POR:MANUEL MALAVER.
No es que piense establecer una simetría conclusiva entre la acción
de los gobiernos castrochavistas y la del hampa que, desde hace 15 años
trabajan, a su manera, por la destrucción del país, pero sí afirmar que
al concurrir en el logro del mismo objetivo, se identifican como agentes
de una causa común.
El primero, al colocarse al margen de la Constitución, negar la
independencia de los poderes y no reconocer otra ley que la que impone
la ideología anacrónica que llaman “socialismo” o “revolución”.
Un fanatismo inútil que puede interpretarse como una suerte de
desequilibrio o delirio que lo desconecta absolutamente de toda realidad
y lo somete a desgastarse en fantasías o mitos elucubradas años o
siglos atrás y, por los que naufraga, en palabras o tesis vacías de
contenido y significado.
La segunda, al hacer valer la “ley del revólver”, destruye vidas y
bienes y establece un régimen de terror por el que los ciudadanos
terminan prisioneros en sus propias casas, o lugares de culto, estudio o
trabajo.
Expresión máxima de lo que en la politología contemporánea se conoce
como “Estado fallido”, que en cualquier sociedad moderna alarmaría y
obligaría a las autoridades constituidas a enfrentar y derrotar a este
“otro poder” (tal sucede hoy en México, y hace dos décadas y media en
Colombia), pero que en las postmodernas y de guerras asimétricas (como
las “Socialistas Siglo XXI”) llegan a ser coadyuvantes y
complementarios, ya que lo que “uno” no puede hacer con la violencia,
“el otro” lo realiza y con absoluta e incontrastable impunidad.
En otras palabras: que aun en las condiciones del mediano y tibio
respeto a la Constitución típico del neototalitarismo chavista y
postchavista (que prescribe también una defensa instrumental de los
derechos humanos), la revolución necesita del miedo y el caos para
sobrevivir y ellos les llegan en bandeja de plata con la acción de los
“colectivos armados”, los cuerpos paramilitares, los motorizados sin
control y de estas bandas de atracadores, asesinos y secuestradores en
torno a los cuales se deja filtrar la especie que “son amigos de la
revolución”.
“Los malandros necesarios” los llamó una vez una revolucionaria
chavista ante el propio Nicolás Maduro, en una de las pintorescas
experiencias que llama “gobierno de calle”, y sin que se oyera una sola
objeción del propio mandatario.
O sea que, sobre el tema, el Estado neototalitario no oculta sus
preferencias, pues si bien en sus 15 años de mandatos ha implementado
algo así como “25 planes para reducir las víctimas del hampa”, lo hace
siempre bajo la salvedad de que no se trata de “asesinos”, sino de
“buenos muchachos”, descarriados del camino del bien “por el
capitalismo” y “los imperialistas” y que bastaría con un regaño y unos
pocos meses o años de cárcel para que vuelvan a tomar la senda de la
honestidad, la civilidad y el trabajo.
“Muchachos, dejen la matazón” decía Maduro el jueves pasado al no
poder bypasear la conmoción desatada en el país por el asesinato de la
actriz, Mónica Spear y de su esposo, Thomas Henry Berry. “Dejen la
matazón y entreguen las armas” y, eventualmente (pudo agregar), regresen
a una sociedad que los recibirá con los brazos abiertos.
En breve, se olvidó de reseñar que “esos muchachos” eran los
responsables de que 25 mil venezolanos hubiesen perdido la vida en el
primer año de su gobierno, y que más que frutos de los vicios del
capitalismo, lo eran de los del socialismo, puesto que en su mayoría
nacieron pocos años antes de la revolución, por lo que crecieron o
educaron (si es que lo hicieron) bajo su umbrela.
