POR:FAUSTO MASÓ.
Cualquier cosa que se diga sobre la crisis eléctrica es llover sobre mojado, sólo ignoraremos las horas en que nos quedaremos sin luz.
El futuro se aclaró: Chávez no gobernará para siempre y quizá ni siquiera quiera terminar su período. Haga lo que haga, y al hombre le sobran recursos, agotó su capital de buena suerte; apenas le queda un privilegio: escoger su final.
No hay que averiguar en cuál de los dos actos públicos del pasado sábado participaron más venezolanos porque, más allá de calcular los asistentes a la marcha hacia Petare o al acto en el Silencio, en la primera había entusiasmo, novedad y hasta un nuevo discurso. Los jóvenes y los oradores hablaban del futuro, el verdadero tema para los venezolanos; prometían un nuevo país, nadie quería volver al pasado. En resumen, el espíritu de la marcha de oposición superaba a la falta de inspiración del acto chavista.
Chávez pronunció un discurso pulcro; estaba repitiendo por centésima vez su peculiar interpretación de la historia de Venezuela y hablaba con la perfecta oratoria del que se repite mil veces. Chávez perderá las elecciones de septiembre; no sabemos si la oposición administrará con sabiduría su victoria. Algunos temen que, como Jalisco, Chávez le dé la patada a la mesa.
No es tan fácil. Dios mío: no lo acompañarían muchos de los que ahora lo aplauden, los mismos que hoy no creen que la oposición sea golpista. No hay salida a la vista para Miraflores. No hay respuesta efectiva a la crisis eléctrica; la que requeriría la labor conjunta del Gobierno y de los alcaldes y gobernadores, supondría abandonar el discurso revolucionario, la retórica tremendista del Presidente. Miraflores no pasará de reunir a empresarios para regalarle unos cuantos caramelos, 3.000 millones de bolívares.
Tampoco hay respuesta para la inflación y para la carestía, aunque el Presidente aplique la marcha atrás y hasta quiera llegar acuerdos con los dueños de Éxito. En realidad, expropió un cascarón vacío, un nombre, porque probablemente la empresa no era dueña de los locales y sólo quiera ahora que le paguen algo en efectivo. Chávez habla ahora de importar con las grandes empresas a un dólar chévere. Teme que se desate carestía de productos básicos.
¿Qué hará Chávez con la rebeldía estudiantil? Hasta en Boconó los estudiantes salen a la calle. Naturalmente este fin de semana disminuirá el ritmo de las marchas, pero el peligro para el oficialismo continúa en pie; a la primera provocación, saldrán millares de estudiantes a la calle.
¿Se volverá Chávez un dictador en regla? Con la excusa de evitar otro 11 de abril, paro nacional, episodio de la plaza Altamira, no es tan fácil. No lo acompañarían muchos de los que asistieron a su acto del pasado sábado. El país quiere simplemente votar y no cometerá locuras.
El juego está clarísimo hasta septiembre, después requerirá mucho coraje, no apurar los tiempos, dejar madurar la fruta, no comérsela verde; no precipitarse, no comprender que no se busca simplemente cambiar de inquilino a Miraflores, sino convencer a la mayoría de los chavistas que la fiesta terminó y tienen mucho que ganar con la democracia. Es decir, ganar por puntos, no por knock out , aunque siempre haya la posibilidad de que el contrincante tire la toalla y salga del ring, y diga, “ahí les dejo eso”. Tremendo lío entonces, claro.
1 comentario:
Eli Bravo
Fuego cerrado
Chávez no es el único nervioso por estos días. Con tanto demonio suelto y la calle caliente todo susurro aviva la candela. Estos son días de fósforo y gasolina, de chispa con gas y a Chávez le gusta jugar con fuego. Su retórica encendida sirve para quemar a los disidentes mientras radicaliza sus huestes. Un juego que conoce, que le ha dado oxígeno, que aviva sus calderas. El presidente ya huele el peligro y reacciona como mejor sabe hacerlo: huyendo hacia adelante, precipitando los acontecimientos.
En todos estos años de fragor Chávez ha refinado su capacidad de dictar la agenda política. Sin luz, devaluado, inseguro y con los estudiantes alebrestados, su táctica es disparar primero. “Olvídense de golpe que las FAN están conmigo”. Chávez sabe que el golpe se lo está dando su mala gestión de gobierno, pero el mea culpa no es su fuerte. Regañar a los ministros es parte de la coreografía ante la militancia, pero en términos de supervivencia la pelea está afuera. Por ello su mente acuartelada busca un enemigo y allí enfoca la mira. No le temblará el pulso cuando llegue el momento de jalar el gatillo.
¿Qué hay quienes desean tumbarlo? No hay duda. Pensar lo contrario sería una estupidez. Chávez es un golpista conciente de lo guabinoso que resulta el poder sin una mano de hierro. Conoce las debilidades en su régimen y sabe que las costuras afloran mientras exista paz. Acelerar la revolución es su manera de esconder los fracasos, pero sobre todo, de desarmar a quienes buscan un atajo inconstitucional, porque al golpear primero mide lealtades y marea al adversario. Una táctica peligrosa que le ha rendido buenos resultados.
Desde hoy hasta septiembre Chávez usará sus mejores armas para ganar las parlamentarias. Lo que va de año ha sido apenas un calentamiento. Llegar a 2021 requerirá purgar constantemente a las FAN, enloquecer a la oposición, debilitar al empresariado, cebar la burocracia, amordazar los medios y torcerle el brazo a los estudiantes. Todo ello mientras cocina las instituciones en su salsa y desmoviliza a la ciudadanía. Perder no está en su guión. La victoria le importa más que las consecuencias.
Inútil decirlo, vienen tiempos de fuego cerrado. Se apagó el boom del consumo y billete, se esfumaron los meses de sosiego y pasar agachado. Los demonios afilaron sus dientes y al presidente le sobran colmillos. Ya anunció que será implacable. Y lo que dice, eso está claro, lo hace.
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