El PSUV armado
Cuando el general Vladimir
Padrino, comandante del Ceofanb, refiere como orador de orden de la
celebración de la independencia venezolana, que la Fuerza Armada es
chavista, deja sembrado un precedente de malestar que convierte en parte
involucrada en los asuntos políticos a la institución garante del
estamento del orden en la nación y la única autorizada para el uso de
las armas de la República contra el enemigo.
Lo hace además en un
momento crítico y delicado que involucra al Estado armado en los
errores y desaciertos políticos que ya se conocen y se conocerán en
adelante, sobre todo en la forma y criterio como han sido manejados los
dineros de la nación y se ha desatado la corrupción, lo que de alguna
manera tienen que ver no solo con el colapso económico que nos atropella
sino con los ánimos caldeados en el gobierno desde que se dispararon
las devaluaciones y las protestas estudiantiles a inicio del año.
Sin
embargo la situación no es nueva, ya antes de su retiro el general
Alberto Müller Rojas había declarado que la Fuerza Armada no solo era
chavista, sino que estaba politizada y partidizada, al tiempo que
reconocía que el presidente Chávez había perdido el contacto con la
gente y algo más sorprendente aún, que la izquierda ya no era mayoría en
el cuerpo castrense y que comenzaba un alto predominio de la derecha en
la FANB, lo que aceleró su pase a retiro en la segunda fase del Partido
Socialista Unido de Venezuela.
Eran otros tiempos del proceso
revolucionario en los que los mandos medios y altos con tareas técnicas y
militares aprobaban el ejercicio de los ministros civiles por
considerarlos duchos en el manejo de los asuntos políticos y del
chantaje como instrumento de acción, sin embargo en esta última fase no
queda duda de que a pesar de que el Presidente sea civil, el manejo del
gobierno es íntegramente militar al igual que su partido político.
Sigue
preocupando esta premonición de quien fuera considerado en su momento
un maestro para Chávez y parte integral de la estrategia que lo hizo
presidente en el 98, pero que al final de sus días terminó recibiendo la
amarga humillación y aislamiento de parte del grupo que poco a poco
comenzó a apoderarse de todos los bastiones de mando existentes.
Ahora
bien, la pregunta que habría que hacerle al general Vladimir Padrino es
por qué si la FANB es chavista e integrante del PSUV y como tal parte
interesada en que se geste un triunfo electoral a su favor, continúa
realizando labores de intervención de los procesos electorales a través
del Plan República, tiene abierta injerencia de la totalidad de los
centros de votación y responsabilidad en la permisividad del voto
asistido, transporta y se queda a solas con los votos y las actas y hace
presencia en cada una de las estaciones tecnológicas hasta que la
tendencia luce irreversible. A confesión de parte relevo de pruebas,
aunque ya la frase luce hueca y desgastada ante la cantidad de
violaciones presenciadas por el ojo público de la ciudadanía.
La
politización de la FANB viola el artículo 328 de la Constitución
Nacional que define el cuerpo castrense como una institución
"profesional sin militancia política" cuyo papel es garantizar la
independencia y la soberanía nacional, lo contrario es prueba del
carácter inconstitucional de quienes se consideran un partido armado que
actúa en clara ventaja contra quienes estén en desacuerdo por ejemplo,
contra los excesos de represión y persecución durante las protestas o
las manifestaciones de civiles, profesionales, amas de casa o
estudiantes.

Algunos consideran inclusive que las palabras de
Padrino son un mensaje de un García a otro dentro de la línea de mando
del poder, lo que genera mayor incertidumbre en el conflicto interno que
destapó Giordani y que ha terminado remarcando que el problema en
Venezuela no solo es de índole económico sino también de repartición de
las "herencias".
La presidente de la ONG Control Ciudadano, Rocío
San Miguel, ha dicho muy claro que la aseveración de Padrino evidencia
la línea de la nueva oligarquía militar, la cual está dispuesta a
considerar a la oposición o cualquier grupo que disienta como enemigo
interno, lo que refleja animadversión contra aquel pueblo que no se
sienta representado en su doctrina.
