POR:LAUREANO MÁRQUEZ.
Querido Papa:
Me atrevo a escribirte así, cercano y sin formulismo, porque sé que
eres un pastor próximo. Te escribo desde Venezuela porque sé que estás
pendiente de nosotros y has puesto al Nuncio al servicio de nuestra paz.
Te escribo, además, porque siendo Argentina tu patria de nacimiento,
seguramente se te hará más fácil entender nuestras contradicciones: un
país muy pobre en medio de extraordinarias riquezas, un país lleno de
vida en el que la muerte se ha vuelto cotidiana, un país cuyo gobierno
se define a sí mismo como “cívico-militar” y en el que las fuerzas
militares reprimen sin respeto alguno por los Derechos Humanos.
Explicar Venezuela al que no la ha vivido desde la cotidianidad de
estos últimos 16 años resulta difícil, pero en síntesis: un sistema que
insurgió en contra de la corrupción, la injusticia y la pobreza, se ha
convertido en el más corrupto, arbitrario y empobrecedor de nuestra
historia (esto último particularmente grave si se tiene en cuenta que
nunca había contado Venezuela con tantos ingresos por la venta del
petróleo). Nos rige, hermano Francisco, un gobierno para el cual todo el
que piensa diferente es fascista y que afirma esto mientras constituye
grupos armados, al margen de la legalidad, para disparar en contra de
gente desarmada que protesta, mientras encarcela sin juicio y allana sin
autorización.
Un gobierno que se dice democrático y se declara enemigo de la mitad del país, que no votó por él.
Nuestra nación tiene la inflación más alta del mundo y Caracas es la
tercera ciudad más peligrosa del planeta. La inseguridad nos asesina, la
gente no consigue muchos alimentos de primera necesidad, porque nuestra
economía está devastada. El descontento ha ido tomando la calle. Los
estudiantes han sido los abanderados de la protesta. En todo el país la
respuesta ha sido una cruel represión, como pocas veces se había visto
en nuestra historia. En 3 meses de protestas más de 40 personas han
fallecido, más de tres mil encarcelados, algunos de ellos torturados.
Querido Santo Padre: si alguien quisiera escribir un manual sobre
cómo transformar una esperanza en un desastre tendría que estudiar el
caso venezolano. La situación está tan difícil por aquí, que hasta los
humoristas hablamos en serio. El miedo, la intolerancia y la violencia
se han apoderado de nosotros. En este contexto se ha iniciado un proceso
de diálogo en el cual el Nuncio de S.S. ha tenido un destacado papel.
Sin embargo el diálogo se ha suspendido porque nos sentimos como aquel
rabino que en el Muro de los Lamentos oraba a Dios por la paz en
Venezuela e increpado por los efectos de su oración respondió: “¡es como
hablarle a una pared!”.
Bueno, hermano Francisco, era para agradecer por las gestiones por la
paz. Lamentamos haberle hecho perder tiempo al Nuncio, que siendo
conocedor de Nietzsche habrá recordado aquella frase del filósofo alemán
que tanto se aplica a nuestra primitiva visión de la política: “un
político divide a la humanidad en dos clases: los instrumentos y los
enemigos”.
Por lo demás, encomiéndanos en las oraciones y échanos la bendición a
ver si el Espíritu de la iluminación vuela sobre nuestras cabezas en
Pentecostés y nos ayuda a entender que Venezuela -como diría Cabrujas-
todavía no se ha inaugurado y que esos muchachos, Santo Padre, que
llenan hoy nuestras cárceles, como los primeros cristianos en su tiempo,
lo están haciendo y no habrá Imperio Romano que pueda detenerlos.
Fuente:http://www.noticierodigital.com/2014/05/carta-al-papa/
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