POR:ARCANGEL VULCANO.
Sugerimos a la oposición venezolana tres cosas esenciales:
1º-Reorganizarse y lograr la unidad sincera de todos sus organizaciones políticas y de la sociedad civil, soslayando y difiriendo cualquier diferencia que no sea primordial.
2º Escoger cuanto antes, a un liderazgo colectivo, integrado por los ciudadanos más competentes, mejor dotados, los más capaces, poseedores de elevada estatura moral e intelectual, quienes con gran espíritu de unidad colectiva estén dispuestos a asumir la tarea de coordinar y dirigir en los próximos años a una oposición alternativa institucional, que fomente el dialogo con el gobierno, para competir en la lucha política democráticamente.
3º-Diseñar, planificar y ejecutar acciones tendentes a articular y presentarle al país un proyecto político democrático alternativo, que pueda tener la posibilidad de conquistar legítimamente la voluntad popular.
Cualquiera podría responderme que “soy un romántico, que con este gobierno no se puede luchar ya por la vía democrática, que todos los poderes públicos y los espacios institucionales están controlados”, respondería que es posible que tengan razón, pero que el único camino que conozco para competir y vencer en buena lid a cualquier adversario político es la vía de la lucha política, activista y militante, a través de la participación ciudadana, para así lograr el fortalecimiento de los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil, únicos organismos vivos capaces de conquistar el poder democráticamente mediante elecciones libres y transparentes, lo demás sería escoger la rebelión popular o la lucha armada, esa alternativa es extrema, sería la guerra fraticida, esa idea no la comparto, ni la recomiendo.
“Que nos harían trampa, que las máquinas, que el CNE…”, denme todos los pretextos que quieran, les respondo que no hay fraude que valga cuando un pueblo está persuadido de conquistar su destino, pero eso no se obtiene de gratis, hay que trabajar sin descanso, ni pausas, sin vacaciones, hay que entrenar, instruir, preparar a los ciudadanos por todos los medios posibles para conquistar el favor popular y hacer valer un triunfo electoral, esa es una pelea que hay que dar sin tregua, asumiendo derrotas y triunfos con idéntica dignidad..
Pero eso no se logra en un día, ni en dos, ni en una semana, ni en tres, ni en meses, tal vez ni en un año, ni en cuatro, a veces ni en décadas, quizás ni siquiera los pueblos pueden liberarse de un régimen opresor sino cuando Dios disponga llevarse al mandatario, pero jamás no existe en política; sólo se que hay que hacer el duro trabajo político para lograr el éxito anhelado, que en definitiva no es conquistar un triunfo electoral eventual que podría durar muy poco, sino diseñar, planificar, ejecutar, realizar un proyecto político útil, viable, eficaz, de inspiración humanista y democrático, alternativo al que cuestionamos y combatimos, que sea mejor que aquel, y que rinda frutos útiles para toda la nación.
¿Y ahora que hacemos me preguntan muchos? Les respondo así: El Libertador Simón Bolívar en la difícil hora de Pativilca en el Perú, “flaco y extenuado, le causó pena al diplomático Mosquera” quien lo visitaba convaleciente del tabardillo; “Bolívar sentado en una pobre silla de baqueta, recostado contra la pared de un pequeño huerto, atada la cabeza con un pañuelo blanco y sus pantalones de ginque que dejaban ver sus dos rodillas puntiagudas y su semblante cadavérico”. Mosquera creyéndolo derrotado y acabado, conmovido por el deprimido aspecto físico del héroe, pero además, en virtud de su inevitable derrota en Lima ante el sorpresivo ataque enemigo, le preguntó: ¿QUÉ PIENSA HACER USTED AHORA? A lo que avivando sus ojos huecos EL libertador con tono decidido le contestó: ¡Triunfar!
Eso es lo que les sugiero hacer ahora a los venezolanos que legítimamente se oponen al gobierno, ¡Triunfar! Ahora que, eso no es sencillo, es muy cuesta arriba, debe hacerse política de la buena, en la calle, en los barrios, las urbanizaciones, en las Universidades, en los sindicatos, caseríos, pueblos y ciudades, en todos los escenarios posibles, pero con el pueblo como principal protagonista. Hacerlo sin apelar al camino corto, ni al fascismo, ni la guarimba, ni con golpes de estado, sino trabajando a brazo partido por las causas sociales colectivas, resolviendo problemas comunitarios, defendiendo e interviniendo en favor de los derechos de la gente, hacerlo siendo útiles a los demás, para perfeccionar la democracia, garantizar la libertad y el ejercicio de los principios republicanos.
