POR:SIMÓN ALBERTO CONSALVI.
El proceso de creación de la Unión de Naciones Suramericanas tuvo una etapa de ratificaciones muy rápidas, y otra en que los congresos analizan el tratado con mayor reflexión.
Para que entre en vigencia, de los 12 Estados parte se requiere la ratificación de 9, y sólo lo han hecho 6. De modo que no es apropiado hablar de Unasur como de una organización en plenitud de facultades.
El largo camino se inició en diciembre de 2004 en la antigua ciudad de Cusco, donde fue proclamada por primera vez la Comunidad Suramericana de Naciones. Reunidos en Brasilia en septiembre de 2005, los jefes de Estado dedicaron gran parte de sus diálogos al proyecto. En diciembre de 2006 aprobaron la Declaración de Cochabamba. Allí, según los textos, “se establecieron las bases para profundizar la integración suramericana, abarcando el ámbito comercial; articulación económica y productiva más amplia y nuevas formas de cooperación política, social y cultural, tomando para ello en cuenta lo logrado en el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones, y la experiencia de Chile, Guyana y Surinam”.
El largo camino se inició en diciembre de 2004 en la antigua ciudad de Cusco, donde fue proclamada por primera vez la Comunidad Suramericana de Naciones. Reunidos en Brasilia en septiembre de 2005, los jefes de Estado dedicaron gran parte de sus diálogos al proyecto. En diciembre de 2006 aprobaron la Declaración de Cochabamba. Allí, según los textos, “se establecieron las bases para profundizar la integración suramericana, abarcando el ámbito comercial; articulación económica y productiva más amplia y nuevas formas de cooperación política, social y cultural, tomando para ello en cuenta lo logrado en el Mercosur y la Comunidad Andina de Naciones, y la experiencia de Chile, Guyana y Surinam”.
Finalmente, el 23 de diciembre de 2008 el Tratado Constitutivo de Unasur fue suscrito por los jefes de Estado en Brasilia.
Varios países ratificaron el instrumento con gran rapidez, sin detenerse en sus implicaciones económicas o políticas, como si estuvieran dándole el visto bueno a una tabla de mandamientos y nada más.
Entre estos estuvieron Venezuela, Ecuador y Bolivia.
En otros casos, Perú y Guyana, se hicieron observaciones generales, pero el tratado fue ratificado.
El Congreso de Argentina siguió los pasos después de la designación del ex presidente (y diputado) Néstor Kirchner como secretario general, sin detenerse en consideraciones de otro orden.
A partir de allí el proceso de las ratificaciones ha sido más cauteloso. Baste señalar que Brasil, el país que ideó e impulsó la creación del organismo, que propuso inicialmente las siglas de CASA para la Comunidad de Naciones Suramericanas, lo cual no contó con fortuna y se impuso el de Unasur, está entre los que aún no han ratificado el instrumento fundacional.
El debate en el Congreso es asumido sin apremios, analizando las implicaciones del tratado porque no es, como algunos supusieron, algo semejante al Mecanismo de Consulta y Concertación del Grupo de Río, una especie de foro político. De ahí que el proceso haya tomado su tiempo, y se calcula que su ratificación probablemente sea pospuesta hasta 2011.
Hasta ahora no lo han ratificado Brasil, Colombia, Uruguay, Surinam, Paraguay y Chile. En el Congreso chileno se está librando en estos días el debate que ha debido tener lugar en otros países, pero no lo tuvo infortunadamente. Los parlamentarios chilenos han formulado la pregunta clave del tratado: ¿Por qué Unasur carece de la cláusula democrática, como los otros organismos multilaterales de la región? A la pregunta de los chilenos habría que añadirle otra: ¿Por qué los países que lo ratificaron pasaron por alto una cuestión tan vital para la región? Los pactos de la OEA, de Mercosur, de la CAN, tienen cláusulas o protocolos democráticos que establecen con claridad la condición de regímenes democráticos de los Estados miembros. Regímenes democráticos son aquellos que han sido elegidos, pero que, además, se comportan como tales, respetan las constituciones y el Estado de Derecho, la independencia de los poderes, los derechos humanos, la libertad de expresión, la alternabilidad republicana, la transparencia y el juego político.
Las fracciones partidistas del Congreso de Chile tomaron el acuerdo preliminar de ratificar el tratado. Pero entiendo que no lo será en su texto original sin hacerle observaciones sustanciales, según fórmulas actualmente en discusión. Entre las propuestas está la de pedir a los países signatarios una revisión del texto original a fin de que se incorpore una cláusula democrática que obligue a los Estados a garantizar la democracia “de origen y de ejercicio”.
Observando el debate del Congreso chileno se aprecia que senadores y diputados han tomado en serio a Unasur. Tomar en serio es no ratificar el tratado para salir del paso, y que el azar dicte su destino. Auspician un tratado vinculante, cuyas metas capitales sean la integración. Proponen que los Estados diseñen métodos para medir los gastos militares. Un papel más efectivo para el Consejo Suramericano de Defensa.
Los chilenos, con una experiencia de exitosas negociaciones económicas con Estados Unidos, Europa, Asia, intentan también que Unasur sea un instrumento de integración regional, no el foro de las divagaciones en que puede derivar si a las cosas no se les llama por su nombre.
Cuando los congresos de Brasil, Colombia, Uruguay, Surinam y Paraguay inscriban en sus agendas el tratado de Unasur tendrán en el Congreso que tanto frecuentó don Andrés Bello referencias ineludibles.
sconsalvi @el-nacional.com
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