El sábado pasado se fue a Trujillo. Allá, enfurecido, mandó bien lejos a sus aliados chavistas, el Partido Comunista y el PPT. ¿La razón? Tienen candidato a la gobernación distinto a su candidato, el de su partido, el que él decidió que tenía que ser el único candidato chavista de ese estado. Los expulsó de la alianza roja. ¿Qué está pasando? Que el candidato de la democracia, el nuestro, va ganando la gobernación de Trujillo en todos los estudios de opinión y los chavistas simpatizantes están divididos. Fue a insultarlos, a "poner orden" y a expulsarlos a todos del chavismo.

Ahora esos dos partidos, al menos para Chávez, son contrarrevolucionarios. Tardó mucho en pisotearlos. Desde que constituyó el PSUV y no se fusionaron, se esperaba este deslinde público. Lo aguantó hasta ahora porque, sobrestimándose como siempre, pensó que al él nombrar a sus candidatos regionales sería un portaaviones lo suficientemente poderoso como para sepultarlos, doblegarlos, hacerlos desaparecer y recibirlos luego con la cabeza gacha y arrepentidos. Pero nunca contó con que en algún estado (como Trujillo) tuvieran capacidad de levantar votos propios que hagan que, en este momento, esté ganando el candidato de la oposición y que su candidato no termine de levantar.
Cumplió el libreto que planeó cuando despegó de Maiquetía rumbo a Trujillo. Pero el guión no finalizó en ese estado andino. De allí voló al Zulia para hacer lo más importante de sus planes de fin de semana: buscar montar a Manuel Rosales en el ring presidencial, desesperado por tener un contendor para esta campaña, por centrarla en él. Para tratar de empujar a sus candidatos, necesita como sea dejar de hacer boxeo de sombra. Le recomendaron que debía reeditar la contienda presidencial y, persuadido, siguió gustoso el libreto construido: ir al Zulia a provocar todo lo que pudiera a Rosales y a Pablo Pérez para que cazaran la pelea con él. Está convencido, como una vez lo expresó insultando a sus propios dirigentes, que todos los votos son de él, que ninguno es capaz de ganar ni una elección de junta parroquial por liderazgo propio. ¿Las razones de esta actitud? Otra vez las encuestas. En el Zulia van perdiendo en todos los municipios; Rosales arrasa para la Alcaldía de Maracaibo (hoy en manos de chavistas); Pablo Pérez se distanció del candidato rojo en más de 14 puntos. La tendencia indica que Pablo seguirá subiendo hasta el 23N cuando será electo como el nuevo gobernador zuliano. Pero lo mismo está sucediendo en muchos estados en donde los gobernadores y alcaldes chavistas no tienen gestión. No tienen nada que puedan usar para convencer al pueblo de que ahora sí harán lo que no hicieron en sus cargos durante todos estos años.


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