De las muchas lecturas que se
puedan hacer acerca de la derrota del 16-D, la condena a priori, la
justificación simplona, la aceptación resignada o la huida hacia
delante, trasciende un dato concreto: la oposición no le está llegando a
la gente con la fuerza y la convicción necesarias para ganar una
elección. El ventajismo, el uso obsceno de los recursos del
Estado-partido, la abstención, el peso innegable de la figura
presidencial en la decisión de los electores, el miedo a las
represalias, el temor a lo desconocido y pare usted de contar, no
alcanzan, todos juntos, para explicar las causas de lo que no es
exagerado calificar como debacle electoral. Y afortunadamente es así
porque si se dependiera de esos factores externos, ajenos a la propia
estructura y funcionamiento de la unidad democrática, el problema no
tendría solución.
Pero algo está fallando en un mecanismo unitario que había ofrecido resultados positivos a lo largo de los últimos torneos electorales en una progresión ascendente cuyo final abrupto, el domingo pasado, exige análisis, revisión y una explicación satisfactoria a un elector a quien se culpa de pasividad y de una abstención cómplice que deben tener una razón, más allá de acusaciones apresuradas y acomodaticias.
Claro, es fácil criticar desde afuera y sobre todo un enorme esfuerzo que ha permitido vencer resistencias, armonizar estrategias, acordar intereses contrapuestos, superar diferencias ideológicas y vencer pequeños egoísmos, todos logros de la Mesa de la Unidad Democrática, pero tampoco podemos dejar de señalar que la falla quizás se localiza en la falta de llegada al sector más numeroso de la población.
Buena parte de esa inmensa mayoría desposeída cree en Chávez y sí, (aunque suene cursi) lo ama. Sea por las dádivas, sea porque conecta con ellos en una dimensión que trasciende la lógica, sea porque los engaña (y se engaña a sí mismo con sus promesas incumplidas), lo cierto es que Chávez no sólo logra eso, sino transferir esos atributos a los más anodinos, incoloros e impresentables candidatos de su partido, ahora convertidos en gobernadores electos.
No en balde la oposición sigue ganando en las grandes urbes y perdiendo en los campos, en la provincia de la provincia (Carlos Raúl Hernández dixit) y eso sólo se supera con trabajo político, una presencia permanente en las comunidades y auténtica vocación de servicio. Pero hay tres personajes que han entendido el asunto y obrado en consecuencia: Henrique Capriles, Henri Falcón y Liborio Guarulla son percibidos en sus estados (y con eso no descalificamos a quienes perdieron) como auténticos dirigentes populares. Al punto que el primero consolida su condición de líder nacional y se convierte en eventual candidato presidencial.
Pero algo está fallando en un mecanismo unitario que había ofrecido resultados positivos a lo largo de los últimos torneos electorales en una progresión ascendente cuyo final abrupto, el domingo pasado, exige análisis, revisión y una explicación satisfactoria a un elector a quien se culpa de pasividad y de una abstención cómplice que deben tener una razón, más allá de acusaciones apresuradas y acomodaticias.
Claro, es fácil criticar desde afuera y sobre todo un enorme esfuerzo que ha permitido vencer resistencias, armonizar estrategias, acordar intereses contrapuestos, superar diferencias ideológicas y vencer pequeños egoísmos, todos logros de la Mesa de la Unidad Democrática, pero tampoco podemos dejar de señalar que la falla quizás se localiza en la falta de llegada al sector más numeroso de la población.
Buena parte de esa inmensa mayoría desposeída cree en Chávez y sí, (aunque suene cursi) lo ama. Sea por las dádivas, sea porque conecta con ellos en una dimensión que trasciende la lógica, sea porque los engaña (y se engaña a sí mismo con sus promesas incumplidas), lo cierto es que Chávez no sólo logra eso, sino transferir esos atributos a los más anodinos, incoloros e impresentables candidatos de su partido, ahora convertidos en gobernadores electos.
No en balde la oposición sigue ganando en las grandes urbes y perdiendo en los campos, en la provincia de la provincia (Carlos Raúl Hernández dixit) y eso sólo se supera con trabajo político, una presencia permanente en las comunidades y auténtica vocación de servicio. Pero hay tres personajes que han entendido el asunto y obrado en consecuencia: Henrique Capriles, Henri Falcón y Liborio Guarulla son percibidos en sus estados (y con eso no descalificamos a quienes perdieron) como auténticos dirigentes populares. Al punto que el primero consolida su condición de líder nacional y se convierte en eventual candidato presidencial.