Algo debe oler podrido en
alguna parte cuando en plena incertidumbre económica, con una nueva
macro devaluación en puertas, justo en el momento que las máximas
figuras de las finanzas nacionales dan por hecho que hubo equivocaciones
que acarrearan consecuencias nefastas para todos, con un país esperando
el impacto de la más dura debacle que se nos haya venido encima, y a
escasos días de iniciarse un Congreso Ideológico del PSUV que amenaza
con implosionar como partido de gobierno descarriado, surge de nuevo la
voz arrogante, torpe y pendenciera de quienes pretenden etiquetar como
propias instituciones como las Fuerzas Armadas, prestas a cumplir un
papel fundamental ante la anunciada tormenta en vez de encender alarmas
indebidas en las horas aciagas.
@damasojimenez

La lección de la caída chavista
Era hasta cierto punto
predecible que la bomba de tiempo de la autodestrucción revolucionaria,
construida por Chávez durante su mandato, quedaría activada al momento
de su deceso. Eso fue parte de los principios, inadvertidos quizás, de
su revolución.
El proyecto de Chávez ha sido una mezcla de
elementos discursivos de izquierda, combinados con capitalismo de
Estado, ingente gasto público, y metástasis burocrática que le
permitieron, con un equipo de ayudantes serviles, mantenerse en el
poder, sin amenazas, hasta su fallecimiento. Y eso funcionaba mientras
estuvo presente.
Pero tras su desaparición física no hubo más.
Hasta allí llegó todo. Y la embriaguez ideológica de la que se valió su
discurso se desvanece, haciendo que muchos chavistas despiertan de la
resaca. Las autocríticas en el proceso son cada vez más elocuentes,
apelando a los estatutos del PSUV, buscando en los archivos y videos los
discursos del Comandante Eterno y preguntando qué ha pasado, y en
respuesta son tildados de traidores, burgueses, contrarrevolucionarios,
etc., viviendo en carne propia la característica intransigencia
revolucionaria que han vivido los opositores de calle desde hace 15
años.
Se equivoca, acaso cándidamente, quien piensa que todo cae
porque Chávez no está y se está traicionando su legado. Esto es
consecuencia de la medieval y monárquica egolatría política heredada de
Fidel Castro que caracterizó el proceder del presidente Chávez en la
presidencia. Este afirmaba ser abierto a la crítica pero en la práctica
para lo único que la utilizó fue para identificar a quién debía sacar
del juego, pues nunca hubo rectificación real y por el contrario, cada
vez más la estructura del poder se centró en él y su círculo más
cercano, no en una estructura autónoma, auto-sustentada, de ámbito
nacional y renovable, para la construcción del socialismo.
Qué
distinto sería todo hoy si el candidato del PSUV a las elecciones de
abril 2013 hubiese salido de las bases. Si Chávez hubiese tenido dos,
tres, cuatro líderes que plantearan sus propuestas para, en elecciones
primarias, ser elegidos candidatos. Pero no, Nicolás Maduro fue
candidato siguiendo el mismo patrón de siempre: porque Chávez dice.
Qué
distinto sería todo si hoy hubiese cinco, seis, o diez líderes que
corrigieran el rumbo económico, que ganaran el beneplácito y la
aprobación con planteamientos. Pero no, hoy la economía (y el país) se
les viene encima, el cerebro comunista que ha regido la economía es
separado del proceso, y tienen que importar a un casi octogenario
ayudante de Cuba para que... difícil determinar para qué, pero queda
claro que no tienen a nadie más. Nadie puede proponer. Ahora es: porque
Fidel dice. No hay, después de 15 años, ningún gerente real que pueda
reconducir, nadie se ha formado, no hay generación de líderes, ni
surgimiento de relevo desde las bases, ni una meritocracia basada en el
trabajo social, ni hay espacio para la crítica y la renovación, y al
contrario, "al que no le guste que se vaya y forme su partido".
