POR.ELOY TORRES ROMÁN.
L
a intención no es citar el panfleto ¿Qué hacer? de Chernichevski de la
Rusia del siglo XIX, sino el de Lenin, quien en el siglo XX retomó ese
título, para impulsar una fuerza política que enfrentara exitosamente al
zarismo.
Lenin la prefiguró con militantes abnegados, desprendidos y
conscientes, no sólo de las dificultades inherentes a una sociedad
represiva, sino que mostraran inteligencia y cultura, en pocas palabras
auctoritas.
Ésta debía servir de referente a la sociedad: autoridad y fe. Él
logró que su partido bolchevique triunfare. Qué pasó después no importa
sino referir su organización bolchevique.
Venezuela vive una violencia que emana del Estado. Sirva la
definición de Max Weber, para quien éste es el depositario del monopolio
de la violencia. La policía y los militares sus herramientas.
Hay que añadir que en Venezuela se han sumado individuos desclasados,
al servicio del gobierno, que rayan en la delincuencia. Los problemas
del país reciben violencia, como respuesta. Le sirve al poder, pues se
produce con su venia. La oposición se ve enmarañada en una madeja.
Una parte de ella, desesperada, por demás, ha comprado la violencia,
con sus símbolos e instrumentos. Los estudiantes muestran valor y
consistencia testicular; ingenio e inteligencia contra la brutalidad que
se ve en las botas de los represores. Es lo único que les brilla.
Piedras contra balas; líquido blanquecino anti acidez contra los gases
lacrimógenos del bueno.
El siglo XXI exuda la fuerza de los tiempos: redes sociales, contra
la censura. Los medios periodísticos acallados, son sustituidos por 140
caracteres que un pajarito riega por todas partes.
El gobierno se empeña en combatir la protesta con las armas e ideas
del siglo XIX y XX. Los estudiantes y jóvenes con los instrumentos del
siglo XXI, pero con una imperecedera idea: la libertad y democracia.
Sin embargo, la voz de los jóvenes, pretende expresar a la mitad de
la sociedad venezolana. Parte de la otra mitad, hoy desencantada con su
situación, no se suma a las gestiones reivindicadoras de los valerosos
jóvenes, ni a los partidos de la MUD.
Hay algo que no cuadra. La pieza Los Justos de Albert Camus es
emblemática. Ella destaca el valor de unos jóvenes terroristas, pero a
su vez sirve de reflexión.
Cómo explicarse que la gente no les acompañe en su gesta liberadora y
revolucionaria. Su lucha es intrascendente para el común. Son unos
incomprendidos.
Mutatis mutandis, la oposición venezolana, independientemente de su
justa aspiración, posición, situación y visión, como en la pieza de
Camus, no atina en el clavo. Ha realizado titánicos esfuerzos en los
últimos años, sin embargo no encuentra eco.
Algo pasa. El gobierno siempre se sale con las suyas. Tiene como gran
recurso el poder y controla a todos los factores claves,
fundamentalmente el petróleo. No obstante, el país ya comienza a
observar que incluso, desde el extranjero, surgen voces que avizoran el
derrumbe de los mitos impuestos. Falta paciencia.
Es un torneo de inteligencia y sagacidad contra la violencia y la
fuerza bruta del dinero. Por ejemplo, la oposición ha alcanzado espacios
emblemáticos pero el gobierno impone su agenda. Obtuvo mayoría en las
alcaldías. Por lo que la oposición debe reflexionar sobre lo que tiene
al frente.
Un gobierno, con recursos ilimitados, como también ilimitada su falta
de escrúpulos, detenta el poder para la corrupción, segregación y
violencia. No es una dictadura del siglo XX.
Es una forma nueva. Hay que reflexionar para enfrentarla con ideas y
nuevas maneras de hacer política. Estamos en el siglo XXI. La
información no es conocimiento. Debemos convertir el conocimiento en
información.
Reconocer que tras 15 años, la oposición no ha se convertido en una
gran fuerza política, justamente por cometer garrafales errores
(permisividad con las propuestas constitucionales del régimen, salidas
golpistas, abstención, huelgas, desesperación política, entre otras).
A pesar de sus errores, la oposición ha superado sus debilidades.
Debe insistir. Entre ellas evitar esa versión bobalicona, según la cual
la oposición vive separada del país y el pueblo sigue mayoritariamente
al oficialismo, gracias a una conexión "mágico-religiosa". Falso.
El control abusivo del Estado, por parte de este gobierno, hace que
la actividad opositora se perciba débil. Mientras, el gobierno usa a
Chávez, tal como éste usó a Bolívar; igual que Marx fue usado por Lenin y
luego éste por Stalin. Toda una religión artificial, montada por
cubanos en los laboratorios de Miraflores. Sus instrumentos litúrgicos:
las neveras, cocinas, misiones y dinero a raudales.
Vienen elecciones legislativas. Gran oportunidad para reconstruir la
institucionalidad. Hay que escoger a los mejores y más preparados, pero
fundamentalmente a los "casados" con la política y no con el espectáculo
mediático. Luego ganar, pues se puede, una mayoría legislativa, iniciar
el camino para un referéndum revocatorio en mejores condiciones.
La política más exitosa es la que minimiza los sacrificios humanos.
Ella es un proceso y ejercicio muy serio. Lenin, con una pequeña y
combativa minoría, se preguntó: ¿Qué hacer? Luego triunfó. Debemos
construir una fuerza política similar para alcanzar el poder pero,
democráticamente. Son menos de dos años. Hay tiempo y es posible.
Fuente:http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=101143&tipo=AVA
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