POR:FAUSTO MASÓ.
Según El País de España, Estados Unidos tendrá una base militar en Río de Janeiro para combatir el narcotráfico, similar obviamente a las bases colombianas. ¿Qué dirá Chávez? Además, si Dilma Roussef pierde las elecciones de agosto el respaldo internacional a Miraflores disminuirá, la alianza entre Chávez y Lula ha sido el verdadero sostén del chavismo y entre ambos han controlado la OEA, sólo que el desarrollo de Brasil representa un triunfo capitalista y el surgimiento regional de una potencia hegemónica que en otra época asustaba a la izquierda venezolana.
Brasil habla de acabar localmente con los derechos yanquis intelectuales de propiedad en medicina, libros, software y películas, quiere obligar a Estados Unidos a terminar con los subsidios al algodón, en una retaliación comercial autorizada por la Organización Mundial del Comercio, pues Carlos Marcio Cosendey, jefe del departamento económico de la Cancillería brasileña aclaró que “estas son medidas temporales para forzar un cambio en la política comercial de Estados Unidos”.
Esto terminará en que Brasil y Washington negociarán acuerdos para impedir la suspensión de los derechos intelectuales: Lula declaró que querían enseñarle a Estados Unidos que no importa cuán grande o pequeño sea un país, queremos que haya una igualdad para todos en las relaciones comerciales. Además, Brasil impondrá mayores tarifas por 591 millones de dólares a 102 productos norteamericanos desde Ketchup a trigo, chicles, carros, lanchas, etc.
Brasil minimiza las sanciones contra Teherán, se acerca a Bielorrusia. Chávez, al acabar con el pacto andino y reemplazar el comercio con Colombia por el de Brasil consolidó la hegemonía brasileña en el continente.
Brasil negociará con Washington, mientras nosotros olvidaremos nuestros intereses, por una política exterior ingenua y que ha reducido al país a una situación de debilidad extrema.
Lula, igual que Turquía, China, y en grado menor, Japón, establecen distancia con Estados Unidos. Washington acepta tranquilamente un mundo multilateral.
La política internacional chavista no representa los intereses fundamentales de Venezuela, sino un antiimperialismo ingenuo, mucho más cándida en sus objetivos que la política exterior de la cuarta República, representa una mezcla de maquiavelismo, audacia y uso del poder económico, al servicio de una causa con la que muchos simpatizan en América Latina: disminuir la influencia de Estados Unidos, solo que Chávez supedita a esa meta el desarrollo nacional y los intereses de Venezuela. Al final, Brasil ha sido el gran beneficiado por la política chavista.
De ganar las elecciones de agosto Serra, el gobernador de Sao Paolo, sin que cambie fundamentalmente la política exterior de su país le restará importancia a la alianza con Caracas y representará una derrota política de consideración para Chávez.
Faltan más de cuatro meses para las elecciones. Dilma Roussef tiene una desventaja de nueve puntos, según las encuestas. Serra no tiene en ningún sentido el triunfo asegurado, queda mucha agua por pasar debajo del puente pero estas elecciones influirán en el destino político de Chávez, un mes antes de las elecciones para la Asamblea Nacional. En agosto y en septiembre Miraflores se juega su futuro.
maso1951@cantv.net
maso1951@cantv.net
3 comentarios:
Aníbal Romero
La lógica del miedo
Marzo 31, 2010
El miedo paraliza o impulsa, detiene o acelera, desconcierta o aclara las mentes. En el caso de un régimen como el que rige en Venezuela, el miedo genera una lógica implacable que empuja los eventos en una sola dirección: la de profundizar la “revolución”.
opinan los foristas
En un reciente artículo, Carlos Alberto Montaner argumentó que las acciones represivas contra Oswaldo Álvarez Paz y Guillermo Zuloaga (y yo añadiría: Wilmer Azuaje), son producto de instrucciones emitidas desde el centro vital que hoy controla el devenir venezolano: la voluntad de la satrapía castrista ejecutada por intermedio de los organismos de seguridad cubanos instalados en nuestro país. No dudo que Montaner esté en lo cierto, pero la decisión de Castro es parte de un contexto más amplio: la lógica misma de un proceso que transforma el miedo en aceleración.
