POR:CARLOS BLANCO/TIEMPO DE PALABRA.
“Hoy el país cambia en un sentido profundo cualquiera sea el resultado”
“Hoy el país cambia en un sentido profundo cualquiera sea el resultado”
La crítica
Día de expectativa el de hoy. Ansiedades van y vienen. A golpe de mediodía comienza ese ejercicio de especulación para el cual el venezolano es incansable: “me dijeron que… “, “un primo en Maracay vio… “, “las cifras son… ” En fin, el ritual de la esperanza en un país partido, no entre dos bandos (esto es demasiado superficial) sino entre mil fragmentos en los cuales es difícil reconocerse. ¿Cuántos de “nosotros” transmiten esos fragmentos? Demasiados. No se crea que los de cada acera están más cerca de los suyos en un país presuntamente partido en dos; hay demasiadas distancias entre todos y hasta el alma de cada quien tiene sus fracturas. El bálsamo para estos males es la esperanza de la cual los venezolanos parecen disponer como el bien más abundante.
A veces es bueno cavilar de dónde vino todo esto. Muchos contestarán que es desde que Chávez se instaló en el poder. Cierto que ha contribuido con esmero a pulverizar la memoria en el mortero implacable de su proyecto. Pero un solo malvado no es capaz de producir montañas interminables de mal. Algo apestaba, y no es cierto que “éramos felices y no lo sabíamos”. Todo tiene otro nombre por voluntad del caudillo pero la maluqueza era democrática.
Recuérdese la década de los 80, fue la década perdida debido a la crisis provocada por la deuda externa en América Latina. Llegó el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1989 que se vio asediado por las reformas económicas y políticas emprendidas, y las élites más distinguidas, acompañadas por AD, Copei, el MAS y todo el sistema político, estimó que era conveniente derrocarlo por sus políticas neoliberales y porque un banquero como Pedro Tinoco era presidente del BCV, banquero que, por cierto, fue el zorro más mimado por la mayor parte de los empresarios a los cuales de algún modo representaba desde que fue ministro de Hacienda de Caldera I. Después los mismos que tumbaron a CAP vieron con entusiasmo el regreso de Caldera, apoyado por su chiripero, más ansioso de cargos que de historia, y los mismos que habían renegado de Pérez por aquello del neoliberalismo apoyaron el neoliberalismo que tuvo la segunda mitad de Caldera II. También con su banquero en el Ministerio de Hacienda, aunque Julio Sosa Rodríguez tenía mejor fama que su colega, seguramente justificada, y sobre el cual no hubo la protesta que concitó Tinoco.
En esa época se pedía que Caldera disolviera el Congreso al estilo Fujimori. Nadie daba nada por los partidos, no por culpa de la supuesta antipolítica sino porque la base de apoyo de ese gobierno estaba enfurecida con los partidos. No hay que olvidar que el gobierno de Caldera emerge como una reacción contra AD y Copei, hasta que AD (y la mitad de Copei) terminan conchabados con ese Gobierno.
Los medios de comunicación eran tan actores políticos como lo son ahora. Sin su concurso no se convierte a Luis Herrera en paria, a Jaime Lusinchi en desterrado, no tumban a Pérez, no llega Caldera, no se destruye a Caldera y no llega Chávez. Jugaron un papel, tanto porque sus dueños querían desempeñarlo como por el inmenso vacío dejado por los jefes de los partidos. Hay que convenir que los medios actuaron porque otros dejaron el terreno abandonado; pero lo jugaron.
¿Cómo llega Chávez a ser Chávez? El hombre viene de lejos; no desde Sabaneta sino desde el siglo XIX. No viene de los pobres sino de los ricos. No viene de la esperanza sino de la desesperanza. Ha sido una construcción de los venezolanos. De los que votaron por él. De los que le prestaron los aviones y le cambiaron el liquiliqui por el terno de Clement y luego este por el de Armani. Por los que pasearon a su esposa en los centros comerciales de Caracas y de París. Por la Corte Suprema que le allanó el camino para que hiciera su Constituyente a la medida que había sido propuesta antes y que la élite política se negó a apoyar. Por los dirigentes del Congreso de la República que, salvo excepciones, le entregaron su casa y sus símbolos sin chistar. Por los que creyeron que una buena dosis de caviar y champaña haría del teniente coronel “uno de nosotros”.Es una historia muy compleja como para reducirla a un infractor sobre el cual depositar las culpas colectivas.
