martes, febrero 22, 2011

"Y ahora Libia" ("...Los aires del desierto libio podrían comenzar a llegar a Venezuela...")



POR:ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA.


“Las enseñanzas de la tormenta democratizadora del mundo árabe debieran estar sacudiendo las conciencias de quienes, en nuestro país, menosprecian y aplacan toda actividad opositora si no está rígidamente encuadrada en el electoralismo del sistema. Los aires del desierto libio podrían comenzar a llegar a Venezuela.”


Al día siguiente de que se iniciaran las oleadas de protestas en Túnez asomamos en esta misma página la idea del efecto dominó que se reflejaría, antes que en ningún otro país del Medio Oriente, en Egipto. Supusimos, y nos asistía toda la razón, que el caso de Túnez no era un fenómeno aislado. Que el mundo árabe vivía una crisis profunda derivada del agotamiento del modelo de control político dejado por los poderes coloniales franco británicos en la región luego del proceso de descolonización que siguiera al fin de la segunda Guerra Mundial y que, en consecuencia y como efecto del proceso de desarrollo de la globalización y el influjo sobre determinante de la revolución de las comunicaciones – la red, twitter, face book, telefonía celular y la televisión satelital – las masas explotadas de los países árabes bajo el empuje de su juventud se alzarían irremediablemente hasta hacer caer a todos las autocracias islámicas. Independientemente del desenlace, estamos ante una oleada democratizadora bajo el influjo del despertar de los pueblos sometidos, que con o sin liderazgos partidistas han decidido tumbar los gobiernos autocráticos y asumir el destino colectivo en propias manos. Son los valores y paradigmas occidentales los que han hecho crujir al mundo árabe. Después de Túnez, nada será como antes.

Si nada hacía suponer hace un par de meses que algo extraño sucedería en Túnez, mucho menos que el inconmovible Gaddafi, el clásico y casi pintoresco tirano del mundo árabe en el imaginario colectivo occidental, se vería enfrentado a una monumental rebelión civil. Que ante la estupidez y la porfía del déspota podría degenerar en una guerra civil. Al día de hoy son casi trescientas las víctimas mortales y dada la ferocidad de ambos bandos y la pesada artillería terrestre y aérea empleada las perspectivas no son las más halagüeñas.

Como siempre, la llave de la situación la tienen los sectores militares. Pero la conjunción de elementos rebeldes – la juventud laica y los sectores clericales – hacen prever la salida del poder de Gadaffi y el fin de cuarenta y dos años de tiranía.

Recuerdo el empeño del marxismo venezolano en servir de plataforma al ingreso de la llamada “revolución verde” en Venezuela. Corrían los años setenta y Pedro Duno y Núñez Tenorio organizaban costosas transmisiones satelitales para conferenciar en vivo y en directo con el caudillo libio. No es en absoluto casual que aquel que el marxismo venezolano montara en el Poder lo recibiera, lo condecorara y le entregara una réplica de la espada del Libertador.


La caída de Muammar al-Gaddafi, un dilecto aliado de Hugo Chávez, constituye un golpe aún más grave y de mayores consecuencias que las de Ben Ali y Mubarak en su estrategia de alianzas con el islamismo autocrático. Hace irreversible la tormenta del Medio Oriente, acarrea un desprestigio insuperable para déspotas y tiranos de su calaña y lo aísla del contexto internacional, obligado a repudiar autocracias como la suya.
La oposición venezolana debiera comprenderlo en toda su magnitud y dimensión.


Las enseñanzas de la tormenta democratizadora del mundo árabe debieran estar sacudiendo las conciencias de quienes, en nuestro país, menosprecian y aplacan toda actividad opositora si no está rígidamente encuadrada en el electoralismo. Los aires del desierto libio podrían comenzar a llegar a Venezuela.


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