POR:SILVIA BLANCO/ELIZABETH REYES L.
El aspirante uribista a la presidencia de Colombia, Óscar Iván
Zuluaga, aventaja al presidente Juan Manuel Santos, según los primeros
resultados, con el 96% escrutado. El candidato que abandera la mano dura
con la guerrilla y la suspensión del diálogo de paz si las FARC no
cesan “toda acción militar”, logró el 29.2% de los votos. El presidente
Juan Manuel Santos, que ha identificado su candidatura con el logro de
la paz, obtuvo el 25,5%. Ambos necesitarán una segunda vuelta en unas
elecciones que han radicalizado las posturas de los colombianos en torno
al proceso de paz, el tema que ha acaparado la atención.
La polarización que se ha ofrecido a los votantes se ve en los
resultados, en los que parece que no han influido los escándalos que han
sacudido a ambas campañas, y sobre todo la de Zuluaga en la última
semana.
El debate sobre la paz ha eclipsado a los otros tres candidatos en
las encuestas, que quedan rezagados respecto a Santos y a Zuluaga. La
aspirante conservadora, Marta Lucía Ramírez, obtiene el 15.5%; le sigue
muy de cerca la izquierdista Clara López, con un 15,3%. Enrique
Peñalosa, el exalcalde de Bogotá apoyado por el centroizquierda de la
Alianza Verde queda descolgado con un 8,3%.
La negociación con las FARC también ha desplazado otros aspectos que
importaban en la calle, como la inseguridad ciudadana, la mejora de la
educación y la sanidad. En el centro electoral de la Universidad
Pedagógica, cerca de una zona de oficinas de la capital, muchos decían
estar asqueados por una campaña muy sucia y estaban dispuestos a escoger
a cualquier otro que no sea Santos o Zuluaga. “Ha sido un circo
patético, no he visto nada igual”, dice Camilo Góngora, de 45 años. Él
ha escogido a Enrique Peñalosa, exalcalde de Bogotá apoyado por la
Alianza Verde, de centroizquierda. “Me gusta porque no ha entrado en la
guerra de estos dos. Además, Peñalosa será más transparente con el
proceso de paz, que ahora es una farsa de las FARC”, comenta.
Santos ha apostado la reelección y su carrera política al éxito de
las negociaciones de paz con la guerrilla. Tras llevar meses encallada
en el asunto del narcotráfico, la mesa de diálogo dio oxígeno político a
Santos hace nueve días y anunció un nuevo avance en la agenda. Las FARC
y el ELN anunciaron, además, un alto el fuego para los comicios.
“Votaré por Santos pero no porque sea él, sino por la paz y por mi
país”, afirma Cristina Cerón, de 56 años. “Llevan un año negociando y si
la guerrilla no se ha levantado de la mesa, es por algo”, dice.
El proceso de diálogo deja para después de las elecciones el asunto
central de la justicia y la reparación de las víctimas. Es el más
delicado para los ciudadanos y, también, la línea de flotación que ha
intentado torpedear el uribismo, apelando a una “paz sin impunidad” y
exigiendo que los cabecillas de la muy denostada guerrilla vayan a la
cárcel. El expresidente Álvaro Uribe (2002-2010), todavía muy popular, se ha dedicado a hostigar de modo implacable el proceso y de azuzar la idea de que Santos es un traidorcastrochavista
en comparación con su heredero político, Zuluaga. Alexandra Villamizar,
de 51 años y directora comercial de una aerolínea, apoyará al uribista.
“Nos jugamos preservar la democracia”, afirma. “No se puede entregar el
país a las FARC ni permitir que entren en el Congreso a gente que ha
matado y secuestrado”, dice con preocupación. “En otras circunstancias
escogería a Marta Lucía [Ramírez, del partido conservador], una mujer
brillante. Pero hay que bloquear a Santos”.
Santos tiene un enorme apoyo internacional para terminar con una
guerra que ha causado 220.000 muertos y casi seis millones de
desplazados. De tener éxito el plan –y parece claro que es el intento
mejor encaminado--, supondría una enorme transformación política, un
primer paso hacia la normalidad, después de cincuenta años de guerra. La
paz, calcula el Gobierno, tendría un impacto directo sobre el PIB,
haciéndolo aumentar entre 1,5 y 2 puntos porcentuales. Pero los
colombianos están divididos. Para muchos, en las ciudades, el diálogo no
es tan prioritario, aunque la mayoría quiere que siga adelante, según
las encuestas. Uno de los puntos débiles del presidente, según sus
críticos, ha sido su incapacidad para defender bien el proceso de paz,
para generar confianza.
En las últimas semanas han estallado escándalos en las dos campañas
que han enturbiado el debate. Hackers, filtraciones, vídeos y guerra
sucia han acaparado la atención, mientras las propuestas han quedado en
segundo plano en uno de los países más desiguales de América Latina y
del mundo. La campaña de Santos se ha visto afectada por una acusación de Uribe de haber recibido dinero del narco para financiar su campaña presidencial de 2010; la de Zuluaga, por un vídeo en el que se le ve hablando con un espía informático
de cómo utilizar información militar secreta como arma electoral, algo
que él niega. Esto ha agotado a muchos electores, que hubieran querido
propuestas sobre inseguridad ciudadana o la precariedad laboral, dice
Ricardo Jiménez, de 56 años. “No dan oportunidades a las empresas
pequeñas”, dice, sobre la pujante situación macroeconómica del país, que
crece a un ritmo del 4,5%. “Yo tenía contratados a siete empleados.
Ahora les pago al día, no les puedo garantizar más”, lamenta.
Fuente: http://internacional.elpais.com/internacional/2014/05/25/actualidad/1401029301_970929.html
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