POR:SADIO GARAVINI DI TURNO.
Muchos se preguntan cómo es posible que, después de casi 12 años de un gobierno ineficiente, corrupto y despilfarrador, con la inflación más alta del continente, los servicios públicos en el suelo, una inseguridad alarmante, desempleo grave y, a diferencia del resto de América Latina, una economía en recesión, que trata además de implantar un modelo neo comunista fracasado, Chávez tenga todavía niveles relevantes de apoyo popular.
No es mi intención hacer aquí un análisis del complejo fenómeno chavista, pero quisiera subrayar que, para comprender al chavismo, cuatro factores son relevantes: 1) El carisma del caudillo, variable irracional que tiene que ver con los sentimientos, la identidad y la afectividad; 2) una “mitopoiesis” política, en otras palabras, una creación y utilización técnica de los mitos nacionales en el campo político; 3) la enorme abundancia de los ingresos petroleros de estos años, que le ha permitido al gobierno distribuir dádivas, poco sostenibles y poco sanas, pero relevantes a los ojos de los sectores más desposeídos; 4) la carencia de una alternativa creíble y unida. Sin embargo, como decía el gran politólogo Giovanni Sartori: “Toda legitimidad se deteriora después de una prolongada ineficiencia” y efectivamente la legitimidad de Chávez está en creciente decadencia.
Recordemos que en el 2005 su popularidad rondaba el 70%. En las elecciones presidenciales del 2006, ganó con el 63% del voto, pero en las recientes elecciones regionales, a pesar del abusivo “ventajismo”, la utilización ilegal de los fondos públicos, la intimidación de la prensa y de los empleados públicos, sólo alcanzó el 54%, perdiendo en las regiones y ciudades más desarrolladas y pobladas, incluyendo buena parte de sus sectores populares. Todas las encuestas serias están dando ahora un apoyo al gobierno, por debajo del 50%. Además, por primera vez, en este siglo, la oposición democrática ha logrado presentar, frente a las elecciones parlamentarias del 26 de septiembre, una alternativa creíble y unida, con un programa serio y coherente. Fue, sin duda, una verdadera hazaña, presentar candidaturas unitarias en todas las circunscripciones del país, tomando en cuenta que fue el resultado de una compleja y difícil negociación entre más de 50 partidos, grupos, grupúsculos, personalidades y respectivas ambiciones.
Ahora bien, es fundamental entender que las elecciones del 26 son una “batalla” más, muy relevante sin duda, pero que la “guerra” sigue y que la unidad y fortaleza de la alternativa democrática es un bien precioso que hay que cuidar con esmero y responsabilidad. El sistema electoral y el rediseño de los circuitos electorales, impuestos por Chávez, magnifica ilegítimamente la representación de las regiones rurales, más despobladas y más dependientes del clientelismo estatal, por tanto será difícil, pero no imposible, tener la mayoría en escaños, pero, en cambio, es muy posible la mayoría en votos, si hubiera una alta participación electoral de la oposición. En todo caso, a partir del 26, habrá un nuevo “juego” político en Venezuela. Por el equivocado abstencionismo de hace cinco años, todos los actuales diputados fueron electos por Chávez y sin embargo, dos decenas de parlamentarios pasaron a la oposición, durante los años de mayor poder político y económico que gobierno alguno haya tenido en Venezuela. En la próxima Asamblea, habrá una numerosa representación democrática inicial, que crecerá con el desgaste, la desilusión y la cercanía del ocaso. ¡A votar!
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