POR:ALBERTO BARRERA TYSZKA.
Chávez quiere convencer a todo el mundo de que Estados Unidos no es nuestro socio comercial sino nuestro gran enemigo.
Esto de ver las imágenes de la avenida Bolívar pintada de verde sorprende un poco.
Impresiona. Esta foto de una señora con cara de abuelita dime tú y buñuelos de yuca, vestida de pronto con un uniforme militar, mientras carga en brazos un fusil, puede dejar perplejo a cualquiera. Por no hablar de los adolescentes, en edad de leer a Horacio Quiroga y de jugar básquet, vestidos igual, con pañuelos rojos, y demasiado dispuestos a jugar a la guerra. Nuestra sociedad se militariza cada vez más rápidamente. Es otro signo de los tiempos: el absurdo que antes nos hacía gracia, hoy empieza a parecernos peligroso, ya es una fatal amenaza.Desde hace tiempo, he venido insistiendo en que uno de los problemas de Chávez es la falta de épica. Ahí, probablemente, esté una de las causas de su frágil legitimidad. Todavía tienen que convencer a muchos de que esto realmente es una “revolución”. Todavía se necesitan demasiadas comillas para afirmar, incluso, que esto sea un gobierno de “izquierda”.
Cada vez menos gente cree en ambas cosas. Pero Chávez se comporta como si, hace diez años, hubiera bajado de Sierra Maestra. Chávez habla como si el 13 de abril hubiera sido la invasión de Bahía de Cochinos.
Chávez quiere convencer a todo el mundo de que Estados Unidos no es nuestro socio comercial sino nuestro gran enemigo. Sólo así él puede ser como Fidel.
Yo creo que el 13 de abril es una fecha importante. Creo que, aun en medio de todas las versiones y de las muchas cosas que todavía faltan por aclarar, se frenó un proyecto de golpe de Estado que, amparado en las protestas de un gran sector de la sociedad, quería imponer otro tipo de gobierno autoritario. Hubo una reacción popular y, sobre todo, una decisión interna en la Fuerza Armada, que logró que Chávez regresara al poder. Pero la idea de convertir ese momento en una fecha patria tiene más que ver con la carencia de una leyenda heroica, acorde con los propósitos del poder, que con la historia misma de lo ocurrido aquellos días. Quizás baste recordar que el gran héroe de esa jornada, el general Baduel, se encuentra hoy preso, precisamente por ejercer una opinión distinta, por atreverse a criticar el poder.
El proyecto de Chávez y de la nueva élite que controla el país es quedarse en el gobierno “hasta que el cuerpo aguante”. Un plan de este tipo no se resiste con elecciones. No hay democracia que soporte tanta edad. Por eso el llamado socialismo bolivariano es cada vez menos socialismo y menos bolivariano, es cada vez más simple pero renovado militarismo latinoamericano. Lo que vimos esta semana, más que un evento político, fue un acto consagratorio. Fuimos testigos de la nueva liturgia del poder.
La sociedad uniformada jura devoción a un líder que invoca siempre el peligro de su desaparición, que administra la idea de su muerte para afectivizar a la masa, organizarla militarmente, y generar gran devoción personal.
Mientras Caracas es considerada una de las diez ciudades más peligrosas del mundo, el Gobierno pone armas en manos de los ciudadanos para defenderse del imperio, para proteger un cielo que todavía no existe.Justo esta semana, también, se nos ofrece otro ejemplo que puede resultar emblemático: la llamada guerrilla comunicacional. Es parte del mismo absurdo que ya no mueve sonrisas. Es parte de la misma necesidad urgente de épica. Chávez busca con desespero una invasión, un bloqueo, lo que sea, algo que le permita lo más legítimamente posible dar el salto de aspirante a dictador.Es delirante que un gobierno que controla casi todo el espacio radioeléctrico del país, un gobierno que incluso ha diseñado una reglamentación que promueve la autocensura y obliga a las empresas privadas a transmitir de manera gratuita los mensajes oficiales, hable de guerrilla. Es absurdo porque se trata justamente de lo contrario. La hegemonía la tiene el Gobierno.
Las guerrillas no están en el poder. Las guerrillas no son financiadas por el Estado. Todo es un disfraz. Esas brigadas de muchachos, en el fondo, sólo son batallones de cazadores, convocados para perseguir experiencias comunicacionales independientes. Lo mismo que hizo Chávez, cuando era joven, en el Ejército. Cazar guerrilleros. No hay nada revolucionario en ese proyecto. Ahí no hay otra épica que el amedrentamiento, que la represión.
A veces, en medio de tanta locura, pareciera que el país está gobernado por un club de niños ricos que viven en una fiesta retro, felices, jugando a la década de los sesenta.
La realidad es más trágica.
Están buscando furiosamente la épica que nunca han tenido. Necesitan inventar una historia que justifique su discurso. Necesitan inventar una realidad que legitime su cuartel.