Contra la Crítica. Cuando se detallan los elementos anotados -algunos de los cuales siguen vigentes en la actualidad- hay quienes se quejan de la crítica, porque solo hay que concentrarse en golpear al “enemigo”. No se admite el debate ni el análisis de los temas en su propia e irrevocable complejidad. Hay quienes aspiran a que el razonamiento sea sustituido por la propaganda porque el momento lo exige. Hay quien proclama la conveniencia de mentir si la causa necesita que la esperanza desahuciada reciba su dosis de auxilio. A quien esto escribe hay quienes le han exigido que sea discreto con sus críticas para no darle armas al “enemigo”, sin advertir que el enemigo es el silencio, la complacencia, la conversión de Chávez en el alfa y el omega de toda la culpa cuyo sacrificio redimiría a todos los que lo hicieron posible.
Es en este territorio, cualesquiera que sean los resultados de las elecciones de hoy, hay que reconocer la fuerza genésica del pensamiento crítico; es lo que permite poner en juego todas las energías, apreciar matices, recorrer pliegues, desdoblar las certezas y, sobre todo, advertir que quien está en la otra acera es, en cierta medida, también nuestro resultado histórico.
No. No hay una polarización que supone un ellos y nosotros. El territorio de “ellos” es una serie de astillas que se clavan unas a otras; no hablan porque no pueden, pero mientras tanto se tasajean con discreción. El territorio de “nosotros” es más ruidoso, por libre, pero empalagado de la suficiencia de los que manejan el pandero y que, como Chávez, niegan el pensamiento crítico. Dicen que no hay que darle armas al enemigo; curiosamente es el argumento del caudillo con los de su redil.
La lucidez. La exigencia es la de un ejercicio implacable de lo que sea que pueda ser la lucidez. Ver. Tratar de ver. Ver hasta el deslumbramiento. Errores se han cometido y se cometerán, pero son y serán errores que devienen de no transarse frente a los efectos de poder. Que no te manden a callar porque “no conviene”; que no te digan que seas discreto para que los que saben cómo se bate el cobre lo sigan haciendo con delicia o impunidad. La propaganda tiene su espacio; la reflexión crítica el suyo. Confundirlos es hacer del territorio intelectual el de una oscura secta que repite el mantra de lo único, del somos uno; es decir, Dios.
Hoy el país cambia en un sentido profundo cualquiera que sea el resultado. Lo que queda ante lo que viene es asumir radicalmente el derecho al pensamiento crítico. Atreverse a pronunciar la palabra que se quiso decir y no se pudo decir. La palabra prohibida clama desde abajo y desde adentro.
A veces es bueno cavilar de dónde vino todo esto. Muchos contestarán que es desde que Chávez se instaló en el poder. Cierto que ha contribuido con esmero a pulverizar la memoria en el mortero implacable de su proyecto. Pero un solo malvado no es capaz de producir montañas interminables de mal. Algo apestaba, y no es cierto que “éramos felices y no lo sabíamos”. Todo tiene otro nombre por voluntad del caudillo pero la maluqueza era democrática.
Recuérdese la década de los 80, fue la década perdida debido a la crisis provocada por la deuda externa en América Latina. Llegó el gobierno de Carlos Andrés Pérez en 1989 que se vio asediado por las reformas económicas y políticas emprendidas, y las élites más distinguidas, acompañadas por AD, Copei, el MAS y todo el sistema político, estimó que era conveniente derrocarlo por sus políticas neoliberales y porque un banquero como Pedro Tinoco era presidente del BCV, banquero que, por cierto, fue el zorro más mimado por la mayor parte de los empresarios a los cuales de algún modo representaba desde que fue ministro de Hacienda de Caldera I. Después los mismos que tumbaron a CAP vieron con entusiasmo el regreso de Caldera, apoyado por su chiripero, más ansioso de cargos que de historia, y los mismos que habían renegado de Pérez por aquello del neoliberalismo apoyaron el neoliberalismo que tuvo la segunda mitad de Caldera II. También con su banquero en el Ministerio de Hacienda, aunque Julio Sosa Rodríguez tenía mejor fama que su colega, seguramente justificada, y sobre el cual no hubo la protesta que concitó Tinoco.
