“El que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor”, dijo Jesucristo hace más de 2.000 año. “Y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (Mateo 20:26-27).El hombre moderno ha conquistado el espacio exterior, ha pisado la luna, ha puesto miles de satélites en órbita, ha desarrollado nuevas tecnologías para realizar exploración espacial de los confines del universo. A través de sondas espaciales se están estudiando el sol, la luna, los planetas de nuestro sistema solar y las estrellas. Los distintos conocimientos adquiridos y los alcances logrados nos demuestran que nuestro planeta es único en el sistema solar.
Sin embargo, a pesar de los planetas que estudiamos, no encontramos motivos para desear instalarnos en otra parte. ¿Por qué? ¿Existe alguna razón particular para que el ser humano viva en la tierra? Pese a los conocimientos adquiridos y los descubrimientos científicos, el hombre moderno todavía se interroga: ¿Por qué existimos?
Es difícil imaginar algo más escalofriante que una explosión nuclear. El poder del hombre moderno es tan grande, que puede con sus bombas atómicas destruir el mundo en instantes y hacerlo inhabitable. Cualquiera se preguntaría con razón ¿Por qué tenemos en exceso bombas nucleares? La extraordinaria tecnología que nos han dado tal poderío nuclear provoca una pregunta electrizante: ¿Podrá la humanidad impedir la guerra nuclear?
Nuestra era actual ha sido catalogada como la era de las ciencias y de la información. La tecnología y la ciencia han logrado cambiar las maneras de pensar y de ser de los humanos y alterado su forma de tomar decisiones.
El dominio del conocimiento de toda índole se duplica a través del tiempo, y a través de modernas y poderosas computadoras, máquinas y satélites, puede ser intercambiado por vía de las telecomunicaciones por todo el mundo y cada día más personas se integran y tienen acceso a esas facilidades. Sin embargo, la obtención de más conocimientos está desdeñando otros aspectos de gran significación, varias de las auténticas necesidades de la especie humana.
Por otro lado, los conocimientos adquiridos no necesariamente se practican por la generalidad de la población mundial. Muchas dolencias y padecimientos de salud podrían evitarse, prevenirse y curarse; aun así no existe una solución integral y algunos se niegan a hacerlo. Casi todos los seres humanos conocen por ejemplo, lo nocivo del empleo de las drogas y muchísimos vicios decadentes para la salud, pero los continúan consumiendo.
¿Por qué no se usa el conocimiento para evitar y prevenir los diversos problemas de la humanidad? Esta sería otra gran paradoja del hombre moderno: “¿Por qué el hombre no puede resolver sus problemas?”
Las costumbres actuales sorprenderían a cualquiera ser humano de eras pretéritas. Supongamos lo extraordinario que sería por ejemplo que presenciara una cirugía de corazón abierto para realizar un trasplante, persiguiendo prolongarle la vida al paciente. Hay que interrogarnos ¿por qué el hombre no cuida mejor sus órganos vitales? Normalmente observamos que los humanos morimos de cáncer, de una afección cardiaca o de cualquier otra afección frente a la cual los galenos son impotentes. Es cuando los enfermos comienzan a interrogarse, si no lo había hecho anteriormente: “¿Dios existirá?” Y de ser así, ¿cómo puedo tener su auxilio?”
Jamás había habido tal magnitud de bonanza económica. La población occidental integrantes de las clases medias, han logrado muchísimas ventajas y comodidades que en el pasado sólo disfrutaban la realeza. Nos habituamos a poseer algunos privilegios, como cómodas viviendas, instalaciones sanitarias, la refrigeración, las medicinas, los artefactos eléctricos, las computadoras portátiles, los teléfonos celulares, las cámaras fotográficas, los videos, los grandes centros comerciales, el cine, los automóviles, los barcos, los aviones, los alimentos industriales, etc. Pero cualquiera se interrogaría: ¿Por qué continúa existiendo tanta pobreza? ¿Por qué muchos disfrutan comodidades mientras tantos otros padecen la pobreza?
Tales contrastes y paradojas nos conducen a otro hecho insólito de la humanidad de hoy: ¿Por qué el hombre no puede suprimir el sufrimiento y la infelicidad?
La humanidad actual, con su bonanza, riquezas, su ciencia, tecnología, salud y comodidades, tiene mucho tiempo libre, de tal forma que el afán de placer, distracción, recreación y diversión conforma el sustento de gran parte de la actividad económica mundial.
