracaso del modelo.
La elite del régimen está consciente de cuán grave está el país y que ello obedece a un proceso erróneo ideado y liderado por un autócrata mal llamado comandante eterno. Su heredero se encuentra desbordado pero prefiere profundizar la crisis antes que reconocer los errores y erigirse en un verdadero estadista al asumir, responsablemente, las dolorosas decisiones que habría que tomar.
Lamentablemente esta percepción no pasa de ser una idílica ilusión que proyecta lo que un grupo de venezolanos de buena voluntad harían en tan precaria situación, pero el problema es lo que efectivamente hará el régimen. De entrada, el diálogo está descartado pues no está previsto en la revolución bolivariana y mucho menos cuando el mismo sería un reconocimiento expreso del fracaso del modelo.
La elite del régimen está consciente de cuán grave está el país y que ello obedece a un proceso erróneo ideado y liderado por un autócrata mal llamado comandante eterno. Su heredero se encuentra desbordado pero prefiere profundizar la crisis antes que reconocer los errores y erigirse en un verdadero estadista al asumir, responsablemente, las dolorosas decisiones que habría que tomar.
Muy al contrario, NM usa un lenguaje más virulento que el del predecesor; su equipo de gobierno no deja dudas acerca de sus limitadas capacidades; solicitó una ley habilitante para sentirse el jefe; propicia un acoso defenestrador de la dirigencia opositora; promueve normas que controlan la información para esconder la realidad; quiere convertir en ley el plan nacional; colocó en el escarnio público a empresarios sean o no especuladores.
Quizás lo más grotesco es la defensa del precio justo, campaña perversa que estimula el consumo de electrodomésticos cuya verdadera finalidad se dirige a rescatar parte de la amplia popularidad pérdida; esconder el verdadero origen de la crisis; aprovechar la circunstancia para debilitar aún más la figura de los empresarios (no afectos al régimen). En esencia de lo que se trata es de configurar el supuesto ejército que adelanta la guerra económica.
No cabe duda que esta campaña insólita le rendirá frutos electorales al oficialismo así para Venezuela sus resultados sean una profundización del deterioro. Para resumir, el gobierno será el único que podrá importar para garantizar los precios justos; los ciudadanos adquirirán solo lo que se importe (China-Brasil) y como muy posiblemente los $ no alcanzarán, nos arroparemos hasta donde nos alcance la cobija mediante un racionamiento disfrazado de lo que se consiga.
Sin embargo, nada de lo dicho es comparable en gravedad con el alborozo experimentado por grandes contingentes de venezolanos que hacían colas para comprar barato, con un comportamiento retaliativo hacia propietarios y dependientes (el mismo pueblo) sin importarles si los electrodomésticos adquiridos se necesitaban o si habrá comida para utilizarlos.
En el fondo, esta conducta no privilegia el valor del trabajo, ni el derecho a la propiedad ni el reconocimiento del esfuerzo de quienes, con honestidad, han emprendido sus negocios, ni reconoce en el ciudadano consumidor el actor fundamental para combatir la especulación y las erráticas políticas públicas que la favorecen.
Si estos acontecimientos no bastan para imaginarse lo que está por venir, no sé qué otro hecho podrá convencer a los venezolanos de la importancia de salir masivamente a decidir con el voto el destino de este régimen.
Fuente:http://www.eluniversal.com/opinion/131129/crisis-la-del-2014
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