Son entonces, “hijos de la revolución”, o para ser más precisos, ya
tendrían que ser prototipos del “hombre nuevo”, pues se formaron viendo y
sintiendo la apabullante y aplastante presencia de Hugo Chávez y su
control del 90 por ciento de los canales de la televisión y las emisoras
de radio, sin dejarles tiempo siquiera para ver comiquitas,
Discurso violento, guerrerista, maniqueo, glorificador del poder
militar armado hasta los dientes, y devaluador del poder civil
fundamentado en la ley y el estado de derecho, impulsado por guerras
imaginarias que jamás tuvieron un átomo de realidad y hermano y “aliado
estratégico” de todos aquellos caudillos que estaban fabricando equipos y
herramientas para la muerte.
Furiosamente consumista, puesto que había renta petrolera para vivir
sin trabajar y sin propiedad privada, que es la que genera producción y
productividad, y un país que pasó a convertirse en un inmenso puerto en
el que llegaban mercancías y baratijas de todos los confines.
Un socialismo, en fin, de militares y civiles ricos, abiertos (como
todos los llamados a la riqueza súbita) a maridarse con cuanto pirata,
contrabandista, estafador y outcast, llegara de cualquier latitud de la
tierra, como que el único pasaporte que se les pedía era declararse
enemigos de los poderes establecidos en el norte de América y Europa,
los de raza anglosajona y cultura occidental, porque “y que eran” donde
había nacido y crecido el odioso capitalismo.
Ingenuamente anclado en versiones piadosas y caritativas de la
ilicitud y de la delincuencia organizada y no organizada, a las cuales
se sigue viendo como la obra de unos pocos individuos, y de unas pocas
bandas, y no como unas poderosas maquinarias que, amparadas en negocios
de altísima rentabilidad como el narcotráfico, la industria de los
secuestros, la pornografía y la fabricación de todo tipo de armas,
detentan la fuerza suficiente para destruir cualquier “otro poder” que
se les enfrente, sean capitalistas o socialistas, demócratas o
dictatoriales, occidentales o asiáticos, negros o blancos.
Las guerras que durante los comienzos de los 90 sostuvieron los
carteles de la droga contra el Estado colombiano, y la que hoy emprenden
en México los carteles de Sinaloa, Juárez y Tijuana contra el gobierno
de Peña Nieto, ilustran con toda la gama de colores de la tecnología
digital, el fenómeno de que hablamos.
Casualmente ha sido un venezolano, el economista y periodista, Moisés
Naim, quien en un libro magistral, “Ilícito”, pone al desnudo el mundo
donde han nacido estas terribles mafias que, al abrigo del dinero negro,
el crimen, el delito y la tecnología de punta, están poniendo de
rodillas a los desfallecientes Estados nacionales, o colocando a su
servicio a los “fallidos”.
“Siempre han existido contrabandistas, traficantes y piratas”, dice
Naim, “pero nunca como hoy, con la capacidad de operar a nivel mundial
conectando los lugares más remotos del planeta y las capitales más
cosmopolitas a la velocidad de Internet o de sus jets privados, con un
poder económico que mueve más del 10 por ciento del comercio mundial
(diez veces más que hace una década), y sobre todo con el poder político
que han acumulado en todo el mundo. Nunca antes los criminales habían
sido tan globales, tan ricos ni tan políticamente influyentes como
ahora”.
¡Ah, sí Maduro, Rodriguez Torres e Iris Varela supieran que los
pranes de Sabaneta, El Rodeo, Yare, Uribana, Santa Ana, y de otras
cárceles, son ya un poder en la industria de la construcción pública y
privada del país, pues tan pronto se comienza una obra, aparecen sus
agentes imponiendo el cobro de vacuna y de protección “del trabajo”!
Un poder ante el cual hay que rendirse, porque si no, los ingenieros
encargados de construir las obras (edificios, urbanizaciones o complejos
habitacionales) pueden sufrir la suerte de Mónica Spear y su esposo, y
sin que haya un Estado que los defienda.
