POR:JULIO CÉSAR PINEDA.
La psicología política se ha enriquecido recientemente con el libro del profesor Pascal de Sutter Ces Fous qui nous gouvernent
en el cual estudia la personalidad de los líderes políticos y su acción
cuando la locura los invade desde el poder o cuando llegan dementes al
poder. No se trata de lo que él denomina "la autenticidad carismática"
de los grandes hombres que conducen con responsabilidad a sus pueblos y
que dejan un mensaje y un proyecto en la dimensión de la libertad y la
justicia, ni tampoco de la locura que es elogiada por el Erasmo de
Rotterdam por la simplicidad frente a la pedantería de los falsos
sabios. Lo demoníaco de la locura es cuando esta es inmanente al poder y
al ejercicio del mismo. Albert Camus en "Calígula" describe ese
aspecto destructor que en los emperadores romanos como Tiberio, Nerón,
Heliogábalo, siempre en la búsqueda de lo imposible y en la negación de
valores sociales fundamentales.
Locos en el poder, gobernantes y líderes sociales con variadas psicopatologías han estado presentes en toda la historia de la humanidad, desde los emperadores romanos, en la Edad Media Juan sin Tierra, Eduardo II, Enrique VI, incluyendo los monarcas españoles y posteriormente crueles como Iván El Terrible o decadentes como Los Médici y los desquiciados del siglo XX y XXI como Stalin, Mussolini, Hitler, Gaddafi. Ascendieron al poder y se mantuvieron en él, dando rienda suelta a sus frustraciones, en permanentes megalomanía, paranoicos en el juego del poder y psicópatas en el mantenimiento del mismo, siempre en la permanente discordancia entre el sujeto y la realidad política. Mitterrand expresó que el poder es una droga que vuelve loco a quien lo prueba. Por eso la importancia de la psicología política, más allá de la medicina que se ha ocupado también de las enfermedades y el poder, las enfermedades mentales, pueden ser catastróficas y la historia recoge numerosos casos. Todos terminan en dictaduras con el ejercicio arbitrario de poder en una sola persona, siempre un pensamiento ideológico y político fundamenta en nombre de algún ideal, la tiranía abusiva con la demagogia y el populismo. Han llegado al poder con golpes de fuerza o por consenso o elecciones libres, pero deslegitimándose con su actitud despótica. En tiempos recientes locos gobernantes fueron también Nicolae Ceaucescu durante 24 años en Rumanía, el gobierno de Pol Pot en Camboya, Mobutu Sese Seko Kuku en Zaire, Miloaevic en Serbia, Idi Amin en Uganda, Robert Mugabe en Zimbabue, Omar al-Bashir en Sudán, la familia Kim Jong en Corea del Norte, Than Shwe de Birmania, Isaías Afewerki de Eritrea, Berdimuhamedow de Turkmenistán, Teodoro Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial, Lukashenko de Bielorrusia y muchos otros han empleado el poder político como medio de poder social con manipulación ideológica y política y el control de los medios de comunicación.
Como embajador de Venezuela en Libia durante cuatro años, pude conocer de cerca a la persona y al mundo de Muamar al Gaddafi. Síntomas de la psicopatía eran observables en este líder que obligaba a todos los libios a tener una fotografía de él en todas las puertas de sus casas, que cambió todos los símbolos de su patria, hizo una Constitución a su medida y aplicó el principio tan defendido por Hitler en base al pensamiento político de Carl Smith. La división entre amigos y enemigos. Criado solo entre mujeres y en un barrio abandonado de Sirte en extrema pobreza, encontró en el ejército la mejor forma para desarrollarse y encarnar sus ínfulas de poder y su egocentrismo en la figura del líder egipcio Gamal Abdel Nasser. Gran poder de manipulación. El lujo estaba presente en todas las manifestaciones, en un narcisismo insultante. Quiso recrear el mito de que los libios eran descendientes de los romanos y del emperador Septimio Severo.
Con petróleo como Venezuela, pero con solo cuatro millones de habitantes. Usufructuó el poder sin límites y sembró el terror, eliminando toda oposición, con su partido único y sus únicos medios de comunicación. Como señala Vivian Green en su libro "La Locura en el Poder", el dirigente libio Muamar al Gaddafi, sufrió varios colapsos nerviosos y su falta de equilibrio mental se reflejó en sus actos y discursos. Ella también se refiere a Saddam Hussein, quien en su desmedido deseo de poder y su fanatismo árabe, se llevó por delante los valores del mundo civilizado. Estos dictadores tienen una visión simplista y distorsionada del mundo que esconden elementos paranoides. Para ellos en el mundo hay hombres buenos e ideas valiosas, personificadas en el dictador y también hay hombres malos e ideas nefastas que amenazan su integridad y por eso deben ser destruidos. Los dictadores se interesan por reparar una autoestima deficiente mediante la grandilocuencia, los ceremoniales espectaculares y los monumentos diseñados para la posteridad. Sobre los dictadores del siglo XXI hablaré en la próxima entrega.
