miércoles, diciembre 20, 2006

ETERNAS TRADICIONES NAVIDEÑAS

Villancicos:

Mil poetas le han cantado a la navidad. En primer término, la ha cantado el pueblo, con su fervor ingenuo, a través de todas las tierras, en millones de ternísimas coplas y villancicos. Los clásicos no desdeñaron cultivar este género poético, y existen hermosos villancicos de José de Valdivieso, Luís de Góngora, Bartolomé Aparicio, Lucas Fernández, Lope de Vega, Juan Caxes, Fray Pedro de Padilla, Francisco de Ávila, Ledesma, Ubeda, Gabriela Mistral, Jacinto Verdaguer, Bonilla San Martín, entre otros. Sin lugar a dudas el Pueblo es ha sido y será el gran poeta de los villancicos, para muestra un botón:

Ha nacido en un portal
Llenito de telarañas,
Entre la mula y el buey,
El redentor de las almas.
(Y dijo Melchor:
¡Toquen, toquen esos instrumentos,
Y alégrese el mundo, que ha nacido Dios!)

Esta noche nace el Niño,
Entre la paja y el hielo;
¡quién pudiera niño mío,
Vestirte de terciopelo!

En el portal de Belén
Hay estrellas, sol y luna;
La Virgen y San José
Y el niño que está en la cuna.

En Belén tocan a fuego,
Del portal sale la llama;
Es una estrella del cielo
Que ha caído entre la paja.

Los villancicos son una ¡Maravillosa manifestación de la poesía anónima del pueblo! ¡ hermosa expresión musical popular! con que, al son de tamborcillos, panderos, guitarras, violines, mandolinas, arpas, cuatros, maracas y cuantos instrumentos musicales se dispongan en las distintas regiones de España e Hispanoamérica, se realizan alabanzas al niño Dios los niños y los mayores.

Los Pesebres, Nacimientos o Belén:

En España e Hispanoamérica la navidad suele estar representada o simbolizada en los hogares mediante una tierna costumbre convertida en tradición, se trata de la reproducción o la representación física del nacimiento de Jesús de Nazáret, el Mesías de los cristianos católicos, pero también el profeta, el místico, el iniciado, el inspirador de muchísimas otras corrientes religiosas, entre ellos los Protestantes y evangélicos etc. En regiones españolas como Cataluña se le denomina pessebre; en otras zonas se le llama Belén, así como en diferentes sitios se denomina nacimiento. Esta ya inmortal costumbre atribuida en su origen al Santo Italiano San Francisco de Asís, por ser su precursor al ejecutar en el templo de Asís frente a testigos, un rito simbólico para adorar al niño Jesús, conmemorando su nacimiento. Fue lo que dio origen a esta significativa tradición, primero extendida por parte de Europa, y luego por toda Hispanoamérica; de tal manera, que en la mayoría de los hogares latinoamericanos suele conmemorarse la navidad, realizando esta bellísima reproducción del nacimiento de Jesús.

El nacimiento, que es como se le denomina en Venezuela, suele materializarse principalmente en cada hogar, colocando las Figurillas de yeso o cerámica, más popularmente de barro o arcilla, que personifican y representan a la Santísima Virgen María, a San José y al Niño Jesús, acompañadas por la mula y el Buey; junto a diversas figuras que encarnan pastores con sus ofrendas, gente humilde, aldeanos, campesinos labrando, mujeres samaritanas lavando, o amasando el pan, son los principales personajes del particular escenario, en el que sobresalen los coloridos cerritos o montañitas configurados con toda clase de elementos que le sirven de sustento, con gruesos papeles, pintados con distintos tipos de pinturas, surcados por riachuelos remedados con pedazos de escarcha o espejos y trozos de papel plateado; el paisaje interior adornado con musgo, arenas amarillas y piedras, frondosos helechos y diferentes plantas para brindar el apropiado ambiente natural, constituyendo todo un “territorio santo”, en el que se construyen poblados con casitas coloridas, algunas veces de menor tamaño que sus habitantes, despidiendo un toque de ingenuidad, que lo convierten en encantadora y auténtica obra de arte popular, que mientras más tosca, más hermosa. Toda una verdadera expresión artística nacida del imaginario del pueblo. Y en un rincón especial, los actores principales de la obra, casi siempre colocados dentro de un humilde portal que semeja el auténtico pesebre de Belén , con La Virgen María y San José adorando al Niño, que sonríe entre pajas secas, atemperado por el vaho que facilitan el buey y la mula. En el frontispicio del portal, brilla la fulgurante estrella de Belén, faro guía de los Reyes Magos, sabios y majestuosos, quienes también se encuentran en el desplegado ambiente a unos metros, dispuestos sobre algún camino color ocre que remedan las arenosas dunas desérticas del oriente, ya montados sobre sus jorobados camellos, y que parecen dispuestos a encontrar al niño para rendirle culto.