Dijo hace años sobre este episodio del Libertador el autor Luís José Acosta Rodríguez en su obra “Bolívar para todos”: “En esta palabra ¡TRIUNFAR!, dicha en aquella circunstancias tan difíciles, está visible una vez más, la voluntad indomable de Bolívar. Eso fue siempre el Libertador. Una pura voluntad de acción a todo trance, que no desfallecía un ápice ante las circunstancias adversas por más complejas y difíciles que éstas fueran. Triunfar, a pesar de las dificultades que se acumulan amenazantes; Triunfar, a pesar de que la salud estaba en un hilo; Triunfar siempre, sin que el desaliento hiciera flaquear el designio emancipador. Por eso pudo asegurar la independencia y salir vencedor de las dificultades más graves y entorpecedoras. Saber mantener la voluntad indeclinable contra los factores hostiles, es el ejemplo más aleccionador que supo dar Bolívar en todo tiempo como hombre de acción y allí en Pativilca, ese ejemplo alcanza su más rotunda dimensión de grandeza”. Es el mejor ejemplo para las nuevas promociones de dirigentes y líderes que deberán surgir fundamentalmente del maravilloso talento que tenemos en la juventud venezolana, regado por todas partes y que deberá irrumpir en el escenario político nacional para reconquistar las banderas de la convivencia, la coexistencia, el pluralismo, la tolerancia, la libertad, la democracia, el derecho y la civilidad. Las consignas son muchas, sugiero una: "Por una existencia feliz y digna para todos los ciudadanos, en democracia, paz, amor, salud, prosperidad, unión y vida".¡TRIUNFAR!.
1º-Reorganizarse y lograr la unidad sincera de todos sus organizaciones políticas y de la sociedad civil, soslayando y difiriendo cualquier diferencia que no sea primordial.
2º Escoger cuanto antes, a un liderazgo colectivo, integrado por los ciudadanos más competentes, mejor dotados, los más capaces, poseedores de elevada estatura moral e intelectual, quienes con gran espíritu de unidad colectiva estén dispuestos a asumir la tarea de coordinar y dirigir en los próximos años a una oposición alternativa institucional, que fomente el dialogo con el gobierno, para competir en la lucha política democráticamente.
3º-Diseñar, planificar y ejecutar acciones tendentes a articular y presentarle al país un proyecto político democrático alternativo, que pueda tener la posibilidad de conquistar legítimamente la voluntad popular.
Cualquiera podría responderme que “soy un romántico, que con este gobierno no se puede luchar ya por la vía democrática, que todos los poderes públicos y los espacios institucionales están controlados”, respondería que es posible que tengan razón, pero que el único camino que conozco para competir y vencer en buena lid a cualquier adversario político es la vía de la lucha política, activista y militante, a través de la participación ciudadana, para así lograr el fortalecimiento de los partidos políticos y las organizaciones de la sociedad civil, únicos organismos vivos capaces de conquistar el poder democráticamente mediante elecciones libres y transparentes, lo demás sería escoger la rebelión popular o la lucha armada, esa alternativa es extrema, sería la guerra fraticida, esa idea no la comparto, ni la recomiendo.
“Que nos harían trampa, que las máquinas, que el CNE…”, denme todos los pretextos que quieran, les respondo que no hay fraude que valga cuando un pueblo está persuadido de conquistar su destino, pero eso no se obtiene de gratis, hay que trabajar sin descanso, ni pausas, sin vacaciones, hay que entrenar, instruir, preparar a los ciudadanos por todos los medios posibles para conquistar el favor popular y hacer valer un triunfo electoral, esa es una pelea que hay que dar sin tregua, asumiendo derrotas y triunfos con idéntica dignidad..
Pero eso no se logra en un día, ni en dos, ni en una semana, ni en tres, ni en meses, tal vez ni en un año, ni en cuatro, a veces ni en décadas, quizás ni siquiera los pueblos pueden liberarse de un régimen opresor sino cuando Dios disponga llevarse al mandatario, pero jamás no existe en política; sólo se que hay que hacer el duro trabajo político para lograr el éxito anhelado, que en definitiva no es conquistar un triunfo electoral eventual que podría durar muy poco, sino diseñar, planificar, ejecutar, realizar un proyecto político útil, viable, eficaz, de inspiración humanista y democrático, alternativo al que cuestionamos y combatimos, que sea mejor que aquel, y que rinda frutos útiles para toda la nación.
