POR:ANTONIO SÁNCEZ GARCÍA.
"Venezuela representa una grave amenaza para la seguridad de los Estados Unidos". Barack Obama, 9 de marzo de 2015
Sin el petróleo de Venezuela la revolución fracasará. Maduro es nuestro hombre en Caracas. Fidel Castro, Granma, 1 de mayo de 2013
Todos los Estados de Unasur, sin excepción, rechazan cualquier
intento de desestabilización democrática de orden interno o externo que
se presente en Venezuela. Ernesto Samper, Secretario General de Unasur, Caracas, 4 de marzo de 2015
1. Héctor Schamis, un perspicaz y avisado columnista de El País,
de Madrid, lo dijo en una de sus últimas columnas refiriéndose a los
factores definitorios de la gravísima crisis venezolana: ella no se
dirimirá en Caracas ni sus factores esenciales son los que aparentemente
se enfrentan sobre el terreno. Ella se dirimirá en el tablero que
acuerden Washington y La Habana. El primero, consciente y con insólita e
irresponsable tardanza – tras 16 años de apatía y desidia frente a la
colonización de nuestra republica por el castrismo cubano – de la
importancia geoestratégica de Venezuela en un complejo e intrincado
panorama internacional. Los cubanos, de retirada del puesto que ocuparan
en el tablero de la Guerra Fría, acosados por la debacle económica y
urgidos por encontrar alguna salida a su callejón sin que la pérdida de
su único enclave continental se traduzca en una catástrofe social,
económica y política de dimensiones apocalípticas. Lo que es
perfectamente previsible e inevitable si una Venezuela democrática le
cortara los subsidios, le exigiera el pago de la brutal deuda contraída
en estos años de regalías y la pusiera ante su cruda verdad: la
bancarrota de una revolución traicionada. Lo cual explica la urgencia en
mover todos sus peones de la Unasur intentando atajar el brutal
descontento y la indignación que en Venezuela crecen como la espuma ante
la feroz incapacidad del hombre de los Castro en Caracas.
La presunción de Schamis no va desencaminada. Venezuela está en manos
cubanas y desde la muerte de Hugo Chávez su gobierno prácticamente no
existe, la oposición no parece tener la competencia suficiente como para
terciar en el debate y en último término, los Estados Unidos son el
factor esencial de nuestras relaciones. La historia lo refrenda: ni
Batista cayó sin la buena pro de la Casa Blanca ni Pérez Jiménez se fue
sin haber sido aventado con el beneplácito de Washington. Castro en La
Habana, Betancourt en Caracas. Un estudio serio daría con las claves de
las movidas estratégicas de América Latina a partir del fin de la
Segunda Guerra. Sin anticipar sus resultados, es más que evidente que el
Che, Allende, J.J. Torres y Velasco Alvarado cayeron tras los signos
adversos de la Casa Blanca, que Chávez ascendió al poder con su
aprobación – la misma con la que no contara la rebelión de Abril – y que
la profundidad, gravedad y hondura que ha alcanzado la crisis
venezolana se debe al desinterés, la torpeza o la miopía de un
Departamento de Estado que creyó seriamente que la caída del Muro y la
desaparición de la URSS había llegado para bajarle el telón a la
historia, como lo dijese en un muy lamentable y patético pronóstico el
politólogo Francis Fukuyama.
2. Fatigados por los apuros que les causaran las
dictaduras de los generales después de que les sacaran las castañas del
fuego en los setenta y dispuestos a creerle a Lula da Silva, abiertos a
sus campanillas por la insólita incapacidad intelectual de la secretaria
de Estado Hilary Clinton y el completo desinterés de Obama en la
región, decidieron fijar su mirada en el mundo árabe y hacer como que
América Latina no seguía siendo más que su despreciable patio trasero.
Fue la natural herencia a la época en que en sus mensajes a la Nación,
George Bush hijo, profundamente afectado por el atentado a las Torres
Gemelas, no hizo una sola mención a América Latina. No ya un pasaje, un
párrafo, una línea, una frase. Digo, escueta y literalmente: después del
2001 ni una sola palabra sobre nuestra región. América Latina había
desaparecido del GPS del Departamento de Estado. ¿Qué mejor ocasión para
Fidel Castro como para tomársela a saco? Estaba preparado para ello. En
1992 y en respuesta a la caída de la URSS había montado con Lula el
Foro de Sao Paulo y diseñado la nueva estrategia para el Siglo XXI:
apurar la crisis de los sistemas políticos, golpear a las democracias y
coparlas mediante elecciones. Se topó con Chávez: el hambre con las
ganas de comer. El resto es historia. Esa Historia, con mayúscula, que
según publicara Fukuyama en ese mismo año crucial para Venezuela, 1992,
había culminado su faena y se había ido de vacaciones.
A estas alturas, 23 años después, el panorama luce mucho más
intrincado. Despertó el fantasma musulmán. Venezuela está al borde del
abismo. La crisis se ha acelerado por los bajos precios del petróleo. El
gobierno venezolano no aguanta seguir subsidiando a sus vecinos y sin
esos subsidios, Cuba naufraga. ¿Qué hacer, dado el desinterés real de la
administración Obama por la situación venezolana, que parece haber
despertado de súbito? La reciente visita de una comisión de la Unasur y
su insólita declaración de absoluto respaldo a la dictadura venezolana
no dejan lugar a dudas: la región se las juega por el castrochavismo.
