POR:MOISÉS NAÍM.
Pasó hace más de 20 años. Y está volviendo a pasar. Un joven
presidente mexicano sorprende al mundo y, sobre todo, a su país. Propone
reformas inéditas que chocan con la ideología de su propio partido, el
PRI, y amenazan los intereses de poderosos empresarios, sindicalistas y
políticos. Las reformas son aplaudidas por comentaristas
internacionales: si se ponen en marcha, dicen, contribuirán a hacer de
México un país más próspero, más justo y menos corrupto. Pero muchos
mexicanos ven las reformas con desconfianza. Creen que son otra jugada
de las élites para obtener aún más privilegios. Otros opinan que los
cambios impulsados por el presidente tendrán efectos devastadores en la
economía y la sociedad. La izquierda y los nacionalistas consideran las
reformas económicas como una entrega al imperialismo yanqui. Y muchos
empresarios se oponen a los cambios que atentan contra sus lucrativos
monopolios.
Hace 20 años, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari
derrotó a los opositores dentro y fuera de su partido y llevó adelante
ambiciosas reformas económicas. También firmó el Tratado de Libre
Comercio con Estados Unidos y Canadá, el famoso TLC. Si bien aún tiene
críticos, el TLC ha sido muy positivo. Obviamente, no ha sido la panacea
para los problemas de pobreza, desigualdad y mediocre crecimiento
económico que afligen a México, pero el comercio internacional se ha
duplicado, y la inversión extranjera se ha triplicado.
Sin embargo, quizás lo que más afectó a México hace dos décadas, y
que hoy está volviendo a pasar, es que las reformas que el país necesita
desesperadamente se ven diluidas o descarriladas por el México malo.
Este es el México asesino y criminal, corrupto y abusador, injusto y
bárbaro, donde reina la impunidad y el imperio de la ley solo existe
para quienes pueden pagarlo.
El TLC entró en vigor en 1994 y ese año estalló una rebelión armada
en Chiapas, fueron asesinados tanto el candidato presidencial del PRI
como el secretario general del partido y la economía colapsó. Vapuleado
por sus correligionarios y la opinión pública, el presidente Salinas se
autoexilió, mientras su hermano Raúl, acusado de asesinato, fue
encarcelado.
Los escándalos generan un ambiente tan tóxico como el de los peores momentos del Gobierno de Salinas
La mezcla de la mala situación económica con la avalancha de
escándalos de corrupción envenenó el clima político y truncó reformas.
Nadie cree a nadie; nadie confía en nadie. Y el México malo se
beneficia.
Dos décadas después, la historia se repite con inusitada precisión.
Enrique Peña Nieto deja perplejos a los mexicanos y al mundo con las
sorprendentes reformas que impulsa. Sube los impuestos (México es el
país de la OCDE que menos recauda), promueve una ley antimonopolio más
severa, obliga a que haya más competencia en televisión y
telecomunicaciones y permite la entrada de empresas extranjeras de
petróleo y energía. También se propone adecentar Pemex, la corrupta
petrolera estatal. Sacude el desastroso sistema educativo, al obligar a
los maestros a someterse a evaluaciones y al posibilitar su despido si
no cumplen con los requisitos. Peña Nieto ha declarado la guerra a
muchos y muy variados intereses. Encarceló a Elba Ester Gordillo, la
hasta ahora intocable líder del sindicato de maestros, acusándola de
malversación y crimen organizado; afectó los intereses, hasta ahora
también intocables, del hombre más rico del mundo, Carlos Slim, así como
los de Televisa, el gigantesco conglomerado mediático. Y más.
En cualquier otro país la gente estaría aplaudiendo a un presidente
que intenta hacer todo esto. No en México. Los mexicanos no creen que su
presidente esté haciendo esto por el bien del país. De nuevo, piensan
que las reformas solo beneficiarán a los políticos y a los ricos.
Y algunos hechos recientes parecen confirmar sus peores sospechas. La
masacre de Iguala saca a la luz la confabulación del Gobierno local con
los narcotraficantes.
La fastuosa mansión privada de la pareja presidencial fue comprada
con la ayuda poco transparente de empresas que se beneficiaron de
contratos cuando Peña Nieto era gobernador. Y el Gobierno se ve obligado
a anular un contrato de 4.800 millones de dólares para un tren de alta
velocidad, al destaparse que la compañía china adjudicataria estaba
asociada con otras mexicanas vinculadas al PRI.
¿Volverán la corrupción y la criminalidad a hacer naufragar las
reformas que México necesita? ¿Podrá el México bueno crear los
anticuerpos que neutralicen al México malo? Estos son los momentos en
que un presidente puede transformarse en un líder histórico. Hay un
México bueno, que es mayoría, y que exige que el México malo sea
enfrentado de forma implacable, y derrotado. Pulverizado. Está buscando
quien lo haga.
¿Podrá Enrique Peña Nieto convertirse en el líder del México bueno?
Sígueme en @moisesnaim
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/11/15/actualidad/1416087897_392905.html
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