Según la encuesta de Datanálisis que
cerró el 2 de diciembre de 2014, la popularidad del presidente Maduro ha
venido cayendo sistemáticamente desde noviembre de 2013, como reflejo
del fracaso del gobierno. En ese mes de 2013, el 50,4% de los
venezolanos valoraban positivamente la gestión de Maduro como resultado
del llamado Dakazo. El 2 de diciembre de 2014, solamente 22,8% de los
ciudadanos encuestados creían que Maduro estaba haciendo un buen
gobierno. Este desplome de la aceptación de Maduro se explica
principalmente por la grave crisis económica que padece el país.
En la misma encuesta se informa que
84,0% de los venezolanos considera que la situación general del país es
negativa y solamente un 15,0% la estima como positiva. El declive de
Maduro está arrastrando al PSUV por cuanto según la medición en
referencia, solamente cuenta con un respaldo de 13,8% luego de haber
tenido más de 40,0% en los últimos meses de vida política de Hugo
Chávez. También informa la encuesta que si las elecciones se hubiesen
realizado en diciembre de 2014, la Unidad Democrática las habría ganado
con una amplia ventaja.
Es evidente que en las nuevas mediciones que se están realizando en
enero de 2015, que miden tanto la popularidad de Maduro como la del
PSUV, han debido caer a los mínimos históricos para un presidente en
Venezuela y para el PSUV, en este caso comparado con su promedio
histórico. Y ello debe ser así debido a la exacerbación de una crisis
que lejos de resolverse tiende a agravarse por la combinación de dos
elementos. En primer lugar el evidente y obvio fracaso del modelo
económico socialista, y la disminución de los precios del petróleo que
no ha causado la crisis, sino que la ha potenciado.
La profundización de la crisis ha llevado a una significativa mayoría
de venezolanos a considerar el caso de alguna opción constitucional
para que Maduro sea sustituido por los mecanismos que prevé el Texto
Fundamental, en vista de la manifiesta inacción del gobierno para hacer
frente a una crisis que está destruyendo la convivencia entre los
venezolanos y los tiene agotados haciendo colas interminables para
adquirir alimentos y productos básicos.
Si con un precio petrolero que estuvo bordeando los 100 dólares por
barril durante 2013 y cerca de 90 dólares por barril en 2014, el
gobierno de Maduro no fue capaz de manejar al país de forma eficiente,
habrá que imaginarse la situación de este año 2015 con un precio
petrolero mucho más bajo y con casi la mitad de los ingresos en divisas
que tuvo en años previos. En realidad, el gran fracaso es el del modelo
socialista y su expresión es la caída en la popularidad de Maduro. Tenía
tiempo Venezuela que no tenía un presidente tan impopular.
Fuente:http://www.noticierodigital.com/2015/01/la-caida-de-maduro/
Ni guerra ni marcianos... el modelo
Los encargados de hacer políticas económicas deberían voltear hacia algunos países aliados
POR:LUIS VICENTE LEÓN .
Aunque pueda pecar de
insistente, escribo estas líneas porque quiero que el mensaje llegue al
mayor número de personas posible, pero, sobre todo, a aquellos
encargados de dirigir el destino económico y político del país: la causa
de la crisis actual es el modelo primitivo de controles e intervención
estatal. Y esto no es una sorpresa. Es el resultado natural de aplicar
medidas económicas contranatura, probadamente malas de acuerdo a la
evidencia a lo largo de la historia y en todas partes del mundo.
Somos muchos los analistas que hemos advertido los desequilibrios generados por un sistema económico cuyo fundamento es la regulación. Aunque es lógico que el gobierno tenga un papel supervisor, el problema se presenta cuando éste intenta controlar hasta el más mínimo detalle -cual "Big Brother"- asfixiando al sector privado y mermando su capacidad productiva o, peor aún, cuando pretende sustituirlo en su función productiva, dejando en segundo plano la verdadera función del Estado. Es por ello que la escasez de bienes y servicios, acaparamiento, especulación, bachaqueo y colas se observan naturalmente en países con gobiernos controladores e intervencionistas como Venezuela o Argentina; o es que, ¿han visto ustedes estas distorsiones en países donde el modelo es abierto y racional?
Pero más preocupante que los problemas en si, es que la reacción del Gobierno para atenderlos ha sido contraria a la racional. Por ello comparto algunos resultados de las últimas encuestas Datanálisis al final del 2014, que dan pistas de lo que piensan los venezolanos y pueden servir de insumo para la elaboración de políticas económicas que encarrilen nuestro rumbo.
El 87% de la población encuestada indicó que prefiere la empresa privada a la pública; el 85% rechaza las expropiaciones como mecanismo para resolver la crisis; el 93% (incluyendo la mayoría de los chavistas) cree que las empresas que han sido expropiadas producen menos que antes; más del 90% considera indispensable un acuerdo entre el sector público y el privado para enfrentar la crisis; y el 73% no confía que la estrategia de supervisión de empresas por parte del Gobierno puede mejorar el abastecimiento.