El insólito desinterés, – es más: esa insólita complacencia con el
forismo castrolulista, para el Departamento de Estado los mejores y más
confiables socios que encontrara en este siglo en América Latina -,
permitió que Nicaragua, Venezuela, Brasil, Ecuador, Argentina, Bolivia,
Paraguay, Uruguay, incluso Colombia, gran parte de Centro América y en
el colmo de los colmos, la OEA misma y sepa el destino si Chile, hoy o
mañana, se convirtieran en plataformas de dominación castroforista. Con
el desmantelamiento de los organismos de cooperación multilateral de los
ochenta/noventa y el montaje de la Unasur, el Alba y la Alca, así como
con los programas de cooperación adelantados por la petrolera castro
venezolana, América Latina es un complejo entramado de intereses
objetivamente antidemocráticos y proto totalitarios. Bajo el influjo
definitorio del castrismo cubano. Y al servicio del narcotráfico, el
neofascismo y la expansión de la Yihad en la región. Una bomba de
tiempo.
3. No se explica bajo otra perspectiva el desenfado y
el absoluto desinterés, por no decir la aviesa complicidad de los
gobiernos latinoamericanos, frente a la tragedia de Venezuela y la
dictadura que la aherroja, que la luz verde conferida implícita o
explícitamente por la Casa Blanca al castrocomunismo en su versión
chavista. De la que el lulismo, el kirchnerismo y el bacheletismo no son
más que variantes locales. Ha contado el Departamento de Estado con más
que suficientes elementos inculpatorios como para enfrentar al narco
estado venezolano, forajido por sus relaciones con el terrorismo y
antidemocrático por su vocación dictatorial. Independientemente de las
razones de tal irresponsabilidad, para quienes lo acepten o no lo
acepten, los Estados Unidos continúan siendo la primera potencia
democrática del planeta y ante la ofensiva del integrismo talibán la
última frontera del liberalismo, lo único cierto es que América Latina
había perdido hasta hoy toda importancia para los Estados Unidos en el
concierto mundial. Era un terreno entregado a las fuerzas de su
disolución.
En este contexto se produce el primer paso de un cambio estratégico
de gran política: el acercamiento de la administración Obama con el
régimen cubano. Y es a ese entramado que nos referimos cuando avizoramos
un desenlace a nuestra crisis en la que, muy posiblemente y si no
intervenimos en contrario, no tendremos arte ni parte. Cruelmente
dividida, y sin mayores auspicios unitarios ante la insólita incapacidad
de sus liderazgos, la oposición venezolana muestra una fisura
aparentemente insalvable entre quienes rechazan intervenir en contra de
la dictadura respaldándose en el movimiento popular, plegándose al ritmo
que el castrocomunismo le impone a la crisis – elecciones y
sometimiento – y quienes quisieran jugarse por asumir el protagonismo de
nuestra lucha de liberación. De lo cual no cabe más que sospechar que
la suerte de Venezuela ya no se juega en territorio venezolano ni sus
protagonistas somos los propios venezolanos.
Es el momento en que Cuba, por su lado, decide implementar el
respaldo total de todos los gobiernos filocastristas de la Unasur en
auxilio de un gobierno asediado por la crisis, enfrentado a un
exponencial crecimiento de la indignación popular y súbitamente
amenazado por la agresiva política del Departamento de Estado, que, por
el otro lado, ataca en varios flancos: desde la denuncia a las graves
violaciones a los derechos humanos por parte del gobierno Maduro hasta
el papel de altas autoridades militares y civiles en el narcotráfico.
La respuesta de La Habana en Venezuela no se ha hecho esperar:
estirar al máximo la cuerda de la represión y el sometimiento,
derramando cuanta sangre sea necesaria para impedir una rebelión popular
tipo 23 de enero que se atraviese en sus proyectos en el corto plazo y
expulse a sus tropas de tierra firme; rastrojear hasta el último centavo
de la renta petrolera; frenar todo movimiento emancipador que no
obedezca a los planes combinados de gobierno y oposición electoral que
amenace la prolongación de Maduro hasta diciembre del 2019; tomar
rehenes y prepararse para la inevitable caída de la satrapía con
suficiente capacidad de negociación como para salir de Venezuela sin las
manos vacías.
Dicha estrategia parte del convencimiento que deben poseer los
cubanos de que la unidad de la oposición es, por ahora, un sueño
irrealizable. De que los factores tradicionales no muestran el menor
interés en salir de la dictadura bajo las actuales condiciones, de que
esperan por el inevitable colapso del régimen, momento para el cual
esperan asumir el liderazgo de un eventual retorno a la democracia bajo
condiciones que podrían suponer una nueva forma de entendimiento
nacional, que abarque tanto a las viejas fuerzas democráticas y los
nuevos factores surgidos al calor del deslave chavista. Un híbrido de la
Cuarta y la Quinta: la Sexta República.
Extraño pronóstico, pero sustentado. Hablamos de salir de estos
veinte años de tragedia limpios de polvo y paja, con una boliburguesía
dueña de los medios de comunicación y las principales empresas del país,
con un socialismo democrático constituido por las fuerzas combinadas
del Psuv y los viejos partidos del sistema, una ley de amnistía que
limpie de asesinatos, narcotráfico, desfalcos, contrabandos y saqueos al
generalato de la Fuerzas Armadas y conduzca a un sistema combinado
grato a la Cuba y a los Estados Unidos post bloqueo. La Sexta República.
Borrón y cuenta nueva. El propósito: un lavado de cerebro que haga de
esta pesadilla un simple sueño de una noche de verano.
¿Serán delirios de la imaginación? El tiempo lo dirá.
Fuente: http://www.noticierodigital.com/2015/03/no-va-mas-unasur-washington-y-la-habana/
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