La “revolución” tiene miedo.
Teme al palpable fracaso de su gestión; teme a la caída gradual de la popularidad de su líder y al agotamiento del carisma; teme a los tímidos avances de una dirigencia opositora que aprende un poco con cada paso; teme a los medios de comunicación que alzan su voz crítica; teme, por encima de todo, ante la posibilidad de perder el poder, derrumbando la barrera que le separa de una hipotética venganza por parte de la mitad, al menos, de una sociedad que se ha visto agraviada de modo cruel e innecesario.
Pues allí se encuentra el meollo del asunto. ¿Qué llevó a Hugo Chávez, quien en 1999 disfrutó del respaldo generoso y esperanzado de millones de sus compatriotas, a optar por la subordinación a Fidel Castro, sometiendo al país y su Fuerza Armada a una humillante cubanización? ¿Qué le hizo sacrificar la inmensa dosis de buena voluntad de que gozó, y con la que pudo conducirnos a la unidad, la concordia y la prosperidad, para en su lugar cambiarles por el odio? El régimen tiene miedo de sus propios fantasmas, de la estela de dolor que va dejando a lo largo y ancho de Venezuela, de las inmensas contradicciones de un proceso marcado por un inocultable y rancio resentimiento, y empujado por los restos de ideologías sin rumbo y fervores extintos.
Al encadenarse a Castro y al patético esperpento que es la revolución cubana, Hugo Chávez y sus acólitos se han condenado a seguir los pasos inexorables de una lógica que les hundirá más y más en el pantano de la represión, contra sus compatriotas que piensan distinto y no quieren seguirles por ese camino degradante. La decisión de perpetuarse en el poder a toda costa, de manipular los métodos democráticos para aferrarse al mando, de asfixiar la división de poderes y el Estado de Derecho, de emplear todos los recursos del gobierno con un único propósito, y de excluir a una gran masa de ciudadanos del acceso al disfrute de sus derechos, convirtiéndoles en “escuálidos”, obliga y obligará a Chávez a reprimir cada vez más.
¿Dónde y cuándo se detendrá o será forzado a hacerlo? ¿Qué costos adicionales, en violencia, dolor, perfidia y humillación exigirá Chávez, antes de que los venezolanos logremos restaurar el pacto social que una vez nos permitió existir como seres humanos iguales ante la ley? La lógica del miedo impulsa a la violencia, que ya trasciende el horror semanal de los crímenes, la inseguridad e incertidumbre permanentes, y afinca sus colmillos en el terreno de la abierta persecución a la disidencia. Es una lógica aplastante, que a fin de cuentas se lleva también por delante a los que la sembraron con miopía y arrogancia. ¡Qué tristeza para Venezuela! ¡Qué destino irredimible para Chávez y su delirante ambición!
www.anibalromero.net
Fernando Egaña
El sentido de la realidad
Abril 2, 2010
Qué puede pensar un maracucho, o un merideño, o un guayanés, o un cumanés, o casi cualquier venezolano de estos tiempos de agravada crisis eléctrica por las acciones y omisiones gubernativas, al escuchar al señor Chávez pontificar sobre su propósito de convertir a Venezuela en una “potencia nuclear”.
opinan los foristas
“Pero si el gobierno me corta la luz dos y tres veces al día –se preguntará fulano o mengana: ¿cómo es eso que ahora el objetivo es desarrollar la energía atómica?”
Si la llamada revolución bolivarista ni siquiera ha sido capaz de recoger regularmente la basura en los alrededores de Miraflores, ¿a cuenta de qué puede tener el desparpajo de ofrecer villas y castillos que pintan un futuro que ya quisieran para sí Noruega o Dubai?
Pues muy sencillo, a cuenta de un afán patológico de continuismo en el poder, que justifica todo y todo lo explica con manipulaciones crasas y habilidosas que se fundamentan en el falseamiento de la historia y, desde luego, en el abuso malicioso de la esperanza social.
