"Creo que su gobierno, Presidente Maduro, no posee la mayoría
representativa que justifique lo que le está haciendo al país".
POR: RUBÉN BLADES.
He tenido la oportunidad de ver un vídeo en el que se dirige a mi
persona, en ocasión de una nota que he publicado en mi página de
internet. No acostumbro responder comentarios, pero me siento obligado a
referirme a sus palabras por el hecho concreto de que en el vídeo
mencionado, usted me nombra directamente. Espero que el dicho vídeo no
resulte una falsificación como las que hoy abundan en internet, y si lo
fuera, confieso que es de muy buena calidad.
Con el respeto que merece su condición de Presidente, y como tal,
representante de una Nación, debo iniciar esta nota agradeciendo el tono
general de su comentario a mi escrito. Me complace entender en su gesto
amable, que comprendió la buena intención de mis pensamientos, hechos
con el corazón puesto en el pueblo venezolano.
Sin ánimo de entablar duelos epistolares, comento solamente con la
intención de aclarar algunos de los temas por usted expuestos en el día
de ayer, que me atañen de manera personal.
1. Los comentarios expresados por mí, en relación con la difícil
situación que hoy vive Venezuela, no son derivados de las noticias de
CNN, o de Univisión, o cualesquiera otra fuente noticiosa,
“imperialista” o no. Nacen de cartas, comentarios y de reflexiones
hechas por amigos, dentro y fuera de Venezuela, y de la lectura
cuidadosa y analítica de innumerables publicaciones, tanto afectas como
antagonistas a su gobierno. El carácter diverso del material que
usualmente escojo para mis lecturas, tiende a nutrir amplia y
objetivamente mis puntos de vista.
2. No me he sumado, consciente o inconscientemente, a ningún tipo de
complot orquestado por la C.I.A., ni formo parte de ningún “Lobby
Internacional” con el propósito de crear mala publicidad para gobierno
alguno. Me sorprende escuchar una vez más este tipo de acusaciones, en
pleno siglo XXI, cuando debíamos haber superado ese asunto de las
etiquetas. Si critico a alguien que se considera de izquierda, soy de la
CIA; si critico a quien se considera de derecha, entonces soy
comunista; cuando critico al militarismo, soy “subversivo”.
3. Considero como una verdad, el hecho de que el extinto Presidente
Chávez haya demostrado, con sus consecutivas elecciones ganadas, el
desprestigio de la partidocracia tradicional en Venezuela, y el deseo de
cambio expresado libremente en las urnas por la voluntad popular. Pero
también es verdad que hoy Venezuela no es una Nación unida: es un país
cuya población está polarizada políticamente, una sociedad sumida en
contradicciones obvias, con un gobierno electo por un estrecho margen,
1.49%, que no alcanzó el 51% de los votos de alrededor de un 80% de la
población votante y con un ausentismo electoral del 20.32%. Ese
gobierno, sin embargo, está decidido a imponer un sistema
político/económico (que no califico ni descalifico), pero que obviamente
no es aceptado por la mayoría de la población. En una situación como la
descrita, parece recomendable realizar una consulta nacional para que
el pueblo tome su decisión. Sin ello, lo que se percibe es eso, una
imposición. Creo que su gobierno, Presidente Maduro, no posee la mayoría
representativa que justifique lo que le está haciendo al país. Por otro
lado, la oposición, mezcla de lo que existió en el pasado político de
Venezuela y de lo nuevo que hoy lucha por hacerse respetar y considerar,
no está formada por cuatro gatos fascistas, como se pretende hacer ver.
Es una vital cantidad de personas. En estas circunstancias, la realidad
de Venezuela es hoy como sería la de una casa donde la familia esta
dividida, y existen habitaciones en las que la otra mitad no puede
vivir, ni transitar. La Venezuela de hoy no es la Nación que todos sus
habitantes desean, es una versión de país a la que sólo parece apoyar el
50% de la población, tomando en cuenta el total de los votos emitidos
en las elecciones del 2013. Esa realidad determina la necesidad de
considerar una modificación del rumbo presente, en busca de un balance
que permita el desarrollo del argumento nacional en sus propios
términos, más realista y menos agresivo; una Venezuela en la que no sean
necesarios los gritos de “Patria o Muerte”, entre hermanos.
4. Como los Chavistas se auto-definen como “Socialistas”, debemos
asumir que comprenden de lo que hablan, y que han estudiado a quienes
inicialmente convirtieron las teorías sociales de Marx y Engels, en
propuestas experimentales del socialismo y el comunismo, particularmente
en Rusia, tras la revolución bolchevique de 1917. Deben conocer, por
ejemplo, los comentarios vertidos por Vladimir Ilich Lenin en su folleto
titulado, “La Enfermedad Infantil del Izquierdismo en el Comunismo”,
(este título no es un artificio al estilo Borges, así lo tituló el
propio Lenin y si no lo creen, pregunten a Fidel, que él debe haberlo
leído). En ese escrito cita Lenin los errores que se cometen en nombre
del izquierdismo, por no considerar las circunstancias objetivas a la
hora de tomar decisiones, y peor aún, las consecuencias históricas que
produce no reconocer y rectificar dichos errores. Allí describe cómo, en
1918, los camaradas Radek y Bujarin, máximos representantes del
entonces llamado ”Comunismo de Izquierda”, fueron obligados a reconocer
públicamente su error, al no comprender ni aceptar inicialmente que, el
argumento para justificar la Paz de Brest, no constituía necesariamente
un compromiso con los imperialistas, sino que obedecía a una necesidad
política determinada por las condiciones objetivas del momento, algo que
Lenin describió como un “do ut des”, un te doy para que me des. La metáfora que hace Lenin sobre asaltantes y asaltados aclara muy bien el argumento. ¿No es, acaso, un “do ut des” el
acuerdo que tiene Venezuela con el “imperialismo” en el caso del
petróleo venezolano, que suple a Estados Unidos a cambio de los dólares
que necesita la economía del país?
