POR:VLADIMIRO MUJICA.
Nunca como antes en el complejo proceso social y político venezolano
de estos últimos quince años, ha sido tan necesario insistir en que
frente a un gobierno incapaz y corrupto, dispuesto a mantenerse en el
poder utilizando todos los medios a su disposición, incluyendo la
represión y la tortura, las fuerzas democráticas tienen que actuar en
todos los ámbitos permitidos por la Constitución. Prepararse para las
elecciones parlamentarias y actuar con decisión en todos los espacios de
protesta social organizada y pacífica.
Los ejemplos recientes del recule oficialista en temas cruciales como
el aumento de la gasolina; el atropello brutal y el desconocimiento de
las leyes laborales en Guayana, y el establecimiento de la infame
tarjeta de racionamiento a la cubana pomposa y ridículamente disfrazada
de sistema biométrico, indican que frente a una manifestación clara de
descontento popular el gobierno simplemente retrocede. Ello, por
supuesto, no indica que el régimen esté de modo alguno respetando las
reglas del juego democrático, sino que el miedo a tener que enfrentar el
descontento de sus propias huestes, atosigadas de mentiras que
presentan un paraíso ficticio donde el pueblo vive feliz y enfrentadas a
la realidad brutal de un país invivible, es un consejero muy poderoso y
eficaz.
Al régimen chavista y sus herederos maduristas se les escapa el país
de las manos no porque un movimiento político les esté disputando el
poder, sino porque su incapacidad para manejar la crisis nacional, que
sus propias políticas han provocado, ha hecho crecer astronómicamente su
impopularidad entre sus mismas bases de apoyo. Sin dejar de reconocer
la robustez de la oposición democrática, es innegable que el declive
sostenido del chavismo-madurismo en la opinión pública es, en buena
medida, de su propia hechura.
A primera vista resulta difícil de entender que el régimen no atine a
corregir, cuando sabe exactamente lo que tiene que hacer en relación
con los temas centrales del desastre económico. No corrige, no por
ignorancia sino porque no se siente con fuerzas de asumir el costo
político de una rectificación que confirmaría los peores temores de la
ortodoxia antediluviana del PSUV que ha advertido sobre la entrega sin
resquemores de la revolución al gran capital internacional.
Una operación que se planea tras bastidores, para obtener a cualquier
precio los preciados dólares de la supervivencia de la oligarquía
chavista.
De igual modo resulta difícil de entender a primera vista por qué la
oposición se sigue desgastando en polémicas internas sobre las virtudes o
perversiones de “la salida” cuando es innegable que el hecho político
fundamental es que las protestas de este año mostraron una capacidad de
rebeldía latente en la gente cuya magnitud sorprendió a los proponentes
de acciones en la calle, a quienes las adversaban por considerarlas
inconvenientes para la política de acumulación de fuerzas y al propio
gobierno que no tuvo otra respuesta que la represión.
No hay contradicción de fondo entre las distintas líneas asomadas por
los diversos sectores de la alternativa democrática mientras las mismas
se mantengan en el marco constitucional y obedezcan a una estrategia
conjunta que permita y no penalice la diversidad. No como una concesión
graciosa, sino porque así como sería inadmisible que la oposición no se
preparara a conciencia para el escenario electoral, del mismo modo es
suicida poner todos los huevos en una sola canasta, sobre todo con un
régimen tambaleante e inepto pero con una capacidad todavía intacta para
destruir y reprimir. Nuevas rutas constitucionales de sustitución del
gobierno, incluidas cosas que hoy resultan impensables como la renuncia
del Presidente, podrían despejarse de modo inesperado como resultado de
las protestas y la dirigencia opositora debe estar preparada para actuar
en lugar de intentar forzar todos los cauces de acción hacia las
elecciones.
La dinámica de la situación política obliga a moverse en varias
direcciones en el medio de una situación tenazmente fluida. La
iniciativa del Congreso Ciudadano, la de Ciudadanos por la Unidad, y la
propuesta de una Asamblea Constituyente pueden y deben co-existir con la
preparación electoral y la construcción de espacios de rebelión
ciudadana organizada y direccionada a erosionar la base de apoyo del
régimen. Sobre todo si existe la posibilidad, abierta por la situación
de desastre nacional que vive Venezuela, de que las protestas y acciones
ciudadanas sean acciones conjuntas del país rojo y el país azul.