En esa época se pedía que Caldera disolviera el Congreso al estilo Fujimori. Nadie daba nada por los partidos, no por culpa de la supuesta antipolítica sino porque la base de apoyo de ese gobierno estaba enfurecida con los partidos. No hay que olvidar que el gobierno de Caldera emerge como una reacción contra AD y Copei, hasta que AD (y la mitad de Copei) terminan conchabados con ese Gobierno.
Los medios de comunicación eran tan actores políticos como lo son ahora. Sin su concurso no se convierte a Luis Herrera en paria, a Jaime Lusinchi en desterrado, no tumban a Pérez, no llega Caldera, no se destruye a Caldera y no llega Chávez. Jugaron un papel, tanto porque sus dueños querían desempeñarlo como por el inmenso vacío dejado por los jefes de los partidos. Hay que convenir que los medios actuaron porque otros dejaron el terreno abandonado; pero lo jugaron.
¿Cómo llega Chávez a ser Chávez? El hombre viene de lejos; no desde Sabaneta sino desde el siglo XIX. No viene de los pobres sino de los ricos. No viene de la esperanza sino de la desesperanza. Ha sido una construcción de los venezolanos. De los que votaron por él. De los que le prestaron los aviones y le cambiaron el liquiliqui por el terno de Clement y luego este por el de Armani. Por los que pasearon a su esposa en los centros comerciales de Caracas y de París. Por la Corte Suprema que le allanó el camino para que hiciera su Constituyente a la medida que había sido propuesta antes y que la élite política se negó a apoyar. Por los dirigentes del Congreso de la República que, salvo excepciones, le entregaron su casa y sus símbolos sin chistar. Por los que creyeron que una buena dosis de caviar y champaña haría del teniente coronel “uno de nosotros”.Es una historia muy compleja como para reducirla a un infractor sobre el cual depositar las culpas colectivas.
Contra la Crítica. Cuando se detallan los elementos anotados -algunos de los cuales siguen vigentes en la actualidad- hay quienes se quejan de la crítica, porque solo hay que concentrarse en golpear al “enemigo”. No se admite el debate ni el análisis de los temas en su propia e irrevocable complejidad. Hay quienes aspiran a que el razonamiento sea sustituido por la propaganda porque el momento lo exige. Hay quien proclama la conveniencia de mentir si la causa necesita que la esperanza desahuciada reciba su dosis de auxilio. A quien esto escribe hay quienes le han exigido que sea discreto con sus críticas para no darle armas al “enemigo”, sin advertir que el enemigo es el silencio, la complacencia, la conversión de Chávez en el alfa y el omega de toda la culpa cuyo sacrificio redimiría a todos los que lo hicieron posible.
Es en este territorio, cualesquiera que sean los resultados de las elecciones de hoy, hay que reconocer la fuerza genésica del pensamiento crítico; es lo que permite poner en juego todas las energías, apreciar matices, recorrer pliegues, desdoblar las certezas y, sobre todo, advertir que quien está en la otra acera es, en cierta medida, también nuestro resultado histórico.
No. No hay una polarización que supone un ellos y nosotros. El territorio de “ellos” es una serie de astillas que se clavan unas a otras; no hablan porque no pueden, pero mientras tanto se tasajean con discreción. El territorio de “nosotros” es más ruidoso, por libre, pero empalagado de la suficiencia de los que manejan el pandero y que, como Chávez, niegan el pensamiento crítico. Dicen que no hay que darle armas al enemigo; curiosamente es el argumento del caudillo con los de su redil.
La lucidez. La exigencia es la de un ejercicio implacable de lo que sea que pueda ser la lucidez. Ver. Tratar de ver. Ver hasta el deslumbramiento. Errores se han cometido y se cometerán, pero son y serán errores que devienen de no transarse frente a los efectos de poder. Que no te manden a callar porque “no conviene”; que no te digan que seas discreto para que los que saben cómo se bate el cobre lo sigan haciendo con delicia o impunidad. La propaganda tiene su espacio; la reflexión crítica el suyo. Confundirlos es hacer del territorio intelectual el de una oscura secta que repite el mantra de lo único, del somos uno; es decir, Dios.
Hoy el país cambia en un sentido profundo cualquiera que sea el resultado. Lo que queda ante lo que viene es asumir radicalmente el derecho al pensamiento crítico. Atreverse a pronunciar la palabra que se quiso decir y no se pudo decir. La palabra prohibida clama desde abajo y desde adentro.
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