POR.EDUARDO SEMTEI
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La definición clásica de la congoja, sentimiento que se presenta de
variada forma, incluso bajo un raro estado de ánimo conocido como
“guayabo”, es, según el DRAE, una especie de desmayo, una sensación de
fatiga, un estremecimiento de angustia o una grave aflicción del ánimo.
Los privados de libertad suelen sufrir decaimientos y depresiones,
fenómeno bautizado por los presos políticos de los años sesenta del
siglo pasado con un nombre asaz gráfico y popular. Los de mi tiempo
recuerdan el nombre.
Quiero expresar que tengo pena. Tengo angustia. Tengo congoja. Veo en
las madrugadas inmensas colas de venezolanos mendingando por comida y
sigo sin creer esa brutal realidad. Leo sobre linchamientos a lo largo y
ancho de Venezuela y me cercioro de que nos hundimos en un fango de
corrupción, de pérdida de valores. Los Semtei somos 10 personas. 8 de
ellos están fuera del país. Y así sucede con miles, centenares de miles
de familias, incluyendo aquellas chavistas. La destrucción masiva de los
tejidos sociales y familiares no pudo discriminar entre gustos y
colores. La existencia de unos siniestros personajes llamados “pranes”
revela la podredumbre del gobierno y la perversión del Estado. Los
colectivos agregan nuevos datos de la pesadilla en que se convirtió
Venezuela.
La avalancha del desastre nos arrastró a todos. Los antihéroes
tomaron por un tiempo la palabra. Son los oradores del gobierno. Los
arquetipos del vicio. Oigo de cerca a un coronalote saludando a un
generalote y repite, sin vergüenza, maniáticamente, sin sentido ni
propósito, imbecilizado a más no poder, “Chávez vive” y al generalote
contestando, “la patria sigue”. Los comparo con los saludos marciales de
los ejércitos del mundo, y la congoja se anida más honda en mi pecho.
Recuerdo que en mis inicios de profesor universitario siempre
acaricié la idea de jubilarme en un sitio cerca del mar. Los sueldos y
la tradición así lo permitían. Ahora gano como docente jubilado un poco
más que el sueldo mínimo. Unos 40 dólares mensuales al tipo de cambio
libre y unos 75 al tipo de cambio Dicom. Los salarios de los profesores
universitarios, los militares y los jueces se mantuvieron competitivos
en relación con la sociedad y entre ellos mucho más. Incluso en el marco
mundial éramos bien remunerados. Instructor, agregado, asistente,
asociado, titular. Teniente, capitán, mayor, teniente coronel, coronel,
general. Juez de parroquia, de municipio, de primera instancia,
superior, magistrado. Qué orgullo era ser profesor. Qué orgullo era ser
militar. Qué orgullo era ser juez. Ahora no lo es tanto. Imágenes
positivas de la sociedad. Ejemplos. Guías.
Salvo quienes delinquen o prevarican, todos estamos arruinados,
pasando penas, pasando trabajo, haciendo colas. Añorando. Maldiciendo.
Si el derrumbe del sueño de una jubilación decente no parece tener
remedio en el horizonte, la recuperación de la moral luce un reto aún
más temerario, quimérico. ¿En qué momento se jodió Venezuela?
La crisis eléctrica es un espanto. Un crimen sin responsables. No hay
ni una nueva represa. Pérdidas millonarias en compras irresponsables.
Los capitostes de esta enfermedad son todos embajadores. Crisis de agua.
El afamado grupo de especialistas chavistas en materia hidráulica
resultaron todos unos fracasados absolutos. Tuvo razón De Viana. Sus
sucesores eran un fraude. Un engaño. Puros piratas.
El sistema judicial, un cáncer en varias etapas. La policía que
prepara el expediente a la carta. El fiscal que arma la imputación al
gusto. El tribunal que dicta sentencia al por menor. Nuestra Contraloría
General de la República tiene tiempo que no se oye para nada, excepto
para salir a apoyar violaciones y retorcimientos de la carta magna.
Después de 17 años de maldades administrativas no hay ni un solo alto
funcionario juzgado o condenado. Unos cuantos opositores inhabilitados.
Sigue aumentando mi congoja. Se hace dolorosa. Paso revista a la
situación médica. Crisis humanitaria. Crisis hospitalaria. Crisis
médica. Muertos de mengua. En la tierra del petróleo no hay medicinas.
No hay producción de vehículos. No hay vuelos internacionales. Mi patria
y mi guitarra las llevo en mí, una es firme y es fiel, la otra un
papel. Convirtieron en realidad la maldición de Joan Manuel Serrat. La
patria es un papel que se usa para paliar la escasez de otro papel.
Los chulos del mundo encabezados por los Castro desangraron a
Venezuela bajo la mirada y la actitud complaciente de nuestros
gobernantes. Le entregamos los puertos, los aeropuertos, las viviendas,
el sistema de salud, el sistema de deportes, la seguridad en consulados y
embajadas, la construcción de viviendas, la inteligencia y
contrainteligencia civil y militar, notarías y registros, el sistema de
identificación y extranjería. Una sociedad, un contubernio, de putas,
chulos y cabrones.
Ningún proyecto importante en 17 años. Pdvsa rodando en su bajada.
Destruyeron las células básicas de la investigación científica y la
cultura nacional. El IVIC muerto. El Conicit muerto. El Intevep muerto.