Un sueño de reconciliación nacional que a lo mejor no puede sino
producirse en las trincheras de la rebelión ciudadana, en la mejor
tradición de nuestra Constitución.
Fuente://www.noticierodigital.com/2014/08/elecciones-y-rebelion-ciudadana/
2 comentarios:
Elecciones y poder en declive
ALEJANDRO A. TAGLIAVINI
Sin dudas 2014 es un año que, en materia de política y elecciones, confirma la tendencia histórica global de lenta, pero firme, disminución del poder político en favor de las personas. Costa Rica y El Salvador abrieron el calendario electoral el 2 de febrero, con el costarricense Luis Guillermo Solís, del centroizquierdista Partido Acción Ciudadana, triunfando en el ballotage del 5 de abril con el 77,9% de los votos. En El Salvador, el candidato oficialista Salvador Sánchez Cerén, del izquierdista FMLN, también se impuso en segunda vuelta el 9 de marzo por solo el 0,22%.
Luego siguió Panamá, el 4 de mayo, donde triunfó el opositor Juan Carlos Varela, del conservador Partido Panameñista Auténtico. Por último, en Colombia, Juan Manuel Santos consiguió la reelección, también con ballotage. En todos los casos es llamativa la abstención. En Colombia superó el 50%. En Costa Rica se acercó al 43% en la segunda vuelta y en El Salvador, en la primera, fue de 45%. La excepción fue Panamá con un 76,77% de participación, aunque vale recordar que el voto es obligatorio.
Elecciones y poder en declive
ALEJANDRO A. TAGLIAVINI
Otras tres elecciones sucederán en octubre: el 5 en Brasil, el 12 en Bolivia, y el 26 en Uruguay. En Brasil, la sorpresa no es poca. La perspectiva de que la presidenta Dilma Rousseff sea derrotada ha alentado una corriente alcista en la Bolsa. Sucede que Marina Silva, candidata presidencial tras la muerte del socialista Eduardo Campos, ganaría la presidencia en una segunda vuelta, según Ibope. Rousseff sería la más votada en primera vuelta, 34%, seguida por Silva, 29%. Con estos resultados, habría un ballotage, el 26 de octubre, y Silva, con el 45%, se convertiría en presidenta en lugar de Rousseff que obtendría el 36%.
En Bolivia, Evo Morales sería reelecto fácilmente. En Uruguay, el expresidente Tabaré Vázquez, del oficialista Frente Amplio, lidera las encuestas pero la distancia se acorta con Luis Lacalle Pou, del Partido Blanco, previéndose una segunda vuelta. En cuanto a Evo, existen fundadas objeciones referidas a la inconstitucionalidad de su tercera reelección consecutiva, sin embargo fue declarada válida por el Tribunal Constitucional. Morales, preside un país con una economía relativamente estable y en crecimiento. Durante su gobierno, ha logrado controlar la Asamblea Legislativa y los poderes Judicial y Electoral. Y los candidatos oficialistas se mantienen en el poder, durante la campaña, abusando de los medios públicos con fines proselitistas.
Tres cosas se ven claras. Primero, la creciente abstención refleja el hartazgo de la gente con "el poder", lo que obliga a los "poderosos" a moderarse so pena de sufrir la condena social. Segundo, cada vez resulta más claro que la "independencia de poderes", que pretenden algunos, es utópica y parece lógico que ninguna parte del Estado -ejecutivo, legislativo o judicial- sea independiente de la otra y menos de la parte que financia. Y tercero, es también utópico creer que la política sea incorrupta: utilizar una posición dentro del gobierno es corrupción desde que desvía para sí recursos que deberían favorecer a todos. Por otro lado, es bueno ver que, lentamente, las izquierdas o populismos autoritarios se van moderando al ritmo de las personas que van notando que "el monopolio de la violencia" -el Estado- lejos de ser el salvador, más bien, pareciera que muchas veces entorpece.
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