5. Este mismo criterio indicaría que, en las presentes
circunstancias, no resulta apropiado que su gobierno imponga sus deseos,
o desconozca, o pretenda ignorar la validez de los argumentos
planteados por sus críticos venezolanos. No creo que es a través de la
represión, la censura, o el recurso demagógico que se produce la
respuesta racional a una condición objetiva inobjetable. Tal actitud
solo provocaría más violencia, que generaría la posibilidad de una
ingobernabilidad, un vacío político que podría ser llenado con un golpe
militar, la única institución con la capacidad de organización y poder
coercitivo para enfrentar el caos institucional y civil resultantes.
6. Nunca he estado, no estoy, ni estaré de acuerdo con intervenciones
armadas del país que sea en los asuntos internos de nuestras
naciones. Categóricamente lo digo. El mío sufrió ese mal, y no lo
justifico de ninguna manera.
7. Aunque agradezco su invitación a visitar Venezuela, no considero
apropiado aceptar en este momento. Tal visita podría ser considerada
como un endoso a su gestión y a la posición de su gobierno. De igual
forma, tampoco aceptaría una invitación en tal sentido por parte de los
que lo oponen; no ahora. Y para aclarar aún más este punto, he recibido
también ofrecimientos de trabajo importantes para ir a Venezuela este
año, y de igual manera las he rechazado porque no me parece correcto
hacerlo en las actuales circunstancias que vive el país.
8. En cuanto al “alma venezolana”, señor Presidente, y a la nobleza
de su pueblo, la conozco muy bien porque la llevo dentro, sin etiquetas,
junto a mi alma panameña y latinoamericana. Ese argumento no entra en
esta discusión. Esa alma, además, me la encuentro dentro y fuera de ese
noble país, desde mi primera visita en los años 60. Y se acrecienta con
los años y se reaviva en mi amistad con César Miguel Rondón, Pedro Leon
Zapata, el finado, pero aun amigo, José Ignacio Cabrujas; Jonathan
Yakubowicz, Edgar Ramirez, Budu, Oscar de León, Clarita Campins,
Marilda Vera, Gustavo Dudamel, Ozzy Guillén, el gran Luis Aparicio; en
mi admiración por Don Simón Díaz -cuya desaparición justamente hoy
tenemos que llorar- Aldemaro Romero, el Profesor Abreu y tantos otros
magníficos expositores del talento, capacidad y nobleza del pueblo de
Bolívar. Todos ellos me refuerzan la presencia de esa alma. Y quizás
ninguna me resuene por dentro más representativa que la de mi querido y
recordado amigo, Luis Santiago, que se nos fue joven, durante la
tragedia de La Guaira del ’99, y por eso será joven eternamente, igual
que el inspirador ejemplo planteado por la excelencia de los jóvenes de
El Sistema, el grupo de las Orquestas y el vocal, todos maravillosos
ejemplos de lo que logra el trabajo, la disciplina y la esperanza de ser
mejores. Sin alharacas, ni alaridos panfletarios, con la guía de
maestros venezolanos, el sector popular demuestra su calidad mundial.
No necesito ir a Venezuela para encontrar a su alma, porque ella va conmigo adonde sea que yo vaya, desde hace tiempo ya.
9. No deja de tener credibilidad la afirmación de que, bajo gobiernos
de lo que se denomina izquierda, se crean más oportunidades para el
sector popular. Por regla general, los gobiernos que se dicen de derecha
se preocupan más por sus intereses particulares que por los del pueblo
al que alegadamente representan. Pero creo que hay distintas versiones
con las que tipificar el empoderamiento del que usted habla (entendiendo
que “empoderar” significa el dar posibilidad de hacer y poder) al
“Pablo Pueblo” que describo en mi canción. Una de ellas es creando el
espacio para que su dignidad sea respetada y sus derechos también. Otra
es brindando la oportunidad para desarrollar su capacidad, no solo con
subsidios que lo hagan dependiente de otros, o que estimulan los peores
instintos que todos poseemos. Para mí, la verdadera revolución social es
la que entrega mejor calidad de vida a todos, la que satisface las
necesidades de la especie humana, incluida la necesidad de ser
reconocidos y de llegar al estadio de auto-realización, la que entrega
oportunidad sin esperar servidumbre en cambio. Eso, desafortunadamente,
no ha ocurrido todavía con ninguna revolución.
Le expreso mis opiniones, Señor Presidente, sin odio, sin agendas
secretas, ironías, ni intereses subrepticios. Reitero mi agradecimiento
por el tono de su conversación y por su consideración al otorgar la
atención de su valioso tiempo a las palabras de este panameño de
Latinoamérica.
Termino con una especie de ruego a los bandos enfrentados en la
querida Venezuela: empiecen a sumar y dejen ya de restar. Y que se
detengan los insultos y la diatriba, para que los venezolanos empiecen a
conversar; que el silencio es el mejor preámbulo a un diálogo razonado.
Atentamente,
Rubén Blades
20 de Febrero, 2014
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