Hasta dónde devalúo, hasta qué
punto controlo cambio y precios de productos -incluyendo la gasolina-
sin que se rompa la liga de la precaria gobernabilidad que tengo? Esta
pregunta debe estársela haciendo todo el alto gobierno nacional.
Ya no se trata de filosofía politiquera barata; es la dura realidad de la vida diaria que presiona con una fuerza inconmensurable y les pone frente a decisiones impostergables, a riesgo de terminar llevándolos en los cachos, tanto si actúan, como si no lo hacen.
La medida justa entre lo posible y lo deseable de las decisiones y acciones por tomar tiene paralizado a un gobierno que anuncia sacudones y termina dando sólo palmaditas. Que asoma el alza inminente de los combustibles, para luego decirnos que aún no es la cosa. Que promete el inicio de la discusión del contrato colectivo marco de la administración pública y ordena reprimir a los trabajadores de Guayana que reclaman la mora decenal en la discusión de su contrato. Que decreta aumentos de salario mínimo el 1° de mayo y a esta fecha no ha bajado ni un solo centavo a la administración descentralizada. Que en su Plan de la Patria establece entre sus principales líneas estratégicas de acción el luchar por un medio ambiente sano para todo "el planeta", pero que no autoriza la importación ni de partes (repuestos) para reparar camiones compactadores, ni para la adquisición de nuevas unidades. Que lanza un ambicioso e "inteligente" plan de patrullaje para la lucha contra la inseguridad, pero que luego no hay ni cómo hacerle un simple cambio de aceite al motor de las patrullas. Y paro aquí la enumeración porque no me alcanzaría todo el periódico -recortado en sus otrora 4 voluminosos cuerpos por falta de papel- para seguir esta lamentable lista de contradicciones.
¿Qué ve un gobernante cuando está ante la necesidad de tomar medidas que recorten el gasto público que producirán inicialmente un shock económico que, aunque muy necesarias para sanear, en el corto plazo generarán descontento popular? Sencillo: ve cómo está evaluado ante quienes gobierna. Si tiene suficiente apoyo se atreve, toma las medidas, sufre una pérdida considerable de popularidad y calcula que a mediano plazo puede recuperarse cuando las cosas comiencen a marchar mejor. Sabe que no hay garantías, que la caída puede ser monumental o puede ser razonable, pero digamos que ad initio cuenta con un piso de apoyos que lo deberían sostener.
Números
Veamos los números que han sido recientemente publicados. Keller midió al país en mayo. Su estudio señaló que sólo el 38% de los venezolanos apoya a Maduro, que el 61% cree que vendrá un colapso y que el 68% piensa que estamos mal y que económicamente empeoraremos en los próximos meses. Datanálisis midió a finales de julio. Su estudio un mes después arrojó cifras aún peores. El 80,2% de los venezolanos piensa que la situación general del país está mal. El 83,1% que la economía está mal (en mayo la cifra de esta misma encuestadora era de 75,5%). El 50,8% de los que se consideran chavistas también piensa que la situación económica está mal. La percepción de Maduro es positiva sólo para un 35,7% de los venezolanos, mientras que un 62,3% la tiene negativa. Y los principales problemas del país son: inseguridad 32%, problemas económicos más de 50% (desabastecimiento 32%, + alto costo 7,4%, + crisis económica 6,2%, + desempleo 4,5%). Además todos los estudios arrojan que dos de cada tres venezolanos -incluyendo a un buen sector del chavismo- piensan que el gobierno es incapaz de resolver esta crisis. También aparece -por fin- la corrupción como causante de esta ruina.
¿Dónde está el piso de popularidad para tomar las medidas? ¡Upss!, como que el existente no es suficiente para hacerlo; consecuencia: me paralizo, sigo el discurso que trata de aglutinar a los míos, me amarro a alguna figura que me ayude a mantenerme (en el caso de Maduro a Chávez), hago anuncios para medir el impacto, pero no ejecuto nada de lo que debo hacer. Culpo al contrabando, a los empresarios y a su ya no creíble guerra económica, anuncio más medidas de control punitivo del Estado sobre lo privado tratando de rememorar el Dakaso. Para decirlo en criollo, sigo corriendo la arruga a la espera de algún milagro, como quien se endeuda más allá de su capacidad de pago, contando con que el domingo se ganará la lotería.
Pero la lotería ya nos las ganamos cuando el precio de nuestro barril petrolero pasó la barrera de los 90 dólares y se ha mantenido así por más de una década. Nadie afuera es culpable de que el gobierno haya despilfarrado el premio y nos haya colocado a todo el pueblo venezolano al borde del abismo. Ahora, o les sale el chingo o les sale el sin nariz.
gblyde@gmail.com
@GerardoBlyde
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