POR:ROBERTO GIUSTI.
De Caracas para el mundo adviene la receta milagrosa que nos salvará del Apocalipsis.
Venezuela es un país tan pasado de moda que mientras en el resto del orbe Estados, empresas, universidades e individualidades se rompen la cabeza buscando respuestas a una crisis que va más allá de lo económico con una sola certeza, (no hay salidas fuera del capitalismo), aquí nos debatimos en un dilema patético por anacrónico: ¿vivimos en democracia o nos entregamos a una satrapía supuestamente socialista?
Obviamente la situación ha dado la razón a los pesimistas y está cambiando las formas de vida de las sociedades, la relación del hombre con la naturaleza, la explotación de los recursos naturales, la producción inagotable de bienes y el consumismo exacerbado. Sin embargo los expertos, como casi siempre, se equivocaron, carecieron de la previsión para avizorar lo que venía y ahora, sin el menor remordimiento, nos dicen que la cosa, por inédita, resulta impredecible y sólo llegan a señalar que si luego de la carretada de trillones de dólares que el Estado ha arrojado sobre la economía de EEUU, la situación no mejora, no saben qué va a pasar y presienten una crisis sin precedentes.
También es cierto que el Estado se está convirtiendo en el eje de la economía de EEUU, lo cual no deja de ser un contrasentido en la tierra de la libertad económica, pero igualmente hay un criterio unánime sobre el carácter improductivo y especulativo de una economía que comenzó a dejar de ser competitiva. Baste sólo comparar sueldos y beneficios de un trabajador de Detroit con otro al servicio de los fabricantes chinos de automóviles. De manera que si bien el capitalismo como sistema no está en discusión, sí lo está su manera de funcionar, sus aberraciones y sus inequidades.
Pero aquí se fue más lejos, se decretó la muerte del capitalismo y por extensión de la democracia burguesa que lo sustenta. Y eso es así porque la receta milagrosa que salvará al universo tierra del Apocalipsis se ha cocinado en los fogones ideológicos de la mente calenturienta del salvador de la humanidad, monseñor Hugo Chávez. De Caracas para el mundo adviene el aporte de la redención a través del socialismo del Siglo XXI y sus pócimas mágicas: la economía del trueque, la economía Zen (no olviden aquel ministro según el cual todo irá bien si tienes vibraciones positivas), los bancos de los hermanos Chacón, las nóminas fantasmas de Juan (Barreto), los saraos (no, no son fiestas) de Giordani, la co(n)gestión obrera de Lanz, los changadores de maletines llenos de dólares de Pdvsa, los fundos zamoranos, los experimentos koljosianos de Jaua, el modelo de seguridad del colectivo La Piedrita y pare usted de contar. Pero la clave esencial, aquella que Chávez le transmitió a Obama en un susurro, en un pasillo de un hotel trinitario es uno solo solito: si el negro no saca el capitalismo del foso, Hugo y su socialismo de pacotilla se van al carajo.
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