¿Y ahora que hacemos me preguntan muchos? Les respondo así: El Libertador Simón Bolívar en la difícil hora de Pativilca en el Perú, “flaco y extenuado, le causó pena al diplomático Mosquera” quien lo visitaba convaleciente del tabardillo; “Bolívar sentado en una pobre silla de baqueta, recostado contra la pared de un pequeño huerto, atada la cabeza con un pañuelo blanco y sus pantalones de ginque que dejaban ver sus dos rodillas puntiagudas y su semblante cadavérico”. Mosquera creyéndolo derrotado y acabado, conmovido por el deprimido aspecto físico del héroe, pero además, en virtud de su inevitable derrota en Lima ante el sorpresivo ataque enemigo, le preguntó: ¿QUÉ PIENSA HACER USTED AHORA? A lo que avivando sus ojos huecos EL libertador con tono decidido le contestó: ¡Triunfar!
Eso es lo que les sugiero hacer ahora a los venezolanos que legítimamente se oponen al gobierno, ¡Triunfar! Ahora que, eso no es sencillo, es muy cuesta arriba, debe hacerse política de la buena, en la calle, en los barrios, las urbanizaciones, en las Universidades, en los sindicatos, caseríos, pueblos y ciudades, en todos los escenarios posibles, pero con el pueblo como principal protagonista. Hacerlo sin apelar al camino corto, ni al fascismo, ni la guarimba, ni con golpes de estado, sino trabajando a brazo partido por las causas sociales colectivas, resolviendo problemas comunitarios, defendiendo e interviniendo en favor de los derechos de la gente, hacerlo siendo útiles a los demás, para perfeccionar la democracia, garantizar la libertad y el ejercicio de los principios republicanos.
Dijo hace años sobre este episodio del Libertador el autor Luís José Acosta Rodríguez en su obra “Bolívar para todos”: “En esta palabra ¡TRIUNFAR!, dicha en aquella circunstancias tan difíciles, está visible una vez más, la voluntad indomable de Bolívar. Eso fue siempre el Libertador. Una pura voluntad de acción a todo trance, que no desfallecía un ápice ante las circunstancias adversas por más complejas y difíciles que éstas fueran. Triunfar, a pesar de las dificultades que se acumulan amenazantes; Triunfar, a pesar de que la salud estaba en un hilo; Triunfar siempre, sin que el desaliento hiciera flaquear el designio emancipador. Por eso pudo asegurar la independencia y salir vencedor de las dificultades más graves y entorpecedoras. Saber mantener la voluntad indeclinable contra los factores hostiles, es el ejemplo más aleccionador que supo dar Bolívar en todo tiempo como hombre de acción y allí en Pativilca, ese ejemplo alcanza su más rotunda dimensión de grandeza”. Es el mejor ejemplo para las nuevas promociones de dirigentes y líderes que deberán surgir fundamentalmente del maravilloso talento que tenemos en la juventud venezolana, regado por todas partes y que deberá irrumpir en el escenario político nacional para reconquistar las banderas de la convivencia, la coexistencia, el pluralismo, la tolerancia, la libertad, la democracia, el derecho y la civilidad. Las consignas son muchas, sugiero una: "Por una existencia feliz y digna para todos los ciudadanos, en democracia, paz, amor, salud, prosperidad, unión y vida".¡TRIUNFAR!.
2 comentarios:
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Nelson Chitty La Roche
“He hecho lo que he podido, la fortuna lo que ha querido”. Quevedo.
¿Qué hacemos cuando no sabemos o no creemos saber qué debemos hacer? Confieso dudar a la hora de responder a los que, creyéndome avezado político o, acaso, sexagenario experimentado, me consultan sobre la respuesta ante el dilema interrogante que nos enfrenta como pueblo. ¿Votar o no votar?
Algunos se sienten serenos y tienen ya una decisión al respecto; pero yo, movido por una mezcla de emoción, ilusión y razón, he venido sosteniéndome en la postura de asumir la conducta que la unidad opositora recomendara; sin embargo, no hay unidad en la oposición o al menos pareciera extraviada. La unidad por la que clamo es una manera de no responder, me dicen algunos, y tienen razón.
Si la oposición estuviera unida como lo estuvo en diciembre 2015, en ocasión de las elecciones para la Asamblea Nacional, no hay dudas de que votar sería un deber, además de un derecho, un mandato y un cálculo al mismo tiempo. Ni con maniobras, ventajismo, violencia impediría el chavismo su derrota, pero hemos dilapidado el capital de la unidad y, ahora, somos una mayoría dividida entre varios segmentos opositores.
