POR:ARGELIA RÍOS.
El plan contempla los esquemas que el comandante ha dejado colar en sus discursos posteriores al 26S
El plan contempla los esquemas que el comandante ha dejado colar en sus discursos posteriores al 26S
Obvio. Ahora es la revolución la que se ha planteado el diseño de un “plan B”. El terreno movedizo sobre el que se desplaza hacia 2012, no le garantiza preservar el poder. La cuesta se le ha empinado y, ahora mismo, sólo existen dudas acerca de la vitalidad con que llegará a la “hora cero” de las presidenciales. El chavismo está consciente de que no habrá milagros en materia de gestión y de que es alta la probabilidad de que la apuesta termine en fracaso. Por eso se ha activado la identificación de hipótesis vinculadas a la derrota.
La fragmentación actual de las fuerzas bolivarianas tiene múltiples orígenes, pero es llamativo que uno de ellos gire en torno a un debate que, desde hace ya tiempo, tiene lugar en su seno: la postura que cada cual adoptaría ante un escenario en el cual el jefe del “proceso” -convertido en indiscutible minoría- decidiera darle un palo a la lámpara, para emprender una ruta diferente. Visto así, la existencia de corrientes diversas -admitidas hasta por el mismísimo comandante- no sólo es el relato de las intrigas entre grupos con posturas divergentes alrededor del norte ideológico que Chávez pretende seguir.
En algunas fracciones, ciertamente, está presente este asunto; pero en otras sólo persiste una idea: la de la conveniencia o no de resistir, por las malas, el destino que deseen darse los venezolanos en las urnas electorales. La posibilidad de que el país llegue a visibilizar, sin esguinces, su preferencia por la Alternativa Democrática, y su decisión de desplazar a Chávez de Miraflores, remueve el ánimo de no pocos revolucionarios, tentados por procurarse un espacio de reconocimiento dentro de la transición que sobrevendría a la derrota del mandatario nacional.
Bien se sabe que, desde hace tiempo, los ilustres miembros de la nomenclatura bolivariana -y muy particularmente el presidente Chávez- merodean las distintas fórmulas a las que podrían apelar, para mantener el poder aun representando sólo una evidente minoría de la nación. El Plan B del chavismo contempla justo los esquemas que el propio comandante ha dejado colar en sus discursos posteriores al 26S. Al mencionar el caso de Nicaragua, Chávez alude a una entrega pacífica del poder con aspiración de regresar: una reacción distinta a ésa de la que se hizo eco el ahora general en jefe, Henry Rangel Silva, cuando asomó el eventual desconocimiento de los resultados electorales de diciembre de 2012, en caso de que la oposición se alce con un triunfo.
Cada una de estas opciones tiene sus propios matices, pero una sola condición, además de la contundencia del voto ciudadano: el apoyo que el Presidente consiga entre los suyos para iniciar la aventura de una dictadura “por la calle del medio”. Es ésa la unidad a la que el comandante se refiere: a la unidad para viabilizar un palo a la lámpara.
@argeliarios
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