viernes, febrero 14, 2014

"Esta gente es mala, muy mala"("...la respuesta a algunas de las tantas cosas que padecemos. El nefasto Joseph Goebbels, artífice de toda la estrategia comunicacional ...como un catálogo terrorista ...")


JOSÉ DOMINGO BLANCO (MINGO).


Escribo estas líneas en medio de marchas y protestas; pero, sin que pueda tener suficiente información de ellas: no hay noticias. Pocos las reseñan o comentan. No pueden. Twitter, ayuda algo; pero, con la limitación de sus 140 caracteres. El gobierno amenaza, vocifera, amedrenta. Y los medios, por temor a ser sancionados severamente, acatan. ¿En qué país vivimos? Amanezco cada mañana con la sensación de que un día los venezolanos nos levantaremos y ya no tendremos país. Ese, el  que conocíamos: en el que nos hicieron crecer y creer nuestros padres, nuestros abuelos. Donde había libertad de expresión, quizá con sus altos y bajos, pero libre al fin. Imperfecto, con errores, pero nuestro. Lleno de oportunidades para quienes estuviesen dispuestos a sacudirse la flojera y ponerle empeño. Un país de gente emprendedora y no de mendigos esperando dádivas o ayudas del gobierno. Un día, temo despertar y encontrarme con que ya no reconozco a Venezuela. Que al llegar a la emisora, como todas las mañanas, no tendré mis periódicos para compartir con los oyentes las noticias que reseñan los diarios nacionales. Peor aún: que en el paquete sólo estarán Vea y El Correo del Orinoco. Que intentaré conseguir noticias por los distintos portales web y sólo veré información disfrazada. Edulcorada y protagonizada por fantoches del gobierno vestidos de rojo, intentando hablar de patria, escupiendo consignas trasnochadas e inverosímiles -incluso para la gente que comulga con este régimen- que repiten como los clichés que alguien pone de moda.

Cada día, menos información. Cada día, más propaganda del gobierno: más circo y fachada. Y nuevos programas -como el de Diosdado, por cierto, ¿cómo es que se llama? ¿La Hojilla, parte 2?- donde el discurso de sus conductores esté cargado de populismo, odio y resentimiento. Nuestras ciudades, tapizadas con las vallas del desgobierno, los periódicos del desgobierno, los canales de TV del desgobierno, las emisoras del desgobierno: el logro de la hegemonía comunicacional. ¿Pero, quién es el padre de toda esta estrategia? ¿Fidel? ¿Izarra? ¿Maripili? ¿Chávez? ¿José Vicente Rangel? No, el intelecto no les da para tanto. Ellos no tuvieron que hacer ni el más mínimo esfuerzo, ni desarrollar  una estrategia propia, ni hacer brainstorming, ni reunión de creativos, ni nada de eso que se parezca a pensar mucho. A lo sumo, sólo el esfuerzo de mandar a sacar las copias, ¡y sin los problemas que tenemos nosotros! que, por estos días -entre los millares de cosas que no encontramos- tampoco conseguimos ni papel ni tinta. En el argot periodístico a eso se le califica como "fusilar".  Y ya entenderán a lo que me refiero...

En una entrevista que le hice recientemente a Antonio Sánchez García, recomendó, entre las muchas cosas que dijo, revisar a Goebbels. ¡Bingo! Quizá he allí, la respuesta a algunas de las tantas cosas que padecemos. El nefasto Joseph Goebbels, artífice de toda la estrategia comunicacional dentro de la maquinaria criminal nazi, que aquí, burdamente se copiaron, sazonándolas apenas con palabras como "escuálidos",  "golpistas", "guarimberos", "apátridas"  y otras un poco más amables como "compatriotas", "camaradas", "revolucionarios", "patria", "hegemonía", "comandante supremo" o "comandante eterno".  Los 11 principios de propaganda de Goebbels copiados a imagen y semejanza. Un tratado diabólico calcado fielmente por los encargados de la "hegemonía comunicacional" de este desgobierno.

Porque, así es como pueden describirse estas estrategias de Goebbels: como un catálogo terrorista que sirvió para consolidar el ideario nazi en la Alemania de Hitler. He aquí algunos de sus enunciados, sintetizados magistralmente por los amigos de Prodavinci. Los invito a que saquen ustedes sus propias conclusiones:

Principio de simplificación y del enemigo único: concentrar la ideología en un ícono particular, y reducir los posibles contrincantes en una sola imagen enemiga.

Principio del método del contagio: encasillar bajo una categoría única las vertientes adversas.

Principio de la transposición: Adjudicar los errores propios al enemigo, negando toda responsabilidad ante la población y distraerla del origen del hecho.

Principio de la exageración y desfiguración: desvirtuar los hechos y declaraciones a favor del régimen.

Principio de la vulgarización: para captar el interés de las masas, hay que reducir el discurso a su nivel de entendimiento.

Principio de orquestación: Uso del discurso reiterativo. Por algo Goebbels decía que si una mentira se repetía suficiente, acababa por ser verdad.

Principio de renovación: emisión constante de información para desviar la atención de los temas que aquejan al país.