Artículo sugerido para el análisis:
Tiempo de palabra(Párame esa Guerra)
Por:Carlos BlancoEl Universal / ND
2 comentarios:
Marta Colomina
En las “milicias” y “guerrillas comunicacionales” no es oro todo lo que reluce. Los pobres escolares no podrán lograr los éxitos de Goebbels porque no tendrán tiempo (la revolución está como el Titanic, a punto de chocar con el iceberg) y porque las carencias que encuentran en la calle y en sus propias míseras viviendas, chocan contra las cifras idílicas de la propaganda chavista. Los chamos hoy son más avispados de lo que los obsoletos “planificadores” de la revolución se imaginan. Y en cuanto a las “milicias”, tómense la molestia de contar las cabecitas de la Bolívar (de hecho, fusiles solo repartieron trescientos) y comprobarán que los supuestos 35 mil milicianos salen de la misma fuente del inventado crecimiento agrícola o de la mentira de los 3 millones de barriles diarios de Pdvsa.
Chávez sabe que sus bravatas son mera ficción, de ahí su afán por silenciar a los medios independientes que desmontan sus mentiras. Antes y después de la improvisada performance del martes 13, ya periodistas y medios sabíamos que el escenario fue montado con estudiantes amenazados de perder su cupo o su beca (en la Unefa, la Bolivariana o liceos), con empleados públicos advertidos de que pasarían lista obligada y hasta con desempleados que, por necesidad, aceptaron un pago miserable. Esa es la “milicia del pan con mortadela” como la describiera Alexander Cambero esta semana. Ese es el ideal en materia de civilización que nos ofrece Chávez, igual que Fidel hiciera en Cuba.
mcolomina@gmail.com
Marta Colomina
Con o sin show: Chávez ya es minoría
Abril 18, 2010
Chávez sabe que sus bravatas son mera ficción, de ahí su afán por silenciar a los medios.
Desde que vimos al enjuiciable ministro de Educación juramentando a las 74 víctimas menores de edad y pioneras de la aberración denominada “I Comando de Guerrilla Comunicacional”, miles de padres mostraron su espanto y repudio a tan clara violación de la Lopna y al reiterado irrespeto a la Constitución, hoy más Bicha que nunca. Hasta el cantante español Alejandro Sanz expresó su protesta a tamaña barbaridad: “Señores del Gobierno de Venezuela, utilizar a los niños políticamente es la cobardía y la ruindad más grande que he visto en toda mi vida”.
Pero faltaban más ruindades y cobardías aún, porque en la misma línea violatoria de la Carta Magna, Chávez se burló del rechazo popular a la reforma constitucional de D07 y el martes 13 exhibió en la Av. Bolívar el más grotesco show montado en su vida. Sin gente fuera de los planos medios de VTV, en pleno manoseo de la espada de Bolívar, Chávez presentó a unos supuestos 35 mil milicianos, a quienes, rifle en mano, hizo jurar que estarían dispuestos a morir por él y por “La Revolución”. Infinidad de manifestaciones críticas dentro y fuera de Venezuela se han producido en contra de “Las guerrillas comunicacionales” y de la “Milicia Nacional”, por considerarlas prácticas fascistas y comunistas. De las primeras critican la violación de la Lopna y la conversión de niños y jóvenes en instrumentos ideológicos del poder en desmedro de la calidad y pluralidad educativa a la que tienen derecho, y de la segunda, por la similitud con los desfiles de la juventud hitleriana, tomada como carne de cañón en los estertores del nacional socialismo alemán, tal como registró magistralmente el film La Caída. Centenares de críticas también a la mofa y destrucción que Chávez hace y seguramente hará mañana 19 de Abril, de lo poco que queda de la FAN.
El propósito de estas bufonadas en las que se malgasta dinero público necesario para satisfacer demandas sociales es intensificar el miedo producido por las acciones de los poderes Legislativo y Judicial, que están acabando con la economía privada, con los sindicatos y pretenden acallar a la disidencia y a las instituciones autónomas, cumpliendo así las feroces e impúdicas órdenes de Miraflores. Hace pocos días un desencajado Chávez gritaba que “si no fuera por las mentiras de los medios golpistas yo tendría 80% de popularidad”, a sabiendas de que hoy cuenta con menos de la mitad. Los encuestadores que escudriñan los estratos más pobres de la población -engañados con promesas de trabajo, educación, vivienda y seguridad mientras que lo único obtenido es la franela roja, el viaje en autobús para asistir a las concentraciones oficiales, pan con mortadela y un pago mísero por viaje- han comprobado que el apoyo a Chávez también allí es minoritario. Y es que, con el paso de los años, muchos pobres han asistido al entierro de familiares víctimas del hampa, mientras contemplan indignados que Chávez sigue con la ilegal “regaladera”. Esta semana entregó $ 50 millones más al corrupto de Nicaragua y donó a Guatemala 60 viviendas y $ 16 millones. Con esas costosas dádivas que superan los $ 80 mil millones en once años, tendrían vivienda los dos millones de familias que claman por ella.
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