Además, vaya por delante el “ejemplo” de los hermanos Castro Ruz, ya que después de medio siglo largo de satrapía revolucionaria, por la que Cuba ha quedado sumida en la ruina material y en la ruindad política, todavía tienen las ínfulas de celebrar los “grandes logros de la revolución”, y de seguir prometiendo un mañana de esplendor comunista.
No hay duda que el señor Chávez tiene un agudo sentido del poder, y una obvia carencia del más mínimo atisbo de escrúpulo para transmutar las cosas a su favor. En esas malas artes no tiene par en el país. Pero a fuerza de tantos años en lo mismo, también ha ido perdiendo la conexión básica con las realidades que aprisionan al conjunto de los venezolanos, y ello, de nuevo, le está pasando factura a sus márgenes de respaldo popular.
Ahora bien, esa perdida del sentido efectivo y real de los hechos, lamentablemente, no es sólo característica del oficialismo imperante, sino también de factores reconocidos del espectro opositor. De lo contrario, no podría entenderse el empeño de poner en riesgo la expectativa de la unidad político-electoral por causa de intereses personales que, aunque sean legítimos, tienen una importancia de menor cuantía en el contexto amplio de un frente común.
Si es verdad –como sin duda lo es, que la nación democrática sufre el avasallamiento de un proyecto de dominación que la quiere enjaular por las malas o las peores, entonces es literalmente surrealista la ruidosa reyerta entre dirigentes políticos, sean veteranos o noveles, por tales o cuales puestos salidores en las fórmulas legislativas.
Más acá de quién tenga la razón técnica, lo absurdo es el ambiente de crispación que se esparce justo en la antesala de una contienda que no se podría encarar sin el sustento de una férrea unidad.
El sentido de la realidad más elemental impone que la lucha para superar la hegemonía bolivarista se arraigue en una dimensión crítica, o la denuncia sistemática de la responsabilidad oficial por el retroceso venezolano, y en una dimensión esperanzadora, o la formación de una alternativa para reconstruir al país.
De allí que no existan razones que justifiquen el imitar al señor Chávez en su desprecio por la realidad.
flegana@gmail.com
Antonio José Monagas
¡Adelante Venezuela!
Abril 2, 2010
El poder y la humildad, no comparten espacios. Menos, valores y principios. Quien se plantea el poder como fin de vida, no conoce la humildad como medio de vida. Herodoto decía “dad todo el poder al hombre más virtuoso que exista, y pronto le veréis cambiar de actitud”. El sabio griego Pitaco explicaba que, “si queréis conocer a un hombre, investidle de un gran poder”. Es lo paradójico del poder. Sobre todo, cuando está en manos sin escrúpulos. O entre quienes lo ambicionan sin medida y sin condolerse por nada.
opinan los foristas
En medio de lo que significa ser gobernado por quienes ven en el poder la perversa pasión de dominar las realidades por encima de todo, el hecho de vivir se convierte en una apuesta de sumo riesgo que apenas permite llegar al punto más cercano posible. A pesar de la asfixia de las libertades y el recorte de la democracia. Más allá de eso, resulta una proeza superar la corta distancia que determina una tiranía a la que casi nadie logra traspasar. Ello evidencia una abismal carencia de equidad que termina develando una crisis de valores, que a su vez arrastra una crisis de objetivos y de orientaciones, tanto como una crisis de eficiencia que tiende a subyugar la dinámica del desarrollo nacional.
En el fragor de estas adversidades, el venezolano no puede apocarse. Debe entender que el camino de la democracia, aunque no dejará de ser tortuoso, está igualmente acompañado de esperanzas. De los anhelos de quienes, con enorme optimismo, se plantean la vida en democracia y entre libertades. El mundo no está exento de dificultades. Pero son oportunidades para trascender. Lo contrario, exalta la virulencia como criterio de vida. Y definitivamente, no hay tiempo para perder. Tampoco para improvisar soluciones. Lo que queda es sólo tiempo para ganar. ¡Adelante Venezuela!
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