Los Reyes Magos y el Árbol de Navidad:

Es típico en España, después del 6 de Enero, conmemorar el denominado día de los Reyes Magos Melchor, Gaspar y Baltasar, evocados por el amor paterno filial. Es una bellísima tradición, en la que los padres a escondidas, dejan golosinas, caramelos, obsequios y regalos mientras duermen, a sus hijos pequeños, en sus zapatitos colocados avisadamente por los niños para que estos le sean depositados por los mágicos Reyes, esperados con ansiedad y traviesa disposición infantil.

En cambio, en Francia, el significado de estas dos particulares festividades –Navidad y día de Reyes- su profundo simbolismo religioso y de sutil ternura, se sintetizan en una sola: “¡ Noël !” Esto es, Navidad. A ejemplo de los países del Norte, el bosque navideño llega a las casas como un árbol de Noel, el abeto o pino de cuyas ramas cuelgan los obsequios que se distribuyen entre los familiares, fundamentalmente entre los pequeños, y que se abren a la media noche. ¡El árbol de Noel! ¿Quién fue él que lo colocó mágica y secretamente, trayéndolo a cuestas en su cargamento carísimo? Los infantes tiene la convicción, que el qué hizo la proeza fue personalmente “Pére Noël”, un gordito viejito de larga y poblada barba blanca, vestido con traje de aterciopelado rojo con ribetes de pieles blancos, y sosteniendo a la espalda un gran saco, que contiene sus mágicos regalos. Los pequeñitos de Francia, Bélgica y muchos otros países esperan ansiosamente la insospechada visita del “ Bonhomme Noel” con la misma actitud de ansiedad, con infantil ingenuidad, cargada de misteriosa magia, poseídos por la sana ilusión, el misterio y el entusiasmo más hermoso, que también viven y experimentan los niños en España e Hispanoamérica, con la espera de los Reyes magos o el Niño Jesús. Porque unos y otros igual vienen a traerles sus ansiados y apreciados regalos. Tanto el “Pére Noél”, los Reyes Magos y el Niño Jesús son portadores de dones de ternura infinita y mensajes del País de la ilusión.

El Árbol de Navidad es desde luego igualmente epicentro de los entusiasmos y felicidades hogareñas en las festividades navideñas, y en su adornado entorno se suelen disponer toda clase de obsequios familiares, igualmente, ante su aureola de espíritu festivo, se entonan canciones, como en España y en América los villancicos, esas extraordinarias manifestaciones musicales francesas que, inspirando su denominación de la oportunidad en que se ejecutan, se llaman sencillamente “Noëls”.

En la mayoría de los países del Norte, principalmente en Rusia y las naciones escandinavas, el mítico protagonista generoso que arriba con un aureola de magia y de un inusitado misterio, con toda clase de obsequios, es sin lugar a dudas Santa Claus o san Nicolás, según los niños, es un viejo con blanca barba que, suele penetrar a escondidas en los hogares durante la madrugada por el hueco de las chimeneas, y protegido por la sorpresa, les dejará los obsequios en los zapatos y medias, ubicados en sitios estratégicos en donde el personaje bonachón pueda verlos.