La gran mayoría de la población únicamente desea “divertirse” en una interminable secuencia de alienantes ocupaciones; las personas nos habituamos al placer, al disfrute de aventuras, al goce de las pasiones mundanas algunas de lo más decadentes. No obstante, pocas personas experimentan la auténtica felicidad, por el contrario sufren cada vez más y padecen altos niveles de depresión, angustia, ansiedad e infelicidad. La mayoría suele recrearse y distraerse practicando ocupaciones divertidas e interesantes, pero sin lugar a dudas la experiencia de vivir es mucho más que eso.
Los seres humanos deseamos ser muy felices. Perseguimos el éxito y la realización individual. No obstante, a pesar de disfrutar de abundantes bienes materiales, riquezas, diversiones, emociones, aventuras, vivencias y multiplicidad de oportunidades, seguimos interrogándonos:”¿Qué debemos hacer con nuestra existencia, con nuestras vidas ?”
Finalmente, existe la cooperación internacional. Los distintos países colaboran en acuerdos y pactos militares, organizaciones internacionales económicas y políticas que procuran la integración y la búsqueda de soluciones globales para los urgentes problemas que nos agobian como colectivo mundial. Se auspicia y promueve la convivencia a través del derecho, el dialogo, la diplomacia, la política. Se intentan resolver los problemas a través de la negociación como es de esperarse.
Las necesarias e indispensable alianzas mundiales son esenciales debido a las guerras constantes y a la permanente amenaza de nuevas guerras. Las denominadas guerras regionales, muy bien podrían convertirse en el inicio de una nueva terrible conflagración mundial que hay que impedir, tal y como lo aspiramos la mayoría pacífica de los seres humanos que poblamos nuestro hogar, la tierra, que en verdad nos pertenece a todos. La última paradoja que sobresale a nuestra visión es que, a pesar de los avances y conquistas grandiosas de la humanidad actual, el hombre moderno continúa dudando si logrará mantener y conquistar para siempre la paz mundial, y si realmente logrará dejar en herencia a las futuras generaciones, un planeta habitable y en mejores condiciones para vivir en paz y felices.
Sin embargo, a pesar de los planetas que estudiamos, no encontramos motivos para desear instalarnos en otra parte. ¿Por qué? ¿Existe alguna razón particular para que el ser humano viva en la tierra? Pese a los conocimientos adquiridos y los descubrimientos científicos, el hombre moderno todavía se interroga: ¿Por qué existimos?
Es difícil imaginar algo más escalofriante que una explosión nuclear. El poder del hombre moderno es tan grande, que puede con sus bombas atómicas destruir el mundo en instantes y hacerlo inhabitable. Cualquiera se preguntaría con razón ¿Por qué tenemos en exceso bombas nucleares? La extraordinaria tecnología que nos han dado tal poderío nuclear provoca una pregunta electrizante: ¿Podrá la humanidad impedir la guerra nuclear?
Nuestra era actual ha sido catalogada como la era de las ciencias y de la información. La tecnología y la ciencia han logrado cambiar las maneras de pensar y de ser de los humanos y alterado su forma de tomar decisiones.
El dominio del conocimiento de toda índole se duplica a través del tiempo, y a través de modernas y poderosas computadoras, máquinas y satélites, puede ser intercambiado por vía de las telecomunicaciones por todo el mundo y cada día más personas se integran y tienen acceso a esas facilidades. Sin embargo, la obtención de más conocimientos está desdeñando otros aspectos de gran significación, varias de las auténticas necesidades de la especie humana.
Por otro lado, los conocimientos adquiridos no necesariamente se practican por la generalidad de la población mundial. Muchas dolencias y padecimientos de salud podrían evitarse, prevenirse y curarse; aun así no existe una solución integral y algunos se niegan a hacerlo. Casi todos los seres humanos conocen por ejemplo, lo nocivo del empleo de las drogas y muchísimos vicios decadentes para la salud, pero los continúan consumiendo.
¿Por qué no se usa el conocimiento para evitar y prevenir los diversos problemas de la humanidad? Esta sería otra gran paradoja del hombre moderno: “¿Por qué el hombre no puede resolver sus problemas?”
