POR:AGUSTÍN BLANCO MUÑOZ.
Las palabras de Pío Tamayo a su amigo Carlos Zavarce de Lima, en días cercanos a su muerte, ocurrida el 05-10-1935, a los 37 años, son una especie de requisitoria sobre el por qué Gómez se había adueñado del país. El periodista le pregunta si le guarda rencor al tirano, y con su voz de enfermo terminal refiere lo que considera la raíz de los males que azotan a Venezuela.
El régimen que, en su poema Homenaje y defensa de indio, (leído en el Municipal el 14/02/28, y motivo final de su encarcelamiento) califica como “cesarismo anacrónico” es algo “inevitable” en el curso de una historia sin rupturas, y que ha contado y cuenta con el apoyo incluso de quienes dicen ser opuestos a sus designios.
Por ello sus palabras son terminantes: “Todos tenemos la culpa. No hay uno solo de nosotros que no haya tenido, alguna vez, el mal pensamiento de cooperar con la tiranía; lo que pasa es que no se han tomado el trabajo de irnos a comprar, han equivocado el precio o han dejado pasar el cuarto de hora”.
Por ello sus palabras son terminantes: “Todos tenemos la culpa. No hay uno solo de nosotros que no haya tenido, alguna vez, el mal pensamiento de cooperar con la tiranía; lo que pasa es que no se han tomado el trabajo de irnos a comprar, han equivocado el precio o han dejado pasar el cuarto de hora”.
Pero si no se hace la compra-venta en forma directa se hará a través de cargos: …”Tu verás salir de la cárcel a revolucionarios tremendos, que dejan de serlo en cuanto los nombran secretarios generales de un Estado, o diputado, o simplemente, jefes civiles de algún municipio”.
Porque, sigue diciendo PT: “El país estaba corrompido, pero Gómez es el único que ha sabido explotar la corrupción. Ha hecho de la delación una virtud; y, traidor él, premia largamente a los traidores, cuando él es el beneficiado”.Y la conclusión es muy clara: “¡Todos hemos sido cobardes! Dime, si no, ¿qué organización de defensa ha habido entre nosotros para sembrar siquiera las ideas, aunque fuese de una manera subrepticia y secreta? Mañana, cuando el dictador desaparezca, todo el mundo andará desorientado y sin rumbo y mientras se está hablando, sin obrar, un nuevo tirano se erguirá agitando el látigo sobre el rebaño de carneros que somos.” (MS, Diario del Floricultor II, CPT-UCV, 1986, p. 243.)
¿Y cómo negar que hoy estamos en este punto? Todos somos culpables del César. Unos por acción y otros por omisión. Unos manipuladores y otros corderos. Tiranos y cómplices.
Y hoy la cobardía es una credencial que paga los mejores dividendos. En las elecciones presidenciales del 2006 el lema opositor fue “Ganamos y cobramos”. A primera hora de la noche se reconoce el triunfo del César anacrónico y ante los reclamos de quienes se sentían triunfadores, uno de los jefes de campaña hizo una tajante declaración: “Nunca nos montamos pajaritos preñados con el triunfo”.
Sólo engañaron para crear un buen “escenario democrático de negociación”. Hoy la misma cobardía que impide enfrentar la realidad, plantea otra vez la compra-venta de espacios para, una vez que se gane la Asamblea, ir por la Presidencia. La misma posición de los mismos comerciantes.
Ahora los pajaritos preñados de la cobardía y la complicidad buscan el imposible de la unidad relacionada con el reparto del manjar electoral. Pero la guerra a cuchillo por el 30-35% que les dará el régimen para ponerlos como contrarios a seguir avalando “la revolución”, sólo permitirá los pactos entre unos “tiburones” que recibirán los mejores beneficios. Los calamares y sardinas quedarán a un lado.
Y todos sabemos que al régimen sólo le interesa que la gente vote. Lo demás lo hace su maquinaria de ablandamiento fraude-trampa.
Y no se venga ahora con que nada proponemos. Reiteramos la necesidad de una política contraria a la negociación, la cobardía, la complicidad y dispuesta a asumir la tarea de la organización para forjar el pensamiento y la acción que abra camino hacia una nueva realidad en la cual impere la fuerza-decisión de la sociedad. No es la violencia lo que tiene que prevalecer sino la decisión de un colectivo dispuesto a detener esta maquinaria de destrucción para avanzar hacia una historia sin cesarismos ni cómplices.
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