@rgiustia
Fuente:http://www.eluniversal.com/opinion/121218/algunas-causas-de-la-derrota
3 comentarios:
El tema preferido de algunos parece ser ahora el de culpar de sus debacles electorales a los abstencionistas.
Al respecto, hemos dicho: "No solo deberían escuchar ese grito abstencionista masivo; tendrían que saberlo interpretrar, digerir, asumir, y sobre todo obedecer; porque no es un mensaje más enviado sin destinatario conocido, el mesaje es una advertencia muy exigente, es un reclamo no un pedido, y tiene destinatario: LOS POLÍTICOS de ambos bandos, y es una mayoritaria y elocuente reclamación; no es una súplica para ser escuchados; es sin dudas una obligante y alarmente advertencia la que se les ha enviado sin emisario, es el pueblo arrepentido, recordándoles, tengan cuidado..."
"El mensaje es muy nítido y pareciera significar: "Ya está bueno de tanta burla, ya estamos cansados de tanto pleito injustificado, nos fastidiamos de ser mediadores de una contienda febril entre hermanos, sin sentido y que no conduce a la solución de nuestros problemas, no deseamos participar más de una guerra fraticida decidida entre risitas, mientras estamos jorobados".
"La abstención fue masiva, pero ocurrio sin colores, se abstuvieron venezolanos de tendencias oficialistas, oposicionistas, radicales, centristas y neutrales. No están enviando un mensaje, es una exigencia..." Hasta siempre
Marianella Salazar
Abstención en plena actividad
19 Diciembre, 2012
Hay que recordarles a quienes fracasaron en la dirigencia opositora, y que acomodaticiamente responsabilizan a los abstencionistas de la debacle electoral en las regionales, que en Venezuela hace muchos años la democracia declaró libre la abstención aunque no la recomiendo, pero ningún texto legal señala como un deber ir a votar, es un derecho.
Abstenerse es una palabra equívoca. Parece indicar una pasividad, y, sin embargo, es una actividad. Es una acción política que repudia el sistema; una forma de castigar al Gobierno o a la oposición. Y eso es lo que ha ocurrido, salvo con los tres sobrevivientes en las regionales, Capriles, Falcón y Guarulla, la dirigencia opositora no ha sido efectiva en su convocatoria. Se ha mostrado francamente incompetente y guabinosa frente a un CNE comprometido, que continuará aún más parcializado con el candidato oficialista que en las anunciadas elecciones presidenciales de 2013 garantizará la continuidad del proyecto revolucionario internacional dictado en La Habana.
La dirigencia de la MUD, con una incomprensible resignación, ha avalado progresivamente cada una de las alcabalas impuestas en el proceso de votación que alejan y humillan al elector. Los ciudadanos saben de antemano que no hay determinación para afrontar las mañas del organismo electoral, que no hay forma de hacer valer los derechos. No es hora de seguir perdiendo el tiempo con acusaciones contra los no votantes, el panorama ocasionado por la inhabilitación física de Hugo Chávez para asumir el próximo 10 de enero su tercer mandato, exige de una dirigencia opositora dispuesta a convencer y vencer.
Autocontrol para el sucesor. Desde la última vez que vimos a Hugo Chávez, cuando se despidió de este mundo y designo a un sucesor en el poder, los venezolanos hemos observado, a través de las cadenas televisivas y apariciones públicas, a un heredero político dando rienda suelta a sus emociones primarias, desprovisto de la firmeza y la compostura que exige un momento histórico en el que, para bien o para mal, será protagonista.