Las costumbres actuales sorprenderían a cualquiera ser humano de eras pretéritas. Supongamos lo extraordinario que sería por ejemplo que presenciara una cirugía de corazón abierto para realizar un trasplante, persiguiendo prolongarle la vida al paciente. Hay que interrogarnos ¿por qué el hombre no cuida mejor sus órganos vitales? Normalmente observamos que los humanos morimos de cáncer, de una afección cardiaca o de cualquier otra afección frente a la cual los galenos son impotentes. Es cuando los enfermos comienzan a interrogarse, si no lo había hecho anteriormente: “¿Dios existirá?” Y de ser así, ¿cómo puedo tener su auxilio?”
Jamás había habido tal magnitud de bonanza económica. La población occidental integrantes de las clases medias, han logrado muchísimas ventajas y comodidades que en el pasado sólo disfrutaban la realeza. Nos habituamos a poseer algunos privilegios, como cómodas viviendas, instalaciones sanitarias, la refrigeración, las medicinas, los artefactos eléctricos, las computadoras portátiles, los teléfonos celulares, las cámaras fotográficas, los videos, los grandes centros comerciales, el cine, los automóviles, los barcos, los aviones, los alimentos industriales, etc. Pero cualquiera se interrogaría: ¿Por qué continúa existiendo tanta pobreza? ¿Por qué muchos disfrutan comodidades mientras tantos otros padecen la pobreza?
Tales contrastes y paradojas nos conducen a otro hecho insólito de la humanidad de hoy: ¿Por qué el hombre no puede suprimir el sufrimiento y la infelicidad?
La humanidad actual, con su bonanza, riquezas, su ciencia, tecnología, salud y comodidades, tiene mucho tiempo libre, de tal forma que el afán de placer, distracción, recreación y diversión conforma el sustento de gran parte de la actividad económica mundial.
La gran mayoría de la población únicamente desea “divertirse” en una interminable secuencia de alienantes ocupaciones; las personas nos habituamos al placer, al disfrute de aventuras, al goce de las pasiones mundanas algunas de lo más decadentes. No obstante, pocas personas experimentan la auténtica felicidad, por el contrario sufren cada vez más y padecen altos niveles de depresión, angustia, ansiedad e infelicidad. La mayoría suele recrearse y distraerse practicando ocupaciones divertidas e interesantes, pero sin lugar a dudas la experiencia de vivir es mucho más que eso.
Los seres humanos deseamos ser muy felices. Perseguimos el éxito y la realización individual. No obstante, a pesar de disfrutar de abundantes bienes materiales, riquezas, diversiones, emociones, aventuras, vivencias y multiplicidad de oportunidades, seguimos interrogándonos:”¿Qué debemos hacer con nuestra existencia, con nuestras vidas ?”
Finalmente, existe la cooperación internacional. Los distintos países colaboran en acuerdos y pactos militares, organizaciones internacionales económicas y políticas que procuran la integración y la búsqueda de soluciones globales para los urgentes problemas que nos agobian como colectivo mundial. Se auspicia y promueve la convivencia a través del derecho, el dialogo, la diplomacia, la política. Se intentan resolver los problemas a través de la negociación como es de esperarse.
Las necesarias e indispensable alianzas mundiales son esenciales debido a las guerras constantes y a la permanente amenaza de nuevas guerras. Las denominadas guerras regionales, muy bien podrían convertirse en el inicio de una nueva terrible conflagración mundial que hay que impedir, tal y como lo aspiramos la mayoría pacífica de los seres humanos que poblamos nuestro hogar, la tierra, que en verdad nos pertenece a todos. La última paradoja que sobresale a nuestra visión es que, a pesar de los avances y conquistas grandiosas de la humanidad actual, el hombre moderno continúa dudando si logrará mantener y conquistar para siempre la paz mundial, y si realmente logrará dejar en herencia a las futuras generaciones, un planeta habitable y en mejores condiciones para vivir en paz y felices.
3 comentarios:
Arcangel esta muy buena esta reflexion y entre tanto avances tecnologico, eso es innegable, para donde uno mira siempre hay un adelanto impresionante de la forma en que se ve reducido el esfuerzo humano para conseguir las cosas, entre tanto facilismo, me pregunto al igual que tu cual es la herencia que le vamos a dejar a las futuras generaciones, sobre todo entre tanta paradojas.
Saludos.
Hola Carola315,gracias por tu visita y tus interesantes acotaciones.
Un gran saludo.
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