Juntos luciríamos invencibles, pero separados no. Comprometer la estrategia tiene un costo y hemos venido repitiéndolo; la unidad era y es la base para regresar la soberanía que los pobres delegaron en Chávez y luego fue usurpada por la oligarquía civil-militar que el difunto promovió y cuyo balance de gobierno es sencillamente desastroso.
Esa constatación no es de Perogrullo; debemos inferir y asumir sus consecuencias y ponderar el valor estratégico de la unidad en las contiendas contra adversarios entrenados y armados. La victoria es, por lo general, una combinación de factores que en concatenación ofrecen, como un sistema, prestaciones distintas que, sin embargo, coadyuvan a un resultado favorable.
Vienen a mi memoria algunas lecturas de antaño. Diálogos sobre el mando de André Maurois es una de ellas. El joven militar y el filósofo teorizan sobre la victoria o la derrota, etiología de las mismas, papel del azar. La vida las contiene, las conoce, las propicia, las padece. Viene Kipling y su poema brutal, Víctor Hugo y la interpolación de los miserables y, por bandas, evocamos a Sun Tzu, Maquiavelo, Clausewitz. Reviso mis textos viejos y hojeándolos descubro que ni las termitas inclementes los marchitan.
¿Qué hacer? Leí un artículo de Luis Manuel Aguana que constata que muchos se niegan a votar, pero, paralelamente, pocos se atreven a proponer otra cosa para acometer. Es como si nos quedáramos a la deriva, a la merced de lo que no manejamos. Imagino al piloto que en medio del tifón pierde el timón. Aguana devela con veracidad y crudeza aspectos de nuestro acontecer y regresa a la idea de una auténtica consulta popular, antesala de una asamblea nacional constituyente que, sin carecer de mérito o pertinencia en sus alegatos, tropieza a mi juicio con las dificultades propias de las opciones que requieren de cobertura institucional y, precisamente, la institucionalidad es la mayor víctima del depredador chavista. Pero en su descargo diré que de eso se trata, de que seamos también capaces de proponer, sustentar, postular una política para deliberarla y, consensuada, articularla o tal vez rechazarla, pero abordemos su búsqueda.
…!
Nelson Chitty La Roche
Lo cierto es que sigue la congoja, la angustia de la patria hecha carne en los que tienen hambre, sed, dolor. No hay hipérbole cuando pienso en las múltiples agonías de los que carecen del alimento elemental, de medicamentos básicos, del transporte para ir a trabajar o volver a casa. Del repuesto para el equipo, el carro, la máquina. La divisa para importar y mantener el negocio funcionando o para pagar el pasaje de aquellos que se van, porque solo si se marchan tendrán esperanza.
El pueblo, y me refiero a todos, aun a los que acompañan al oficialismo electoralmente, conscientes o inconscientes, requiere que rompamos el cepo de mentiras y la mordaza del CLAP, incluso, y levantemos el sesgo pernicioso del ideologismo trasnochado que nos han impuesto.
Lo peor sigue siendo el sistemático esfuerzo por desacreditar a los que piensan distinto, a los que condujeron el movimiento antes, o presentarlos como piltrafas, bazofia humana. Criticar, disentir, diferir no debe llevarnos a la segregación o a la marginación tampoco. Intentemos superar el momento hurgando en lo mejor de nosotros mismos y no exactamente en nuestro bajo psiquismo.
Imagino a Bolívar el 2 de abril de 1819 del otro lado del Arauca, teniendo en cuenta los guarismos que el estado mayor de su ejército le presentaba. Los realistas mucho mejor apertrechados y numerosos, caballería, infantería, artillería. Teóricamente, una batalla con todas las formalidades le sería inconveniente, pero las cosas a veces no son como uno quisiera, sino como ellas son. El Libertador no se quedó en Angostura, que semanas antes lo había visto pintar en su discurso una república de hombres libres, sino que se vino a edificarla, contra todos los pronósticos. Se tiró ese lance con la lanza de Páez y, en un instante, talló para la eternidad.
Lo que se haga para evitar que el chavismo madurismo siga, con las fallas que tenga ese ejercicio, es muchísimo mejor que no hacer nada o reducir la acción a las meras habladeras de pendejadas.
nchittylaroche@hotmail.com
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