Locos en el poder, gobernantes y líderes sociales con variadas psicopatologías han estado presentes en toda la historia de la humanidad, desde los emperadores romanos, en la Edad Media Juan sin Tierra, Eduardo II, Enrique VI, incluyendo los monarcas españoles y posteriormente crueles como Iván El Terrible o decadentes como Los Médici y los desquiciados del siglo XX y XXI como Stalin, Mussolini, Hitler, Gaddafi. Ascendieron al poder y se mantuvieron en él, dando rienda suelta a sus frustraciones, en permanentes megalomanía, paranoicos en el juego del poder y psicópatas en el mantenimiento del mismo, siempre en la permanente discordancia entre el sujeto y la realidad política. Mitterrand expresó que el poder es una droga que vuelve loco a quien lo prueba. Por eso la importancia de la psicología política, más allá de la medicina que se ha ocupado también de las enfermedades y el poder, las enfermedades mentales, pueden ser catastróficas y la historia recoge numerosos casos. Todos terminan en dictaduras con el ejercicio arbitrario de poder en una sola persona, siempre un pensamiento ideológico y político fundamenta en nombre de algún ideal, la tiranía abusiva con la demagogia y el populismo. Han llegado al poder con golpes de fuerza o por consenso o elecciones libres, pero deslegitimándose con su actitud despótica. En tiempos recientes locos gobernantes fueron también Nicolae Ceaucescu durante 24 años en Rumanía, el gobierno de Pol Pot en Camboya, Mobutu Sese Seko Kuku en Zaire, Miloaevic en Serbia, Idi Amin en Uganda, Robert Mugabe en Zimbabue, Omar al-Bashir en Sudán, la familia Kim Jong en Corea del Norte, Than Shwe de Birmania, Isaías Afewerki de Eritrea, Berdimuhamedow de Turkmenistán, Teodoro Obiang Nguema de Guinea Ecuatorial, Lukashenko de Bielorrusia y muchos otros han empleado el poder político como medio de poder social con manipulación ideológica y política y el control de los medios de comunicación.
Como embajador de Venezuela en Libia durante cuatro años, pude conocer de cerca a la persona y al mundo de Muamar al Gaddafi. Síntomas de la psicopatía eran observables en este líder que obligaba a todos los libios a tener una fotografía de él en todas las puertas de sus casas, que cambió todos los símbolos de su patria, hizo una Constitución a su medida y aplicó el principio tan defendido por Hitler en base al pensamiento político de Carl Smith. La división entre amigos y enemigos. Criado solo entre mujeres y en un barrio abandonado de Sirte en extrema pobreza, encontró en el ejército la mejor forma para desarrollarse y encarnar sus ínfulas de poder y su egocentrismo en la figura del líder egipcio Gamal Abdel Nasser. Gran poder de manipulación. El lujo estaba presente en todas las manifestaciones, en un narcisismo insultante. Quiso recrear el mito de que los libios eran descendientes de los romanos y del emperador Septimio Severo.
Con petróleo como Venezuela, pero con solo cuatro millones de habitantes. Usufructuó el poder sin límites y sembró el terror, eliminando toda oposición, con su partido único y sus únicos medios de comunicación. Como señala Vivian Green en su libro "La Locura en el Poder", el dirigente libio Muamar al Gaddafi, sufrió varios colapsos nerviosos y su falta de equilibrio mental se reflejó en sus actos y discursos. Ella también se refiere a Saddam Hussein, quien en su desmedido deseo de poder y su fanatismo árabe, se llevó por delante los valores del mundo civilizado. Estos dictadores tienen una visión simplista y distorsionada del mundo que esconden elementos paranoides. Para ellos en el mundo hay hombres buenos e ideas valiosas, personificadas en el dictador y también hay hombres malos e ideas nefastas que amenazan su integridad y por eso deben ser destruidos. Los dictadores se interesan por reparar una autoestima deficiente mediante la grandilocuencia, los ceremoniales espectaculares y los monumentos diseñados para la posteridad. Sobre los dictadores del siglo XXI hablaré en la próxima entrega.
Fuente: http://www.eluniversal.com/opinion/141204/locos-y-poderosos
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