POR:ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA.
Imposible gobernar siguiendo el estilo de la confrontación con una población electoral mayoritariamente contraria a sus designios y una opinión pública internacional que lo ha visto al desnudo. Una elemental racionalidad aconsejaría aceptar el cambio en la dirección de la rosa de los vientos y propiciar un mínimo entendimiento, como para que se le asegure un futuro de paz y tranquilidad a nuestra sufrida ciudadanía. De abrirse al futuro y pasar la página de este presente, que desde este domingo 26 de septiembre ya es pasado.Basta repasar los editoriales, informaciones y reportajes de la prensa internacional del día de hoy para comprobar dos hechos mediáticos de inmensa trascendencia para el futuro venezolano. El primero se refiere al carácter escasamente democrático de la ley electoral venezolana, que premia al régimen a costas de la voluntad popular. ¿Cómo explicar racional, democráticamente una ley que le concede en la capital de la república 7 de 10 diputados al partido presidencial, vencido por un importante caudal de votos por la unidad opositora, que sólo recibe, como premio de consuelo sólo 3 diputados? ¿Cómo comprender la lógica de unas reglas electorales que a igual número de electores le concede al presidente de la república dos tercios de los diputados, mientras a la oposición le reconoce sólo un tercio de dicha representación?
"El segundo de ellos alude al talante profundamente democrático que la opinión pública internacional le reconoce a la oposición venezolana, que ha apostado consecuente y tenazmente por la vía pacífica, constitucional y electoral para resolver la grave crisis que soportamos. Participando con hidalguía y entusiasmo en un juego con las cartas manifiestamente marcadas y una vez comprobada la trampa, aceptando con temple y estoicismo tan flagrante violación a los principios democráticos, estatuidos en nuestra Carta Magna. ¿O es que el principio de la representación proporcional no constituye uno de los elementos consustanciales de nuestra Constitución Nacional?
"El segundo de ellos alude al talante profundamente democrático que la opinión pública internacional le reconoce a la oposición venezolana, que ha apostado consecuente y tenazmente por la vía pacífica, constitucional y electoral para resolver la grave crisis que soportamos. Participando con hidalguía y entusiasmo en un juego con las cartas manifiestamente marcadas y una vez comprobada la trampa, aceptando con temple y estoicismo tan flagrante violación a los principios democráticos, estatuidos en nuestra Carta Magna. ¿O es que el principio de la representación proporcional no constituye uno de los elementos consustanciales de nuestra Constitución Nacional?
Un tercer elemento de esta asimetría en la naturaleza y el comportamiento de las dos fuerzas encontradas en el contexto de esta grave crisis se refiere a las perspectivas políticas inmediatas que ambos sectores proclaman hacia el futuro inmediato: el presidente reacciona con violencia a una simple pregunta formulada por una periodista y proclama a voz en cuello, atragantado por su propia ley electoral, con la radicalización del proceso. La oposición democrática exige un trato democrático y justo y se apresta a actuar consecuentemente en la próxima asamblea nacional, anunciando desde ya su disposición a participar de la próxima contienda electoral – la elección del presidente de la república – luego de escoger su candidato en un proceso de primarias. Su contendor: una vez más el teniente coronel Hugo Chávez postulándose por quinta vez a los comicios.Un cuarto elemento que afianza la matriz desfavorable al presidente de la república – y un respeto creciente hacia las fuerzas democráticas opositoras – en los medios nacionales e internacionales tiene que ver con la acción que promete desarrollar la moribunda y ya deslegitimada asamblea nacional hasta la entrada en funciones de la nueva asamblea en enero próximo: habilitar al presidente de la república para que, en el mejor estilo de los déspotas y tiranos, actúe como le de su real gana.
Imposible gobernar siguiendo el estilo de la confrontación con una población electoral mayoritariamente contraria a sus designios y una opinión pública internacional que lo ha visto al desnudo. Una elemental racionalidad aconsejaría aceptar el cambio en la dirección de la rosa de los vientos y propiciar un mínimo entendimiento, como para que se le asegure un futuro de paz y tranquilidad a nuestra sufrida ciudadanía. Es el tiempo de la concordia antes que de la guerra. De abrirse al futuro y pasar la página.
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