Es todo lo contrario, los representantes del Estado piensan que
tamaños criminales son “buenos muchachos”, víctimas de los vicios del
capitalismo y del imperialismo, ovejas descarriadas del redil, a las que
no hay que llamar presos sino “privados de libertad” y cuyos derechos
humanos son más importantes que los de las víctimas que dejaron
huérfanos o sin hijos.
Ejército de las sombras que mata tanto ciudadanos como policías,
civiles como militares, pobres como ricos, empresarios como proletarios,
hombres como mujeres, jóvenes como viejos, maduristas como caprilistas,
y realiza la única igualdad que se conoce en el país: la de los
cementerios.
Ejército que tiene paralizado, confundido, aturdido, al otro
ejército, al institucional, al de soldados y policías, al que detenta el
monopolio de las armas, al que debería combatirlo, pero que está al
borde del colapso, y todo porque una secta de civiles desenfocados,
devotos de una filosofía anacrónica, y decimonónica les ha vendido el
cuento de que los criminales “son aliados y amigos de la revolución”.
Equivocación cósmica, casi metafísica que estuvo a punto de
desaparecer a la Republica de Colombia, que tiene a México contra la
pared y escapando de milagro a la guerra civil y que, por tanto, ¿qué no
hará con la rentista, desvalida, populista salvaje, improductiva y
colonizada República Bolivariana de Venezuela?
Fuente:http://www.noticierodigital.com/2014/01/el-gobierno-y-el-hampa-los-azotes-de-la-sociedad-venezolana/
2 comentarios:
Luis Manuel Aguana
Daño colateral
El horrendo asesinato de la actriz Mónica Spear y su esposo frente de su pequeña hija quien resultó herida, confirman lo exitoso que ha sido el régimen de los hermanos Castro de mantener a raya a la ciudadanía, completamente aterrorizada en sus casas, conformando un toque de queda auto infringido que se ha impuesto a los venezolanos a consecuencia del malandraje armado por el gobierno. El caso ha traspasado nuestras fronteras dado el renombre de su protagonista, ya no ahora de una telenovela, sino del drama real que a diario vivimos todos los venezolanos sitiados por el hampa.
Se han escuchado y leído posiciones de líderes opositores que esta situación de inseguridad es producto de una “política de Estado”, sin ir mas allá de la conceptualización intuitiva que pueden tener los ciudadanos en relación a eso.
Pareciera sonar a algo que deliberadamente hace el régimen para dañar a los venezolanos. Pero lamentablemente esa no es más que una de las terribles consecuencias de algo mucho más grave y grotesco. Hay que mirar el panorama completo y por eso hay que meterle la lupa a eso que se ha dado en llamar una política de Estado para la violencia.
Para nuestros enemigos, léase y entiéndase bien, el régimen de los hermanos Castro y sus representantes de la llamada Cuba continental, el Ilegitimo y su gobierno, las victimas producto de la violencia desatada por las políticas del régimen no son más que un “daño colateral” en esta guerra desatada contra nosotros para quedarse con nuestro país. Hay que poner esto en la perspectiva correcta para poderlo entender a profundidad.
Wikipedia define el término “daño colateral” como “al daño no intencional o accidental producto de una operación militar” (ver http://es.wikipedia.org/wiki/Da%C3%B1o_colateral). Y así es precisamente como lo ven estos invasores, una operación militar de invadir a otro país con la ayuda de traidores locales que nos les importa que ese daño se esté llevando a la tumba hasta gente de sus propias familias. No les importa que el año pasado haya llegado a casi 25.000 personas. Invaden al país, establecen políticas para armar grupos violentos y al hampa, con una línea comunicacional de amedrentamiento para mantener a la población bajo miedo permanente.
Ellos no ven los muertos de la delincuencia desatada ni les importa, de allí el concepto de “no intencional” para ellos, pero la realidad es que sí lo es, no solo porque se nos infringe con el consentimiento de VENEZOLANOS en el poder sino porque el origen de esas políticas provienen de otro país y ejecutadas en este bajo la complicidad de un Presidente y un Consejo de Ministros Ilegítimos.