Maduro no ha sido capaz de dominar sus sentimientos y reservar sus lágrimas para la más estricta intimidad, al contrario, llegó a crear un estado de verdadera conmoción cuando en cadena nacional, flanqueado por el presidente de la Asamblea Nacional y el ministro de Petróleo ambos con caras de funeral, habló sobre el delicado postoperatorio del Presidente y, posteriormente, en los distintos cierres de campaña de los gobernadores oficialistas, no pudo contener el llanto. Sería conveniente que el vicepresidente ejecutivo, tan propenso al melodrama, a echar rezos e incienso sobre la estampa del ausente caudillo, tomara un curso para controlar las emociones, así no causaría efectos inconvenientes ante próximas situaciones de carácter complejo y de difícil manejo que van a presentarse. Con esas incontrolables y lamentables demostraciones públicas, es poco probable que el sucesor pueda consolidar una autoridad, sobre todo en las filas del chavismo, donde hay otros liderazgos que no andan comiendo cuento ni son dirigidos a distancia por los hermanos Castro.
El perro guardián. Chávez es el amo y designó como sucesor a su perro guardián, quien juró serle fiel y leal “hasta más allá de la vida”. Maduro ha comenzado el panegírico oficial al considerar inmortal al líder bolivariano, y aunque no menciona a sus mentores cubanos, atiende a sus intereses y garantiza la continuación del suministro petrolero y el pago a 40.000 médicos, maestros y funcionarios del G2 que colaboran “desinteresada y solidariamente” en las misiones que atornillan la revolución bolivariana.
msalazar@cantv.net
Froilán Barrios
Los espejismos del 16-D
18 Diciembre, 2012
En medio de la recuperación de una dolorosa intervención que me fuera practicada recientemente, no pude ocultar mi asombro ante los mensajes de “optimismo” emitidos por voceros opositores luego del pronunciamiento oficial de la Presidente del CNE sobre los resultados de las elecciones a Gobernadores y Consejos Legislativos.
El hecho de dos glamorosos fracasos continuos el 7-0 y el 16-D del tamaño de una catedral y la pérdida de gobernaciones emblemáticas, ¿no amerita primero reconocer el momento de una profunda reflexión? y un amplio debate sin cortapisas, desde toda la oposición venezolana ya que ésta no sólo se concentra en la MUD. Esa noche no hubo actos de contrición, ni mea culpas, sino un suma y sigue ya que vienen las municipales 2013.
Que manera de convertirse en organizadores de derrotas. Pretender justificarse en la alta abstención y en la maquinaria del Estado Chavista es evadir las razones de fracasos, surgidas de la decepción electoral presidencial del 7-0 y la pretensión de competir en la campaña del 16-D en el mismo terreno del populismo gubernamental. Este día hubo un voto castigo con la indiferencia y el ausentismo de las mesas de votación, circunstancia que en otras latitudes por vergüenza ante el electorado determina poner los cargos a la orden.
De alli que anunciar los triunfos en Miranda, Lara y Amazonas como signo de contención ante el Estado Comunal es una vana ilusión, del mismo corte ungir al reelecto gobernador de Miranda como la figura visible de la oposición, tal vez prefigurando elecciones ante la enfermedad del Presidente Chávez. Ello es desconocer la realidad surgida del 7-0 donde surgimos con una fuerza descomunal de 6.500.000 votos, despilfarrados al no promoverse una política de Unidad Nacional trastocados sólo en la oferta electoral.
Trazar una hoja de ruta democrática hacia el reestablecimiento de la CRBV no es la competencia de un hombre predestinado, al comprobarse una vez mas el 16-D los votos no le pertenecen a los partidos, como se demostró en la votación de la Tarjeta de la Unidad del 7-0, política exitosa abandonada por cierto en el afán individual de cada organización política.
Debemos ir al encuentro de esas dos Venezuela, la política donde juega a placer el Estado Chavista y su partido el PSUV avalado por el Poder Electoral incondicional, ante una MUD cuya estrategia sólo se basa en presentar candidaturas al cronograma del CNE y una Venezuela económica y social que lucha y confronta tal vez a ciegas las políticas nefastas del régimen, donde luchan a diario trabajadores, estudiantes, emprendedores, empresarios, jóvenes, académicos.
Mientras se trace una política basada sólo en vías rápidas como la enfermedad presidencial y no se aborde el quid del asunto que son las grandes tareas nacionales a resolver: La renta petrolera, la renta de la tierra, la industrialización nacional, un poder electoral autónomo entre otras no saldremos del entuerto que amenaza nuestra existencia como nación. En ese objetivo todos somos necesarios.
Movimiento Laborista
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