Tarjetas y Regalos:

Igualmente, hermosas costumbres de Navidad son las de las peculiares tarjetas expresando los buenos deseos a familiares, amigos y relacionados; el intercambio de tarjetas que, de acuerdo a costumbres inglesas, se hace por medio de cartulina artística, muy alusivas a la fiesta cristiana de la Natividad del Señor, bien reproduciendo obras de arte, costumbres del país, etc.

Así mismo, este auspicioso, civilizado y armonioso hábito de intercambio de tarjetas navideñas, como medio de la manifestación expresa de mutuos buenos deseos entre familiares y amigos, que fomentan los más nobles ideales de fraternidad humana, se amplían y evolucionan aún más con el intercambio ya no de delicadas tarjetas, sino de verdaderos regalos de toda índole, costumbre que, no obstante la crisis económica mundial, pareciera expandirse cada día con mayor vigor, Obsequios de toda clase, exquisiteces culinaria para los familiares con las que nos acercamos en intimidad; presentes sutiles de flores, chocolates y bombones, turrones, nueces y almendras, bienes de Dios, que se suelen obsequiar a las personas dilectas de nuestra amistad. Demostraciones de afecto para quienes más amamos; fervorosa costumbre cada vez más renovada, hábitos verdaderamente hogareños que se realizan en todas las naciones cristianas que las tradiciones instauran eternamente. Maravillosa armonía fomentada por los lazos afectivos, para poder sentarnos juntos en torno a la mesa navideña para compartir la vida felices y poder celebrar en paz con nuestros más íntimos afectos el hermosísimo aniversario de otra Navidad.

La Mesa de Navidad:

Habría que editar un exquisito libro para referirnos a esta tradición, para intentar sintetizar el amplísimo espectro de costumbres culinarias que se viven actualmente, y que forman parte de la bastísima cultura gastronómica española e hispano americana. Sin embargo, diremos que nada sintetiza más las tradiciones navideñas, que la costumbre de ataviar “la mesa navideña” familiar, con cualquiera clase de platos, preparados y exquisiteces variadísimas. Hay muchísimos manjares característicos de la celebración; en la Nochebuena, que es la que mayormente se conmemora en casi todas las regiones españolas y de Hispanoamérica. Es típicamente español, la sopa de almendras, besugo clásico, turrones, mazapanes, barquillos, almendras y piñones. El Pavo es el protagonista. En Venezuela el plato por excelencia es la ya emblemática hallaca navideña, acompañada con pernil de cerdo, ensalada estilo rusa con gallina, pan de jamón, acompañada de exquisitos postres como el dulce de lechosa (papaya), y la denominada torta negra con frutillas secas, pasitas negras y rubias maceradas en licor; no faltará el vino para la ocasión, o cualquier bebida alcohólica para brindar. Una mesa provista de mantel decorado con motivos alusivos a la navidad. Hermosamente dispuesta con las vajillas, copas y la cubertería atesorada con esmero por las familias; sin importar las clases sociales ni procedencias, sin distingos, en las mesas navideñas venezolanas no faltan las bendiciones. Familiares y amigos se esmeran para dotarlas de acuerdo a sus posibilidades, por muy modestas que estas sean, siempre se celebra la navidad sentados en torno a la mesa navideña, podrán faltar adornos, tal vez hasta el pesebre o un árbol con lucecitas intermitentes, pero la mesa se viste y sirve en navidad para cenar juntos en familia, tomándose una cerveza y escuchando la música que reza: “yo no olvido el año viejo, o faltan cinco pa` las doce”, que ya son un himno.

Tal vez podrían considerarse costumbres y hábitos muy materialistas, si pensamos que se trata de la conmemoración simbólica del Nacimiento de Jesús. Sin embargo, tiene su razón de ser en lo hermoso del alborozo de los pastores de Belén. Es preciso recordar que quienes comparten siempre la mesa navideña son los niños. Además que ese cumpleañero si que es muy apreciado por la mayoría, porque fíjense que “todos sin distingos” en España e Hispanoamérica, le quieren celebrar el cumpleaños cada año.

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