Y
así, los alfiles empiezan a caer y a dar patadas en la caída, y los que
quedan de pie apuntan a un congreso que, antes de empezar, ya asfixia
los espacios para la crítica, las propuestas, la corrección y los
líderes emergentes. No puede ser distinto, pues eso fue lo que
aprendieron.
¿La lección? Ningún líder puede llamarse tal si no
es capaz de crear una estructura que sustente un proyecto que no dependa
de su presencia. Esa es la diferencia entre quien busca un objetivo a
través de la construcción de instituciones, de sociedad, de país, y
quien lo persigue mediante la concentración de poder. La democracia se
nutre de la pluralidad de planteamientos, no de la imposición disfrazada
con votos. Aprendamos la lección y crezcamos en medio del caos, pues
solo siendo un mejor pueblo habrá mejores políticos.
@AntonioERivasR
rivas_antonio@hotmail.com
La revolución mocha
El Estado cuyo objetivo era el control total, cedió ante el desorden y el caos
Luego de quince años de vivir
en emergencia permanente el país se encuentra fatigado y harto de vivir
en la zozobra. Históricamente los procesos revolucionarios en el mundo
se definían en cuestión de un par de años, al menos en cuanto se refiere
a la consolidación del poder, bien sea en manos de un déspota, de una
nueva clase dominante o en una conjunción de ambos elementos.
En
Venezuela no ha sido así. La particularidad de arribar al poder a través
del método "burgués" impuso la metodología de la transición gradual, la
destrucción anárquica, pero al mismo tiempo parcial y pausada, del
orden establecido, al contrario de la norma imperante hasta entonces de
la transformación súbita y violenta, sin ningún tipo de ataduras a "la
democracia burguesa", que dejaba el campo libre para entonces sí, de
manera ordenada y sistemática, consolidar el poder conquistado y
someter, sin contemplaciones, los focos contrarrevolucionarios.
Es
cierto que Chávez acumuló una porción de poder como pocos dictadores
venezolanos lograron, pero hasta el final debió someterse al rito
electoral y a unos medios de comunicación críticos que se empecinaron,
no sin un relativo éxito, en demostrar que esa "suma de felicidad", de
la cual se jactaba , sólo existía en el aparato propagandístico del
Estado.
En otras palabras, si bien Chávez consolidó su
permanencia en el poder, nunca logró doblegar del todo a ese medio país,
resistente y negado al curioso proceso revolucionario que no terminaba
de cerrar el círculo de la dominación y se escindía en una interminable
fase prerrevolucionaria. Pero por no dar el paso a la siguiente etapa,(
la consolidación), el caos, la anarquía y la violencia se instalaron
como algo permanente y fuera ya de sus manos.
Así, el Estado
cuyo objetivo era el control total, cedía ante el desorden y el
desenfreno de unas fuerzas sociales que tomaban, como se les dijo que
hicieran, lo que se les había quitado desde siempre y el despojo, el
robo, el asesinato y la impunidad, se convirtieron en valores
autoimpuestos, mientras la nomenklatura hacía lo propio con el
presupuesto nacional.
Frente a ese caos sólo la figura de un
caudillo indiscutible, evitaba la disolución total y así marchábamos
hacia la nada, haciendo de la crisis un hecho permanente. Sólo que
ahora, cuando una renta petrolera exhausta ya no puede más, la crisis
define un desenlace inevitable y oh, desgracia, ya no está el
Comandante, aquél que mandó a parar, el mismo que dominaba a su antojo
las facciones internas y con sus artes de prestidigitación salía avante
de los peores enredos. De allí que figuras como el padre Luis Ugalde
hablen de la inevitabilidad de un gobierno de transición que nos
devuelva la certeza de lo previsible.
@rgiustia
Fuente:El Universal.