POR:MARÍA ISABEL PÁRRAGA.
Ante todo ese pandemonio “la guerra es el escape” y el gran argumento a futuro.
Llevamos más de un mes hablando de la “guerra a juro” que anda provocando el comandante en ese jueguito perverso de “tiro la piedra y escondo la mano” intentando que al otro lado de la frontera a alguien se le vuele los tapones y responda (a lo mínimo) con igual moneda de curso legal todas las agresiones que se están propinando desde aquí, ya no sólo al mandatario y a su ministro de la Defensa a quienes ha calificado de “desgraciados”, sino llegando a la utilización (literal) de elementos explosivos que pudieran poner en riesgo a la población civil. Y es que la voladura de los puentes la semana pasada va mucho más allá de una medida para controlar el contrabando de extracción y el narcotráfico, pues acciones así en el pasado se notificaban y hasta se acometían de común acuerdo entre ambas naciones. No, aquí hay algo más. La idea es subir unos cuantos grados más esa candela que ya bastante atizada está. ¿Los fines? Matar unos cuantos pájaros de un solo tiro. Definitivamente y, quién sabe por qué será, mucho más allá de la retórica antiimperialista está una preocupación más que real a que chequeen cuanto avión entre y salga por cuanto irregular salga y entre a partir de que las fulanas bases tengan la anunciada presencia gringa. Eso no gusta y no sólo por el tema de la “soberanía” y el equilibrio militar en la zona, sino porque, como decían las abuelas, entre cielo y tierra no hay nada oculto y más cuando hay unos satélites rondando.
Pero si ese es el trasfondo, lo que se oculta tras la verborrea, lo cada vez más obvio es una crisis de dimensiones inmanejables que está saliendo al descubierto con elementos tan preocupantes como la muy comprometida situación de Pdvsa, registrándose una caída del 67 por ciento en las ganancias y un incremento del 17% de la nómina. A partir de allí se entiende la declaratoria oficial del tobogán recesivo que también se anunciara la semana que recién concluye. Aunque al líder no le gusten esos números y quiera aplicar la técnica de “cambiar el sofá”, esa es la realidad. No puede escapar de una crisis que le sale ya por todos los rincones y que lo asusta con los fantasmas de la inseguridad (la guerra real que cobra cada día más víctimas), o de una oscuridad más que anunciada, o de la carencia de agua, o de unos hospitales en los que los médicos renuncian en masa porque ¿quién puede trabajar así?, o de esta “cochinada extendida” en la que se han convertido nuestras ciudades ya no sólo por el problema de la basura, sino por una suerte de “indolencia generalizada” en la que la cultura de la podredumbre se ha impuesto triunfante como una gran metáfora nacional.
Ante todo ese pandemonio “la guerra es el escape” y el gran argumento a futuro cuando la historia, nuestros hijos o nuestros nietos juzguen estos años de ignominia que nosotros permitimos.
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