El lenguaje violento de las cadenas, antes de Chávez y ahora del Ilegítimo, el sistema judicial inmoral que prioriza soltar “Pranes” antes que impartir justicia, mantener un estado de zozobra y de persecución a todo aquel que no comulgue con el régimen, no dar bajo ningún respecto concesiones a los presos políticos, la violencia verbal del Ilegítimo y sus principales representantes, la amenaza permanente y constante, armar y negarse a desarmar a los colectivos violentos, desarmar a las policías de gobiernos Estadales de la oposición, son conductas que demuestran una línea deliberada del régimen de amedrentamiento a la población. Con eso no hay que llamarse a engaños.
Desde una perspectiva positivista una Política de Estado es una responsabilidad que le atañe a un gobierno de dirigir, fomentar o regular una actividad considerada prioritaria para el desarrollo de una Nación. Pero este no es el caso. El planteamiento es que esa violencia del hampa juegue a favor del régimen, no porque algún malandro pertenezca al partido de gobierno, como al parecer lo es efectivamente el asesino de Mónica Spear y de su esposo (ver http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1009043), sino porque para ellos ES NECESARIO mantener ese estado de cosas en el país, provocando cada año un número de muertes que ellos consideran “colaterales” en su guerra abierta en contra de nosotros. ¿Macabro verdad?
Luis Manuel Aguana
Daño colateral
Pues bien, esa es la situación. Entonces viendo el problema desde esa perspectiva nos preguntamos ¿Qué carajo hizo la “oposición”? Irle a estrechar la mano al Ilegítimo a Miraflores en complicidad abyecta para legitimar este estado de cosas. Nos han declarado la guerra y ni nos hemos enterado. Estamos en un Estado de guerra con miles de muertos que nunca pretendieron combatir en ella. Esa era la beligerancia de Chávez al meternos a todos los venezolanos todos los días por los ojos y en cadena nacional que una parte del país era enemiga de la otra. Y en tierra arrasada ganancia del comunismo.
Los hermanos Castro han sido exitosos en la estrategia de aterrorizar a la población venezolana con la gran ayuda del Ilegítimo y su gente. Nos han considerado botín de una guerra de baja intensidad y a los muertos que han surgido de ella, un “daño colateral” aceptable porque los muertos no los ponen ellos. ¿Los venezolanos seguiremos aceptando esa situación? ¿Los militares venezolanos seguirán aceptando esa situación? ¿Cuántos muertos más deberán poner los venezolanos para que dejen de considerarse un “daño colateral” en una guerra no declarada? Ningún aumento de sueldo del Ilegitimo a las Fuerzas Armadas puede tapar esa vergüenza.
Los venezolanos debemos de una vez por todas entender que este régimen NO HARA ABSOLUTAMENTE NADA por la criminalidad en el país. Chávez NUNCA dedicó un Aló Presidente, ni hablo jamás de la inseguridad que nos carcomía. Esa no era su política sino la del invasor castro comunista. El Ilegitimo no le quedó otra que hablar de eso porque mataron a una figura internacional venezolana y si hubiera podido censurar a CNN lo hubiera hecho. Pero fue imposible. Era demasiado grande. Por eso convocó a la oposición para hacerlos corresponsables y ellos cayeron como venados ¿inocentes?
Debemos insistir que nuestros problemas comienzan y terminan porque entendamos exactamente qué nos está sucediendo para siquiera empezar a ver por donde le entramos al cáncer que nos aqueja. Por lo pronto debemos empezar por entender que nunca saldremos del invasor si no salimos primero de quienes colaboran con él dentro de nuestro propio país y en nuestras propias filas “opositoras”. Lamentable pero cierto. El crimen de Mónica Spear descubrió a todo el mundo…
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