El Conac muerto. Las universidades arruinadas y cercadas. ¡Cuánto
horror! Los premios nacionales de periodismo son un tribuno al
lameculismo exagerado. Por un lado golpean periodistas, asaltan
camarógrafos y fotógrafos y por el otro enjabonan pinches cachorros del
llamado sistema público de información.
Somos en economía en inflación, en recesión, en devaluación de la
tasa de cambio, en escasez, los parias de la tierra. Somos una tierra
desolada que vive a duras penas de las gotas del oro negro. ¿Cómo no voy
a estar afligido?
La Fiscalía y la Defensoría del Pueblo. Escándalo tras escándalo.
Indescriptible. ¿Será posible el sueño que de una sociedad podrida nazca
una nueva sociedad? ¿Hay esperanza? ¿Qué hace falta?
Sabemos que esta larga noche no es eterna. Es prolongada y dolorosa
pero no es para siempre. Un tsunami pasará y se llevará en su corriente
lo que se deba llevar y ojalá sea hasta el fin de los tiempos. Con la
furia del castigo y la fuerza de la razón. Sin venganzas y sin odios.
Sin rencores ni cobranzas. Justo la ley. Ciega la ley. Dura la ley.
Inexorable. Cuando el destino los alcance espero estar en primera fila.
Fuente: bit.ly/1su4txr
2 comentarios:
armando durán
El pasado jueves, los manifestantes que desde hace semanas protestan en toda Venezuela tomaron calles y avenidas del centro de Caracas y estuvieron a punto de llegar hasta las puertas del Palacio de Miraflores. Fue necesario que las fuerzas represivas del régimen, Policía Nacional, Guardia Nacional y colectivos paramilitares rojos rojitos, intervinieran masivamente y con violencia para frenar la amenaza.
Por supuesto, no se trata de nada nuevo. La turbulencia en el escenario político-callejero de estos tiempos ha pasado a ser una forma habitual de la vida venezolana. Tanto como la escasez de alimentos y medicinas, la inseguridad personal o la falta de agua y electricidad. Tampoco el clamor de “tenemos hambre” es nuevo. La novedad en esta ocasión fue la intensidad de ese furor como respuesta al brusco y escalofriante disparate oficial de comenzar a aplicar ese día la decisión de centralizar en manos de los consejos comunales la distribución de alimentos con precios regulados, ese es el mecanismo llamado CLAP, que en el fondo, además de no satisfacer las demandas de consumo ciudadano, puede ser un ensayo general para reproducir en Venezuela la siniestra experiencia cubana de los Comités de Defensa de la Revolución.
Nadie sabe con exactitud cuáles pueden ser las razones o los objetivos que impulsan a Maduro a tomar este camino de puro delirio. Como si a estas alturas del incierto proceso político venezolano él hubiera decidido hacer suya aquella irracional frase, que se le atribuye a Luis XV, de que “después de mí el diluvio”. Locura agravada porque, hasta el día de hoy, los partidos de la oposición, agrupados en la MUD, no dan pie con bola a la hora de organizar un frente efectivo de lucha ciudadana para salir de Maduro, restaurar la democracia perdida y devolverle a la conducción del Estado un mínimo de cordura.
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Armando Durán
De este modo, mientras las arrebatadas decisiones que se toman a diario en Miraflores hunden al país en un abismo cada día más insondable, lo único que la dirigencia política de la oposición les ofrece a los venezolanos es confusión. Desde su satisfacción inexplicable porque la Asamblea Nacional no para de aprobar leyes a pesar de que ninguna de ellas ha producido el menor resultado real, hasta la reciente e igualmente inexplicable escapada de fin de semana a Punta Cana, solo para caer en la trampa Maduro-Samper-Rodríguez Zapatero, diseñada probablemente en La Habana con la intención de neutralizar la acción de Luis Almagro en la OEA, maniobra que luce haber tenido éxito, y por otra parte darle largas al dichoso referéndum revocatorio del mandato presidencial de Maduro, todo ello dentro de un nuevo y enigmático marco estratégico para sustituir de nuevo la legítima confrontación de los ciudadanos con el gobierno, recurriendo a aquella política de apaciguamiento que salvó a Chávez en sus momentos más complicados, después del 11 de abril y en vísperas del referéndum revocatorio, y a Maduro el días después de su controvertida elección en abril de 2013 y más tarde, en 2014, cuando las protestas universitarias y la tesis de “la salida” lo colocaron contra la pared.
Ante estas contradicciones, cuya última sorpresa ha sido escuchar a Henrique Capriles acusando a Jesús Chúo Torrealba de ser algo así como un comeflor suicida y planteando la necesidad de constituir un comando de oposición distinto al de la MUD, el fuerte enfrentamiento del delirio de gobernantes que no dan pie con bola y de venezolanos indignados que se han cansado de seguir viendo a sus hijos pasar hambre y morirse por falta de medicamentos, lo que puede ocurrir en el país a muy corto plazo es que el ímpetu irracional de la desesperación ciudadana, al no tener quien asuma su conducción política, rompa finalmente los diques que todavía la frenan. Y ocurra entonces el temido y espontáneo estallido social, con todas sus imprevisibles consecuencias, que ciertamente expulsará a Maduro y compañía del terreno de juego, pero también, téngalo por seguro, a los abanderados de una oposición que por ahora no demuestra estar a la altura de las circunstancias.
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