Principio de la verosimilitud: legitimar el mensaje a partir de piezas de información verídica

Principio de la silenciación: desechar temas sobre los que el régimen no tenga respuesta

Principio de la transfusión: Explotar y promover sentimientos viscerales, como el odio y el prejuicio.

Principio de la unanimidad: convencer a las masas de la simpatía unánime por el gobierno y sus líderes

Hitler, nadie lo duda, fue muy malo. Goebbels, también. Quienes usan como modelo a estos personajes... ¿también lo serán?

mingo.blanco@gmail.com

@mingo_1

Artículo sugerido:


La lógica de la represión.


 http://www.noticierodigital.com/2014/02/la-logica-de-la-represion/

Fuente:http://www.eluniversal.com/opinion/140214/esta-gente-es-mala-muy-mala

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vladimiro Mujica

La lógica de la represión

El momento que muchos temíamos está a la puerta de nuestra convulsa historia de estos últimos 15 años. Un gobierno que se enfrenta arrogante, soberbio y, al mismo tiempo, temeroso ante su propio pueblo está recurriendo a una de las herramientas más destructivas para el control de la sociedad: la represión.

opinan los foristas

No se trata de que al gobierno venezolano no tenga un largo expediente en la materia, pero todo parece indicar que cualitativamente estamos en presencia de un momento político distinto, uno en el cual el régimen se enfrenta a una situación de descontento popular que va mucho más allá de las filas opositoras.

La primera reacción frente a la verborrea del oficialismo para tratar de justificar los ataques contra los estudiantes en Táchira y Mérida es de incredulidad ante tanto cinismo. Esta reacción le cede su paso a una interrogante importante ¿Qué busca el gobierno abriendo la caja de Pandora de la represión? La primera respuesta es que no le queda otro remedio: tiene que reprimir porque no puede corregir el rumbo político y económico como lo está exigiendo una parte cada vez más importante del país. El gobierno no puede enmendar su camino porque ello lo pondría en curso de colisión con algunos de los sectores más extremistas del chavismo.

Tampoco puede permitir que la protesta estudiantil, o de cualquier otro sector, crezca porque se le puede comenzar a descoser el país por los cuatro costados. Una cosa es controlar manifestaciones en un par de ciudades y otra muy distinta es enfrentarse a un alud de protestas que requieran la intervención de la fuerza pública, o de los motorizados y las bandas armadas del chavismo según sea el caso, para controlarlas.

Dejando de lado el horror que pueda producirnos, la represión es un instrumento de control social que opera por la vía del miedo. Una de sus principales características es la brutalidad en la retaliación al individuo porque se trata de atemorizar al colectivo en su conjunto. Es ese fraccionamiento de la identidad colectiva lo que en última instancia busca la violencia ejercida contra los dirigentes del movimiento estudiantil. Entender esto es importante en el contexto de la tarea más importante que tiene en este momento la oposición democrática en Venezuela: cómo convertir la protesta popular en un movimiento articulado de rebelión ciudadana.

Una de las primeras y más importantes consideraciones, y en la cual coinciden todos los principales dirigentes de la oposición, es que las protestas deben ser no violentas. A esto habría que añadir que tienen que ser coordinadas y conducidas con una estrategia bien definida que articule esa protesta con los objetivos del movimiento democrático.

Para que este triángulo virtuoso se alcance es indispensable que se encuentre el centro dorado en el cual converjan las distintas posiciones de la oposición. El llamado a calentar la calle no puede estar desprovisto de estrategia y, al mismo tiempo, cualquier estrategia creíble de la alternativa democrática no puede desconocer el valor de la protesta popular. De hecho, organización y crecimiento desde abajo, como ha planteado Henrique Capriles, pueden perfectamente coexistir con la protesta no violenta.



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Anónimo dijo...

Vladimiro Mujica

La lógica de la represión


Uno podría sentirse tentado a pensar que el gobierno intenta controlar la violencia que puede generarse en las demostraciones de calle. La verdad es exactamente la contraria: al gobierno le interesa que la violencia se manifieste siempre y cuando le pueda asignar la responsabilidad por su aparición a la oposición. Ello es así, no solamente porque la represión para supuestamente intentar controlar la violencia le permite al régimen evidenciar su decisión de aplicar “mano dura” para defender la revolución, sino porque la discusión sobre el desastre que la gestión gubernamental ha significado para Venezuela se desvía hacia el tema insoslayable de la violencia.

Para la oposición democrática la violencia incontrolada es el peor de los mundos, porque el control de las armas lo tiene el adversario y porque la posibilidad de un estallido caótico le impide centrar su acción política en morderle el terreno de la voluntad de la gente al chavismo y abre las puertas a aventuras militaristas. El reto de avanzar en el proceso de construir una rebelión ciudadana pacífica es enorme pero estos son los tiempos que le toca vivir al país.

No hay ningún consejo sencillo para dar acerca de cómo enfrentar la represión de un régimen corrupto y atemorizado frente a la posibilidad de perder el control de Venezuela, un país, el de todos, al que sienten como su hacienda grupal. Solamente que será necesaria una combinación de mucho temple y mucha inteligencia para navegar estos oscuros tiempos.