POR:PAULINA GAMUS.
El temor que nos asalta ante esa nueva preocupación del teniente coronel Chávez, es que ahora la revolución no se limite a racionarnos la luz y el agua sino también los alimentos, como ocurre en Cuba, la fuente de su inspiración. La solución sin embargo, es más que sencilla a los ojos de cualquiera que se haya especializado en dietas como es mi caso: ¿el socialismo engorda? pues fuera el socialismo y seremos todos sanos y felices además de esbeltos.
Si hay algo de lo que puedo vanaglóriame sin pizca de modestia, es de mis conocimientos amplios y profundos en materia de dietas y métodos para perder peso. Mi vida ha sido un recorrido incesante por todos los inventos y modas que condujeran a la anhelada esbeltez con el menor esfuerzo posible. La primera dieta balanceada, pobre en calorías, con caminatas de una hora diaria y por consiguiente aburridísima, la hice bajo supervisión médica a los quince años de edad. Pasé de ser una gordita con redondeces aquí y allá a una cuasi sílfide. Hasta hubiese podido inscribirme en el concurso de Miss Venezuela si entonces hubiese tenido la difusión que tiene hoy y si hubiese existido Osmel Sousa para corregirme unas cuantas imperfecciones. En aquellos tiempos las que medíamos 1,60 mt también teníamos chance.
Por supuesto que dos años después volví a ser una gordita con las redondeces de antes. Pero había caído bajo los efectos de la dietomanía hasta llegar a ser, con el paso de los años, una diet-ólica. El término no existe que yo sepa, pero puede ser mi aporte a las toneladas de papel que se han escrito sobre la materia.
No sé quienes recuerdan la dieta de la luna: había que cenar antes de que anocheciera. Mi hermano -que la hacía- quedó atascado en una tranca navideña cuando ya caía la noche y tuvo que comerse dentro de su carro y sin cubiertos, una hallaca helada. A esa dieta que también probé, siguieron la de la alcachofa, la uva, la papa, la toronja o grapefruit, la de los astronautas, la cronodieta, la anti-dieta, las de la Clínica Mayo, Beverly Hills, Weight Watchers, The Zone y Oprah Winfrey. La Atkins la abandoné apenas supe que su inventor del mismo nombre pesaba 116 kilos cuando murió por una caída. Y la Scarsdale me pareció de mal agüero al saber que su inventor, el doctor Herman Tarnower, murió asesinado por su amante.
Después de tantos intentos, casi todos temporalmente exitosos pero demasiado temporalmente, logré aceptar que el peso depende de las calorías que se ingieran, de la actividad física que se desarrolle y de la edad y género de cada persona. !!Ahh!! y también que nunca seré flaca.
Otra cosa que he aprendido a fuerza de interesarme en el tema de la obesidad y de leer cuanta cosa encuentro sobre él, es la relación entre pobreza y gordura. Los pobres que no sufren hambre absoluta como ocurre en muchos países de África, suelen engordar porque llenan sus estómagos con los alimentos más baratos que son las harinas, las grasas y los refrescos con sobrecarga de azúcar. La otra causa de obesidad que es un problema de salud pública en los Estados Unidos y que empieza a preocupar a muchos países de Europa, es la llamada comida chatarra a la que niños y jóvenes suelen ser aficionados. En todos esos países los gobiernos buscan caminos y toman medidas para combatir ese mal que pasa de ser un problema estético y que amenaza las vidas de millones de personas. Salvo por supuesto en uno: el que rompe todos los moldes, el país del prodigioso socialismo del siglo XXI.
El presidente Chávez, cuyos conocimientos y saberes superan todas las enciclopedias hasta ahora existentes, decidió en su última clase magistral televisada ocuparse del tema de la obesidad. Con la pose de científico aspirante al Premio Nóbel que adopta, cuando hace falta, buscó en unos cuadros estadísticos las cifras de obesidad en el país, nos reveló que este problema iba en aumento vertiginoso y lo atribuyó a que gracias a la revolución los venezolanos comen mucho. No sabemos porque el presidente tardó tanto tiempo en descubrirlo, bastaría con verse a diario en un espejo y con una mirada a sus acólitos más incondicionales y aprovechados: Diosdado Cabello, Jorge Rodríguez y todo el alto mando de la Fuerza Armada, para comprobar que la revolución engorda y bastante. Y no solo físicamente.El temor que nos asalta ante esa nueva preocupación del teniente coronel Chávez, es que ahora la revolución no se limite a racionarnos la luz y el agua sino también los alimentos, como ocurre en Cuba, la fuente de su inspiración. La solución sin embargo, es más que sencilla a los ojos de cualquiera que se haya especializado en dietas como es mi caso: ¿el socialismo engorda? pues fuera el socialismo y seremos todos sanos y felices además de esbeltos.
Fuente:http://www.analitica.com/va/politica/opinion/5897338.asp
1 comentario:
Muy bueno!!! Un placer visitarte. Un abrazo.
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