Es evidente que los venezolanos esperan una estrategia de estímulo al sector privado, que permita no solo incrementar la presencia y variedad de productos en los anaqueles, sino que logre, por medio de la competencia, acabar con la especulación y otros flagelos que padecen a diario cuando les toca ir a un supermercado, a una farmacia o a cualquier otro establecimiento comercial, donde el problema es generalizado y, lejos de demostrar una guerra económica (estrategia de discurso populista), lo que reafirma es que los controles e intervencionismo generan, inevitablemente, todas estas distorsiones.
Sin embargo, la respuesta del Gobierno pasa por amenazar empresarios y usarlos de chivo expiatorio, cerrar negocios y multar, echando con esto gasolina a la candela. El tiempo avanza y aún no se evidencia intención alguna de cambiar, o al menos flexibilizar, el modelo económico fracasado. Continuamos a la espera de las medidas que se implementarán en el mercado cambiario y acciones que estimulen la inversión y la producción. Mientras esperamos, los encargados de hacer políticas económicas deberían voltear hacia algunos países aliados y responderse las siguientes preguntas: ¿por qué no hay colas en Bolivia, ni bachaqueo en Perú, ni especulación en Nicaragua o contrabando en Brasil?, ¿será porque tampoco hay hostilidad contra el sector privado, ni controles absurdos de cambio, ni gasolina regalada, ni congelamiento de precios, ni sustitución de importaciones privadas por públicas?
Somos muchos los analistas que hemos advertido los desequilibrios generados por un sistema económico cuyo fundamento es la regulación. Aunque es lógico que el gobierno tenga un papel supervisor, el problema se presenta cuando éste intenta controlar hasta el más mínimo detalle -cual "Big Brother"- asfixiando al sector privado y mermando su capacidad productiva o, peor aún, cuando pretende sustituirlo en su función productiva, dejando en segundo plano la verdadera función del Estado. Es por ello que la escasez de bienes y servicios, acaparamiento, especulación, bachaqueo y colas se observan naturalmente en países con gobiernos controladores e intervencionistas como Venezuela o Argentina; o es que, ¿han visto ustedes estas distorsiones en países donde el modelo es abierto y racional?
Pero más preocupante que los problemas en si, es que la reacción del Gobierno para atenderlos ha sido contraria a la racional. Por ello comparto algunos resultados de las últimas encuestas Datanálisis al final del 2014, que dan pistas de lo que piensan los venezolanos y pueden servir de insumo para la elaboración de políticas económicas que encarrilen nuestro rumbo.
El 87% de la población encuestada indicó que prefiere la empresa privada a la pública; el 85% rechaza las expropiaciones como mecanismo para resolver la crisis; el 93% (incluyendo la mayoría de los chavistas) cree que las empresas que han sido expropiadas producen menos que antes; más del 90% considera indispensable un acuerdo entre el sector público y el privado para enfrentar la crisis; y el 73% no confía que la estrategia de supervisión de empresas por parte del Gobierno puede mejorar el abastecimiento.
Es evidente que los venezolanos esperan una estrategia de estímulo al sector privado, que permita no solo incrementar la presencia y variedad de productos en los anaqueles, sino que logre, por medio de la competencia, acabar con la especulación y otros flagelos que padecen a diario cuando les toca ir a un supermercado, a una farmacia o a cualquier otro establecimiento comercial, donde el problema es generalizado y, lejos de demostrar una guerra económica (estrategia de discurso populista), lo que reafirma es que los controles e intervencionismo generan, inevitablemente, todas estas distorsiones.
Sin embargo, la respuesta del Gobierno pasa por amenazar empresarios y usarlos de chivo expiatorio, cerrar negocios y multar, echando con esto gasolina a la candela. El tiempo avanza y aún no se evidencia intención alguna de cambiar, o al menos flexibilizar, el modelo económico fracasado. Continuamos a la espera de las medidas que se implementarán en el mercado cambiario y acciones que estimulen la inversión y la producción. Mientras esperamos, los encargados de hacer políticas económicas deberían voltear hacia algunos países aliados y responderse las siguientes preguntas: ¿por qué no hay colas en Bolivia, ni bachaqueo en Perú, ni especulación en Nicaragua o contrabando en Brasil?, ¿será porque tampoco hay hostilidad contra el sector privado, ni controles absurdos de cambio, ni gasolina regalada, ni congelamiento de precios, ni sustitución de importaciones privadas por públicas?
luisvicenteleon@gmail.com
@luisvicenteleon
Fuente:http://www.eluniversal.com/opinion/150118/ni-guerra-ni-marcianos-el-modelo
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